HINCADOS DE PIE
En algún lugar de la selva mexicana.
Abro los ojos y sin darme tiempo a nada, una mano aprieta fuertemente mi espalda obligándome a levantar; en un claro, al fondo, veo una fila de compañeros hincados, la mano me obliga a avanzar en esa dirección, y ya ahí, con un golpe en las corvas, me hinca. Con la vista al frente aguardo la golpiza que se me ha prometido apenas desperté; en lugar de eso, escucho un estallido bastante familiar; el líder de mi grupo cae de bruces, la sangre comienza a escurrirle de la cabeza, los militares lo mueven un poco para que todos podamos observar el gran agujero en la parte posterior; sollozos y risas se confunden en mi mente, un nuevo disparo me estremece por completo, el grito desesperado de alguno de mis compañeros le sigue, ahora es el cuerpo de Rita el que yace en el pasto, tiñéndolo de rojo, las risas se vuelven mas intensas mientras otro estallido resuena en la selva. Giro mi cabeza y cuento a los compañeros que aún seguimos vivos, cuatro, a todos los conozco. Un militar se acerca a nosotros y comienza a gritarnos algo que no comprendo, en un acto desesperado, lo miro fijamente a los ojos buscando un poco de piedad, no la consigo. Otra vez ese ruido infernal entrando por mis oídos, llegando hasta mi cerebro alterándolo sin misericordia, no tengo ya necesidad de abrir los ojos para ver un cuerpo más tendido junto a los otros. Un frío intenso que comienza en la nuca y se instala en mi ano casi me hace caer, un militar se acerca y me patea las costillas, se ríe, los demás lo secundan; sin darme tiempo a recuperar el aire perdido el estallido llega otra vez, las lágrimas inundan ese rostro que no siento como mío, una vez mas levanto la mirada, veo ese cielo azul y rompo a llorar, miles de palabras se alojan en mi mente hasta saturarla, siento un dolor intenso en los temporales, las lágrimas se han vuelto abundantes ahora con la aparición de imágenes, mi boca se mueve intentado decir algo pero no lo hace; el frío se vuelve mayor al escuchar el último disparo antes de mi muerte; no sé por qué pero siento unas ganas enormes de reír, mismas que se esfuman justo en el instante en que me percato del militar detrás de mi, el cañón de la pistola se siente caliente al contacto con mi cabeza, cierro los ojos y espero el ya ansiado golpe final, los segundo se alargan hasta parecer horas, escucho a lo lejos el canto de los pájaros, libres, ajenos a toda esta tortura, las lágrimas se han secado sin darme cuenta, respiro profundamente sintiendo una tranquilidad hasta ahora desconocida, abro los ojos y veo una negrura que me atrapa, intento hacer algún movimiento pero mi cuerpo no reacciona. Hace algunos segundos que el último estallido atravesó la inmensidad de la selva.