Hay en tus ojos un dejo a algo cortante, de línea que separa el cielo a una montaña, o a un edificio, pero algo que hace una escisión, un cisma, el corte. Mirarte es una actividad, si se quiere, arriesgada, ya que puede ser, de un momento a otro (al menos esa era mi impresión, la lectura de un instante) que esa línea me atravesara, separándome de algo que no comprendía, que tus ojos alineaban, componían un cuadro distinto al que estaban mirando, separaban unas cosas de otras, y quizá el miedo que tenía yo al mirarte era a ser cortado por la mitad, dejando perder alguna parte de mi, que se escape hacia otro objeto, ajeno, lejano, otro. Entonces me surgía la metáfora, como respuesta (defensiva), y era la cuchilla de tus ojos que me intentaba enmarcar en un cuadro ajeno, tus ojos decididos, composición desarrollada, la metáfora me ayudaba a escapar de la situación, tu mirada que me enmarca, por un instante fijo, ya que tu composición es rígida, pictórica, las líneas de la composición me atraviesan como esos cuartos de las series futuristas donde está todo lleno de rayos láser, líneas rojas por todos lados, que con un roce pueden cortar, ojos que ya no me miran, me integran a algo, me cortan una parte, y el dolor en el brazo es entonces muy intenso, y tus ojos se aclaran, me pedís perdón, y vas al baño a buscar alguna gasa para cubrir la herida, aunque una gasa sea muy poco para semejante corte.
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