CACHO, EL DE LA CALESITA
La vieja calesita no paraba de dar vueltas ¿gracias a quien?, motor no tenia, ¡no!, el que la hacia girar era Cacho el petizo.
Pobre caballito, caminaba y caminaba, sin lograr llegar a ningún lado.
A poco de nacer, este petizo fue separado de su madre para comenzar una monótona vida de vueltas y vueltas ¿Sabes, que tenia como cinco años no había visto nunca otro caballo?, ¿Cómo los imaginaria el pobre petizo?
Tenias que verlo, no sabes como se ponía cuando por la calle pasaban los caballos del lechero o el panadero.
El petizo giraba sus orejas para poder escuchar el sonido inequívoco de los cascos.
Don luis, el calesitero, en las mañanas vendaba los ojos de cacho y lo ataba a la calesita.
Con unos pocos chicos la vieja calesita arrancaba al son de los compases de la orquesta de Alfredo De Angelis.
Este viejo tenia solo un disco de pasta, tan pero tan rallado que casi no se escuchaba.
Fue así que una mañana en la casa de musica don Luis , compraba un disco nuevo, pero esta vez era de Juan D´Arienzo.
La calesita repleta de pibes, don luis le dio manija al viejo equipo de música y por el parlante empezó a sonar, “La Puñalada” por D´Arienzo. La calesita no arrancaba, Don Luis. Le pegó el grito al petizo, ¡vamos Cacho!.....
Este no se movía.
El viejo largó la pera de la sortija y se acercó a Cacho. ¿Qué te pasa matungo?, ¡dale arranca!, y el arranca fue acompañado de un rebencazo…. el petiso no daba un solo paso.
Los chicos gritaban pero la calesita seguía como clavada al piso.
Don Luis asomó la cabeza gritando, ¡ya va chicos!, pero… los pibes no paraban de gritar y chiflar, ¡déle Don Luis!, ¡Haga andar la calesita!
Al escuchar los gritos el viejo siguio con los rebencazos en el lomo de Cacho, que así y todo se negaba a caminar.
Cansado de pegarle, el viejo se puso a su lado, abrazo su cabeza y le dijo, ¿Qué te pasa Cachito?, ¿Te faltó alguna vez avena o agua?, ¿Qué es lo que queres?, y se callaba esperando que el caballito arranque.
No hubo caso, el viejo no tuvo más remedio devolverle las chirolas al piberío y bajar las polleras de la calesita.
A la mañana siguiente, Don Luis siguió la rutina, ató a Cacho, puso el disco de D´Arienzo, y como el día anterior el petizo no daba un paso.
La calesita continúo cerrada con un cartel que anunciaba “cerrada por reparaciones”.
Esa jornada transcurrió entre suplicas y gritos. Cayendo la tarde, desde la calle llegaba el sonido del altoparlante anunciando la liquidación en la tienda del barrio. Cuando el locutor paró de hablar, comenzó la música.
Mientras tanto, sentado delante de Cacho, Don Luis pensaba en vos alta, dos días sin hacer un mango por culpa de este matungo que no trabaja, pero que …. ¡No para de comer!
De pronto Cacho inesperadamente arrancó atropellando al viejo, que lleno de golpes se sentó a un costado no entendiendo el porque del cambio en el petizo, que no paraba de dar vueltas.
La música llegaba desde la calle, cuando el locutor la corto de pronto para seguir con la publicidad. Cacho se detuvo…. Al rato volvió la música y Cacho comenzó a caminar.
Don Luis paró la oreja y se dio cuenta que la música que venia del autito era de: Alfredo De Angelis. El viejo era medio bruto, pero no tenía un pelo de tonto.
Allí se dio cuenta que el pobre Cacho empujo esa calesita durante cinco años al compás de De Agelis, y cuando la cambio por la de D´arienzo no quiso andar mas.
Bien temprano, al otro día, Don Luis se fue hasta la casa de música y se compro 10 discos de Alfredo De Angelis, para que Cachito nunca más se declare en huelga.
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