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“Y es mi querida Andrea que ahora voy al cielo por ti”
Helmunt Scholtz Krueber

Fue la única nota que dejo Helmunt antes de partir.
Esas ultimas semanas que vivió el muchacho, fueron un suplicio. Deprimido, sin ganas de algo, dormía todo el día, bajaba solo para comer, ni si quiera atendía el teléfono.

Andrea, muchacha muy guapa de piel nívea como la nieve, era la enamorada que le llenaba los días en su vivir. Pareja muy guapa decían muchos, reían y se mofaban juntos, altaneros ambos, sensibles también.

Helmunt no era un muchacho que cayera pesado, mas bien era risueño y amigable, su manera de entablar conversación era formidable, una sola palabra y te delataba su acoplable entusiasmo, no se resistía a ir de un sitio para otro, se notaba cierto ego en el por este aspecto de su comportamiento, pero que a bien lograban entender los que de alguna manera u otra lograban entablar conversación con el.

No dudaba en ir a sitios escondidos de Lima, a pesar que el vivía en Miraflores. Siempre le gustaba ir a El Agustino, Rimac, Vitarte. Allí las señoras le esperaban con suculentos platos que el comía con voraz apetito.

Andrea en cambio si era un poco mas soberbia, pero a la vez no dejaba de tener cierto grado de dulzura, ese comportamiento populachon de Helmunt, le atraía pero no le gustaba seguir. Muchas veces pelearon por esos motivos, mientras ella quería ir a una discoteca de Barranco, el decidía ir con sus amigos de Santa Anita.

Todo esto se debe gracias al fútbol, claro Helmunt desde pequeño cultivo el amor a la pelota, cosa que trajo muchos problemas a sus padres clasistas.

Decir que sus padres eran rectos y bien formados, es afirmar algo que es cierto, pero también es cierto decir que en medio de esa tranquila y sosegada calma se escondía ese tufillo a discriminación. Helmunt no podía llevar a sus amigos a su casa. Su padre ponía cara de asco y repugnancia ante los amigos de su hijo, además de enfado a Helmunt. Era claro que inmigrantes alemanes como eran los padres de Helmunt, traían consigo prejuicios que su nación en tiempos viejos cultivó.

Mala noche que Helmunt decidió visitar a un amigo en el Callao. Allí entre botellas de cerveza la gente fue perdiendo el juicio y entrando en el loquerío del alcohol. Poco recuerda de esa noche. Despertó abandonado en cierta parte del río Rimac en pleno sol, en compañía de gallinazos, basura y defecación. Andrea no estaba. ¡Dios!.

La noticia se tiño de amarilla. “Chica miraflorina violada en el Callao”. Periodistas iban a la casa de ambos a indagar, como buitres detrás de la carroña, como cerdos en busca de su festín, la instancia se volcó intolerable en su hogar. Llamadas día y noche, habría la puerta y allí estaban, acechando, importándoles muy poco su sentir. Claro ellos buscaban la noticia del día, los soles con que comer. ¿Y es que acaso se podrá hacer periodismo con la sana conciencia de querer un mejor porvenir para los implicados? ¿Será difícil que un periodista lejos de pedir lágrimas y llanto pida comprensión para ellos por su trabajo, para nosotros por la información? Pero no, ellos quieren sensacionalismo, sin importar al sector que vayan dirigido, claro en los sectores bajos se leerá “Pituca fue violada por caneros” en los de la alta será “Joven Miraflorina fue violada por pandilleros” pero el transfundo será el mismo.

Y de amarillo la historia se pinto de rojo. SIDA, La joven cayo desmayada tras la noticia, no lo podía creer, tras la abominable situación vivida, vino la noticia que fue el acabose con todo. Andrea ya no tenia ganas para la vida, todo se torno triste y lúgubre en su andar, no quería contestar las llamadas de Helmunt quien a cada rechazo de su amada se le acrecentaba la herida en su corazón.

Triste tarde de junio la que se vivió. Andrea aprovechando un descuido, tiño de rojo el agua de la tina del baño y estando aun con un pequeño aliento de vida, pidió justicia para su situación.

La historia vuelve a su comienzo, Helmunt triste y apesumbrado con cuchillo en mano se dirigió al epicentro de la desgracia, al declive de su alegre historia, pero a la vez Helmunt regreso a su vil instinto asesino, regreso a los sarcasmos de su padre, a los ascos de su madre, a esa mirada de desprecio de ambos. Si, les hizo caso a toda esa ideología de clases y superioridades, a esas palabras que dicen quien es más y quien es menos. Allá donde el creía tener amigos, agredió a niños, mujeres y ancianos, enfurecido por la ira atacaba sin cesar, hasta que alguien por la clara muestra de supervivencia, a lo lejos disparo un revolver para callar esos gritos desquiciados de Helmunt, esos que gritaban “perros sucios inmundos” esos que salían con la ira de la razón.

¿Y es que hay justos y pecadores puros en esta historia? Valga verdades creo que no.

Roberto Pizarro
Amigo De Helmunt

Texto agregado el 25-03-2008, y leído por 210 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
05-12-2008 Muy fuerte este cuento ,cuanta refleccion me llevas a hacer ,Habra puros e impuros ?***************** shosha
13-04-2008 Uff!!! Gran historia; de las que lamentablemente ocurren con regular frecuencia en nuestra sociedad. Me agrada tu estilo, a manera de protesta, de reflexión. FENIXABSOLUTO
25-03-2008 FdE: pregunta final* FranzGranger
25-03-2008 Buena redacción, lo que más sufrí fue la ausencia de algunos acentos. Discierno contigo en la pregunta personal, pero eso ya se debe a juicios propios. FranzGranger
 
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