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"...bajo la penumbra de una noche sin estrella ni tiempo ni nada existente, nací, y, en mi primer grito, dije la verdad..."

leía los libros mas viejos que mi padre había dejado en su casa; la cual, no visitaba desde hacía mas de treinta años. ¿puedo?, le dije a una de sus hijas, la cual, primera vez que veía, es que, era hijo ilegítimo y olvidado, sin mas padre que la tierra y sin mas madre que los viejos borrachos del ayuntamiento. ella me dijo que sí. gracias, respondí y cogí uno de todos ellos. llévatelos todos, me dijo la hija de mi padre. no, respondí, sólo deseo este. ella bajó la mirada y asintió, para luego, volver a la sala del muerto. la vi alejarse y volví a respirar aquellos aires de libros sin mas uso que el de los gusanos y polillas. guardé el que mas me impactó: "Juan Cristóbal", de Romain Rolland, en uno de mis bolsos de libros. dicho espécimen siempre quise leer y releer, pero, las cosas nunca se me dieron, y vaya uno a saber en dónde se encuentran quienes se buscan, pues, sentí que el libro estuvo esperándome, así como mi padre al cual no pude conocer en vida, pero sí en ese féretro plateado, echado y vestido todo de negro, y esas manos grandes y fuertes que ya no eran mas que garras de un cascarón de un dinosaurio... salí de la casa sin decir una sola palabra. tan solo vine porque había leído en las páginas del diario que un hombre con mi mismo apellido había muerto. miré la foto de el susodicho y vi que tenía mi misma cara y, el mismo apellido. ¿curiosidad?. puede que sea ello lo que me indujo, pero pienso que fueron los libros que brotaban de ese apellido y de ese mensaje salido del diario. apenas entré en dicho caserón, supe que había una gran biblioteca. entré y con la mirada gacha, les dije que el señor del diario había sido mi padre, aunque jamás lo había conocido. todos sus hijos eran mujeres, y cuando me vieron, quedaron tiesas al ver en mi rostro el rostro de su padre, que al mismo tiempo era el mío. les mostré mis papeles y les dije casi sin dudar que no venía por nada en especial mas que conocer al autor de mis días... todas se calmaron así como si una falsa tempestad estuviera a punto de salir y de pronto, el Sol saliera ante sus ojos brillantes de paz y sosiego... pensé que el viejo era adinerado, pero a mí, esas cosas jamás me interesaron. lo único que gustaba eran los libros, y, yo sentía que por allí estaban. supe por una de sus hijas que mi padre tenía una gran colección de libros, pero ese gusto lo mató, o, en otras palabras, lo dejó ciego y deprimido porque a ninguna de ellas le gustaba la lectura... al contrario, lo odiaban... pedí ver los libros. les dije que era escritor, aunque desconocido, pero escritor autodidacta. sonrieron y casi escuché sus pensamiento: igual a nuestro padre. pasa, dijeron, llevándome hacia la gran biblioteca. entré y como ya les dije estaba el libro. ya en la calle, lo abrí y en la misma acera me puse a leerlo. era tal como lo imaginaba y había escuchado. maravilloso. guardé el libro en mi bolso y seguí mi camino hacia mi cuarto. toqué la puerta y salió la dueña de casa. ¿has traído dinero?, preguntó. le dije que sí. vacié mis bolsillos y le di cuanto tenía. ella cogió todo y soltado un bufido se fue, dejándome con la puerta abierta. entré y subí los cuatro pisos hasta llegar a mi cuarto. entré y acomodé todos mis libros. uno mas, pensé, y, mientras me mudaba de ropas, encendía una vela para leer a "Juan Cristóbal". noté que en la parte inicial había una dedicatoria. estaba el nombre de su esposa, que no era la misma señora de las chicas. esta tenía otro nombre. ¿será mi madre?, pensé. me dije que sí e igual seguí leyendo el libro durante toda la noche hasta que la mañana me avisó que debía salir a laborar. me bañé y salí a la calle, siempre con el libro viejo. llegué a la imprenta, saludé a mi jefe y empecé a cortar las resmas y resmas de papel de todo tipo. los había cartones, papel couche de gramajes diferentes, papel siempre, etc. mientras cortaba fumaba un poco y, cada cierto rato, leía, y leía y leía, hasta que llegaba la noche y salía de la imprenta con un poco de dinero, pero no para comer, no, eso alimentaba el buche pero no el alma. recordaba una frase dentro del ayuntamiento: "no de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de Dios"... debió decir que Dios hay veces habla a través de las personas, y casi siempre, de los libros... cogí mi libro y corrí hacia la librería mas próxima. pueda que haya llegado literatura alemana que tanto amaba, y, esperaba que no sean traducciones, no, que sean en su idioma original... pues, ya sabía leer con un diccionario... llegué y sí, allí estaban, esperándome, como siempre, sí, como siempre, con ese sentimiento apasionado que da el amor sin nombre ni apellido...



san isidro, marzo del 2008

Texto agregado el 24-03-2008, y leído por 199 visitantes. (0 votos)


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