¡Fuera de aquí! Era el grito diario y nadie hacia caso. Era así, sin cambio, día tras día, semana tras semana...
Un día de tantos, después de muchos gritos y muchos golpes y muchas piedras y muchas bombas y muchos muertos, un día de tantos, los que gritaban dijeron que estaban aburridos, y que sí, que querían hablar, que sí, que estaba bien, que si querían podían quedarse. Los que no se iban dijeron que estaba bien, que también ellos estaban cansados, que querían oír, que ellos en el fondo, se querían ir.
Este día de tantos que al fin parecía llegar, la verdad es que nunca llegó. Resulta que uno más, alguien que nada tenía que ver con los que gritaban ni con los que no se querían ir, en fin un tercero en discordia, un día antes del día que parecía llegar, se aburrió.
Sí, se aburrió de ver que no querían arreglar nada y tomó una goma de borrar, le dio vueltas entre los dedos y con un ligero movimiento, los borró a todos del mapa.
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