10. LA MISIÓN DE REGEOS
Del espejo, atravesándolo como ya lo habían visto hacer antes se acercó amenazante la figura del perro, solo que esta vez parecía mucho más grande. Salió del espejo y entró en la sala.
- Pasará. Lo he visto en el Libro del Destino dijo el animal acercándose a ellas
- Regeos...el dios de la sabiduría... - murmuró Miranda temblorosa
- Habéis venido a deshaceros de vuestro destino ¿no es cierto? dijo Regeos con una voz estridente - Era lógico pensar que lo intentaríais, vuestros destinos os impiden liberar a vuestras diosas
- Sí, pero lo que aún no sabemos es qué tienes tú que ver con el Libro del Destino - dijo María
- Elhené se ha pasado varios siglos ayudándome a escapar de este templo que me tiene preso. Ella es la única que lo conoce todo acerca de mi, y fue ella la que descubrió que no estaba muerto tal y como dijo Bakal, sino que estaba aquí. Mientras Elhené ha estado buscando el modo de sacarme de aquí, yo me encargué de proteger el Libro del Destino. Ahora yo soy el único aparte de Elhené que conoce los secretos de ese libro, y está claro que ella no os ayudaría a acabar con parte de su obra.
- ¿Y tú sí? - dijo María, la presencia de Regeos las presionaba con tanta fuerza que Miranda no era capaz de hablar, sin embargo esta presión irritaba a María
- Aún no estoy seguro dijo Regeos El hecho es que no puedo dejaros hacerlo así por las buenas, pues parece que no conocéis las posibles repercusiones
- ¿Qué repercusiones? - preguntó Miranda
- ¿Sabéis por qué la vida está tan llena de experiencias próximas a la muerte, pero sin embargo no morís? preguntó Regeos, ambas permanecieron en silencio - Porque está escrito en el Libro del Destino cómo y cuando moriréis. Si en el Libro del Destino dice que morirás de un golpe en la cabeza el año que viene, te puedes rebanar el pescuezo ahora mismo, porque no morirías. Si no tuvieses destino alguno, estarías indefensa ante todo peligro, todo lo que pueda pasar será imprevisible, podría pasar cualquier cosa: atravesar paredes, la muerte súbita, en fin, cualquier cosa...
- Tú deberías saber cuales son las consecuencias, eres el dios de la sabiduría, el que todo lo sabe - dijo María
- En primer lugar no lo sé todo, y en segundo lugar sí, conozco las consecuencias y por eso os advierto. Hay cosas que los dioses no deben comunicar a los humanos - dijo Regeos
- Estamos dispuestas a asumir todas las consecuencias - Dijo Miranda haciendo un esfuerzo por recuperar el habla, la presencia de Regeos casi la había obligado a caer de rodillas al suelo.
- Está bien, pero a cambio debéis realizar una tarea por mí
- ¿Más impedimentos? ¿y qué es lo que quieres? ¿no es suficiente con arriesgar nuestra vida? - protestó María
- ¡El libro del destino está repartido entre todos estos pergaminos! ¡Si de verdad quieres hacerlo tú sola, adelante, busca la aguja en el pajar! - dijo bastante enojado Regeos, ahora parecía haber crecido mucho más y el suelo temblaba con su elevado tono de voz, Miranda estaba aguantándose sobre pies y manos para no caer contra el suelo, y a María le costaba bastante permanecer en pie. Finalmente Regeos pareció calmarse - Escuchadme, llevo encerrado aquí mucho tiempo y todos los dioses creen que estoy muerto, incluida Heaven.
- ¿Y por qué no le dice Elhené a Heaven que aún estás vivo, y que estás aquí atrapado? - dijo María, ahora ya menos insolente
- No puedo pedirle eso a Elhené, los dioses no somos recaderos de nadie, ni siquiera de un dios - dijo Regeos y María preparó una protesta en sus labios
- Los dioses no pueden hacer eso, ni aun haciéndolo por su propio gusto. Elhené quedaría muy humillada entre los dioses la interrumpió Miranda. De pronto, Regeos comenzó a cambiar de forma, transformándose en un chico joven de apariencia humana
- ¡Pero es absurdo! ¡no tiene sentido! - dijo María ya sin poder contenerse, pues la apariencia humana del dios le imponía menos que la anterior.
- ¿Cuál es la entrega que quieres que hagamos? - dijo Miranda antes de que María enojara de nuevo al irritable dios
- Quiero que vayáis a Heaven, el país. En el centro del lugar encontrareis un pilón de piedra. Quiero que sobre él pongáis esto - dijo Regeos, y les tendió la mano, mostrándoles una enorme gema de forma irregular como si fuese una piedra, tan grande como el puño, y brillante como ninguna otra
- Heavenpolis, la mítica ciudad arrasada por las bestias de Bakal
Creí que solo era un cuento - dijo Miranda
- No, no he dicho que vayáis a Heavenpolis. Quiero que vayáis a Heaven, el país situado a dos leguas hacia el oeste de Heavenpolis creado exclusivamente por y para Heaven y para mí. Quedé preso en este templo antes de que yo pudiera aportar mi parte de poder para que se acabara de crear ese país y ahora mismo estará medio en ruinas. Esta piedra contiene el poder necesario para finalizar la obra. Si Heaven ve nuestro país acabado sabrá que estoy vivo y no parará hasta encontrarme - dijo Regeos
- Está bien, lo haremos si con eso conseguimos nuestra libertad - dijo María
- Sólo decir que como no cumpláis lo que habéis prometido lo pagareis con algo mucho peor que la muerte dijo Regeos, y con estas palabras comenzó a transformarse de nuevo, esta vez en la sombra de un perro que retrocedía en el aire hasta desaparecer por el enorme espejo de la habitación.
María y Miranda se quedaron con ganas de seguir hablando con él, pero ya se había ido. Ahora estaban solas ante una sala llena de pergaminos del destino. Antes de que pudieran preguntarse cual de todos esos era su destino, dos losetas del suelo, salieron volando a una gran velocidad hasta hacerse añicos en el techo, y del hueco que había bajo las losas salieron flotando en el aire dos pergaminos. Cada una cogió uno de ellos y lo lanzaron a las antorchas de la habitación sin ni siquiera leer lo que ponía, aunque esto hubiera sido en vano, ya que seguramente estarían escritas en el indescifrable idioma de los dioses. Las llamas entonces comenzaron a consumir lentamente sus destinos destruyéndolos para siempre.
- Bien, ¡vámonos! - dijo Miranda
- Miranda, tengo miedo por lo que nos dijo Regeos
- Ya lo sé, pero no nos pasará nada, y si nos fuese a pasar no por tener miedo lo evitaremos
- Tienes razón, salgamos rápido, ese amigo tuyo estará ahí fuera - dijo María, y con una sonrisa y acelerando el paso, salieron atravesando todas las salas oscuras por las que habían pasado para llegar a la sala principal.
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