Se conocieron en un bar poco concurrido. Ella era nueva en la ciudad. Bueno, en realidad llevaba fuera cinco largos años. Pero cinco años cambian hasta el color del acerado.

El, mucho más joven que ella, se fijó en su rostro nada más entrar en el local. Le llamó la atención, sobre todo, esa inusual belleza intelectual. Me explicaré: Carlos era capaz de calcular la inteligencia simplemente observando el rostro de las personas (Aunque a veces no funcionaba). Con solo observar las pequeñas arrugas, la mirada, los gestos… Era capaz de calcular, con un escaso margen de error, lo que esa persona era capaz de aportarle. Le gustaba que pusieran a prueba su inteligencia.

Afortunadamente o desafortunadamente el no tuvo que usar triquiñuelas para acercarse a Sandra. Se la presentó un amigo común que la conoció antes de que marchara de la ciudad.

La atracción, al menos por parte de ella, no surgió en ese primer contacto. Tuvieron que pasar días hasta que después de bastantes conversaciones, unas más inteligentes que otras, se encontraran sus labios bajo la confidencialidad que otorga la noche.

El caso es que compartieron conversaciones, vida y cama durante más o menos dos meses. Hasta que un día. Inesperadamente, dejaron de compartir todo menos conversación y amistad.

Un día, en una de las pocas conversaciones que tenían. Carlos pensó en su particular despedida. Un beso en los labios y un abrazo:

-¿Por qué acabó todo? La verdad, ahora que lo pienso en realidad nunca hubo motivo para distanciarnos-

Ella levanto la vista, pensativa.

-No lo se. ¿Qué dices tu?-

-¿Yo? La verdad, tampoco lo se. Resultó extraño. El caso es que te hecho de menos. Y no la relación de cama ni nada de eso, si no nuestras conversaciones. Cada vez nos vemos menos. En ese sentido estoy un poco celoso de tu pareja. A ver si encuentras algún hueco y me llamas para evitar que nuestros encuentros sean solo casuales. Te considero una buena amiga-

-Yo también te considero un buen amigo. Te llamo en cuanto pueda. Ahora tengo que irme-

Esa fue la última conversación. Hasta hoy, que han pasado ya tres años, lo único que se han dicho es: < ¿Qué tal?>

Pero ellos saben, que después de todo, que se tienen el uno al otro.