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Un solitario perro vagabundo observaba a través del cristal de la puerta, con ojos llenos de preguntas, el trajín emergente del interior. Era de raza indefinida y unas orejas tan grandes y escurridas, que casi envolvían su cabeza. Nos quedamos mirándonos unos momentos y, en seguida, comenzó a golpear la puerta con sus patas y a emitir aullidos lastimosos. Era evidente que el olor de los pastelillos de carne recién sacados del horno, había llegado hasta él.
Me quedé pensativa sin saber que hacer, me daba mucha pena, pero si le daba algo de comer esa mañana lo tendría todos los días esperándome.

- ¡ Ni se te ocurra darle de comer al perro! o no se moverá de la puerta y no a todos nuestros clientes les gustan los animales- me grito Marcia desde el mostrador.

Se acabó la indecisión. El negocio, la tienda, los clientes de toda la vida y los que no lo son, eran toda la vida de Marcia, su única vida, no había nada, ni nadie más. Todo en ella era rutinario y previsible. Sus principales preocupaciones cada mañana eran de administrar a cada cliente sus dosis diarias de caprichos.

El dueño de la carnicería de enfrente prepara bocadillos de fiambre y se los vende, sobre todo, a los alumnos de la Academia de Idiomas de la plaza y se empeña en que el pan, que él se lleva, tenga más miga de lo normal, para aparentar, de esta manera, los llenos que los bocadillos están.

A Mateo, el dueño de la Academia, le gustan las empanadillas con más atún que tomate, mientras que a Gloria, la del piso de arriba, con más tomate que atún.

La abuelita del tercero, que el pan de leche no lleve leche, porque dice que es alérgica y que le pongamos algún sucedáneo para que le sepa igual.
Yo estoy convencida de que no tiene alergia a nada, pero como se pasa la mañana escuchando y viendo por la tele programas sobre la salud, ha quedado trastocada y obsesionada por el tema.

A Calixto, el de la papelería, que los pasteles de nata que se lleva religiosamente los sábados cuando cierra, tengan menos nata que los demás, porque se mancha demasiado su estilizado bigote cuando se los come.

En fin, esto es sólo un pequeño resumén de lo que te puedes encontrar en la tienda de Marcia, con Marcia y su famosa agenda en la cual refleja exclusivamente todos estos “caprichos”, horas y días en que los precisan dichos clientes con nombres y apellidos.

Cuando me pongo a pensar en serio en la labor que realiza Marcia, siento que es maravillosa.Verdadera- mente parece feliz cuando ve que sus clientes, a veces, no pueden esperar llegar a su destino, para degustar y saborear lo que más les gusta y como a ellos más les gusta. Por un instante los ojos brillan, las pupilas se contraen y los pómulos resaltan más. También ellos parecen felices.

Salí a la calle por la puerta de atrás, busqué al perro e hice que me siguiera y esperara en esa puerta. Al momento volví a salir y le di varios pastelillos de carne. A fin de cuentas por esa puerta sólo entro y salgo yo, y, por un instante, yo, fui feliz y, él,
pareció serlo también.

Texto agregado el 25-03-2008, y leído por 92 visitantes. (2 votos)


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