CAMINE ENTRE MILES DE PERSONAS, TODAS APRESURADAS, CABIZBAJAS.

ABSTRAIDAS EN SUS INTIMOS PENSAMIENTOS, MILIMETRICAMENTE SINCRONIZADAS PARA EVITAR CUALQUIER CONTACTO HUMANO.

AVANZO LENTAMENTE, ENTRE UN GRAN MAR DE ALMAS, MAR QUE FLUYE Y SE DILUIYE EN MILES DE DESTINOS, QUE DESEMBOCA RAUDA EN MILES DE ESTACIONES.

ESTACIONES QUE DEVUELVEN SU FLUJO DE ALMAS TRISTES A LA CIUDAD, CIUDAD QUE LAS DEVORA ANSIOSA, PARA COMENZAR NUEVAMENTE SU DIARIO TRAJIN DE BESTIA HAMBRIENTA.

CAMINO POR LOS ANDENES, SIN TRASPAZAR LA LINEA AMARILLA...

LINEA QUE DIVIDE EL VIAJE CON DESTINO CIERTO, DEL VIAJE ETERNO, SIN REGRESO.

ESTOY CANSADO DE SUBIR Y BAJAR ESCALERAS, PARA ENTRAR Y SALIR DE ESTACIONES
ESTACIONES QUE ALBERGAN EL TREN SUBTERRANEO, TREN, QUE SE DESLIZA CUAL SERPIENTE, A TRAVES DE LAS ENTRAÑAS DE ESTA GRAN URBE GRIS A LA CUAL LLAMAMOS HOGAR.

AL FINAL DE LA LINEA AMARILLA, PARADA Al PIE DE LA ESCALA MECANICA, JUNTO AL FLUJO DE ALMAS QUE SE ARREMOLINA POR LLEGAR A LA SUPERFICIE…

LA DIVISE A ELLA, POR PRIMERA VEZ.

CON MIRADA DE SUPLICA EN SUS OJOS, ME MIRO Y DIJO:

“AMOR MIO, VAMONOS DE ACA, VAMONOS A OTRO LUGAR, UN LUGAR DONDE AL ALZAR LA MIRADA VEAMOS EL CIELO… EL CIELO AZUL.”...

LE SONREI. Y CAMINE HACIA ELLA, TOMES SUS MANOS, Y LE SUSURRE AL OIDO…


“HOLA AMOR MIO, VOLVAMOS AL EDEN?.., TOMA MI MANO Y CRUZEMOS LA LINEA AMARILLA”.