ENCUENTRO

Por Victoriano

La primera vez que una mujer me besó tuve que superar la natural aversión que me produce el contacto con las hembras humanas. Fue un viernes de luna llena, casi sobrenatural, macerado al son de los grillos y aves nocturnas. No sé cómo me encontró en la penumbra de la noche. Me tomó entre sus manos y quedé paralizado de terror. Cerró suavemente los ojos mientras susurraba palabras incomprensibles, como las que recitan las brujas que siempre han maltratado a mis ancestros. Estiró sus labios y los puso en mi boca. . .
No puedo decir cuánto tiempo transcurrió, pero a mí me parecieron siglos. Tampoco puedo explicar lo que vi en sus ojos cuando los abrió. La sorpresa dio paso a la desilusión para convertirse en ira. Me arrojó con fuerza a la laguna, lejos de la orilla. Fue un vuelo glorioso hacia la libertad para mí, mientras me alegraba de que no me hubiese lanzado contra el suelo.
No hay caso, no entiendo a las mujeres, siempre hacen lo mismo. Es que no van con mi naturaleza. Yo siempre he preferido corretear sapas en celo y aparearme con ellas. . .

Cabe preguntarse, estimada lectora, ¿Cuántos sapos has besado en tu vida?

Córdoba, marzo de 2008