En la capital aún se percibía la tensión que causó el atentado al palacio, la gran cantidad de soldados de la corona en cada esquina de la ciudad, lejos de traer calma, aumentaba el desconcierto de sus habitantes. En el hospital de las cuatro familias, el más importante del reino, fueron trasladados los lastimados Guardianes y el Alto consejero que fue herido por el demonio. Él fue el más afectado.
Cuando Hendrícke despertó, sus ojos analizaron largamente el blanco techo de la habitación, intentó mover su cuello, pero el dolor fue demasiado intenso y comprendió que era mejor seguir mirando el monótono paisaje.
-Estuvo cerca- dijo una voz que con alivio el hombre pudo identificar como la de su primo.
- Recuerdo tan poco- le confesó Hendrícke.
-Dobél fue asesinado y un demonio tomó su lugar, estuvo a punto de causar una catástrofe, dejó muy malherido al Señor Altabrise- dijo Cedrícke con un tono triste que expresaba la culpa que sentía.
Hendrícke intentó hacer memoria y a su mente le vino la imagen de quien creía era el Guardián de Hagalaz, transformándose en un grotesco monstruo ante los siete Altos consejeros.
No tan lejos de ahí, en el sector residencial más elegante de Ventora, en él ultimo departamento del edificio más alto de la ciudad, una bella joven de piel muy morena y ojos violeta contemplaba tristemente el hospital desde el balcón. Una mujer mayor que en nada se parecía a la muchacha se acercó lentamente y le tocó el hombro. La joven la miró sin expresar emoción alguna, y ambas caminaron juntas por el bello jardín de flores colgantes que adornaba la galería.
-¿El señor Altabrise morirá?- preguntó fríamente la joven.
-No lo sé, espero que no, pero ya es muy mayor y al parecer, fue gravemente herido, habiendo seis Guardianes en la sala- terminó diciendo algo molesta la mujer.
El elevador , no tardó en llegar al Vestíbulo, ahí siete soldados de la corona esperaban a las dos mujeres, que fueron subidas a un carruaje y llevadas hasta el hospital.
Cuando las mujeres llegaron al hospital, todas las miradas se posaban en ellas, especialmente en la particular belleza de la joven. Su exquisito color marrón de piel contrastaba con el cristalino Violeta de sus ojos, y la gracia que poseía al caminar, le daba un aire de majestuosidad que la distinguía. Un hombre vestido con los colores característicos del reino Bilvannés saludó afectuosamente a la mujer mayor y luego le tendió la mano a la joven, sin prestarle demasiada atención. Mientras ambos adultos charlaban, la joven comenzó a caminar por los pasillos, entrando a un par de habitaciones, entre ellas, donde Cedrícke y Hendrícke se encontraban, intercambió miradas con ambos, pero no hizo ningún comentario. Cuando la muchacha desapareció de la vista de ambos, los Mandrake comentaron al unísono “que hermosa muchacha”
En la siguiente habitación que la muchacha visitó, se encontraba el Alto consejero, Asvald Altabrise, la joven dejo ver cierta tristeza en su mirar y se acercó inmediatamente a tomar la mano del anciano, que parecía inconciente.
-Señor Altabrise- murmuró la joven.
Unas cuantas habitaciones lejos de ahí, La señora que había acompañado a la joven, seguía charlando con aquel hombre, su nombre era Fabianás Olssa, Nexo entre el poder legislativo y la realeza Bilvanna. Parecía bastante perturbado, como si supiera una horrenda verdad que quisiera contar y no supiera como.
-Si Altabrise muere, con él se va el secreto- dijo decididamente la mujer.
- Pero, El reino debe saberlo, no es posible que uno de los cuatro linajes desaparezca por un antiguo capricho- espetó el adulto.
-Sería el peor momento para revelarlo, piensa la incertidumbre que ya existe con este ataque- respondió la mujer.
-Coincido en eso, al parecer, Altabrise tenía indicado presentarle cuando cumpliera los dieciocho- comentó Olssa.
-Me pregunto cual será la reacción de los reyes, talvez no se lo tomen de buena forma, su linaje ya está mezclado, las cuatro familias originales con los años se volvieron una sola y que aparezca un descendiente directo de una de estas familias, talvez le otorgue un poder especial ante los ojos de los Bilvannos y quieran darle atribuciones que los reyes no querrían compartir- pensó en voz alta la mujer.
-Nuestra historia ha sido tan intensa, hemos vivido tantas guerras y masacres, que no era tonto creer que los Brumeiias hubiesen desaparecido, Altabrise no debió guardar tanto tiempo este secreto, después de todo, hubiese sido una gran alegría para los Bilvannos- agregó Fabianás.
En la habitación, la joven seguía contemplando al anciano, que parecía no mejorar. Comenzó a caminar en dirección a la ventana de la habitación, su vestido blanco se confundía con el color de la habitación, pero su color de piel se acentuaba. La joven posó su mirada en el palacio real de la colina, de cierto modo, la muchacha sintió que algo de sí estaba en ese lugar y que tanto su pasado y futuro estaban ahí.
En las cordilleras Sur, casi al final del reino, en las oscuras y nevadas cumbres de Pavoriccua, de una ruinosa casona, un ser dos veces más grande que un ser humano promedio y con alas como de murciélago salió volando rumbo al norte, sus ojos parecían vacíos y seguir únicamente a un destello carmín de que vez en cuando titilaba, en distintos lugares, cada tanto alejándose, cambiándose de dirección y atrayendo al demonio a quien sabe donde.
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