Hubo una vez que cantabas
y tu canción nos llevaba a mirarnos, abrazarnos, a conversar
como si nadie supiera hacerlo
La memoria hoy me exige una respuesta de tu voz.
Los deseos te robaban el sueño y te mostraban una tierra sin límites,
eras atento a los ruidos que insinuaran algo de belleza,
te sentías cómodo siendo extranjero
Me decías: no debemos, pero queremos…
¿Qué fue de todo aquello?
del camino sinuoso que escogiste (o te escogió) y que te daba motivos
para dejar huellas,
de aquellas caminatas en la orilla de la montaña frente al cosmos
de los pasos en la orilla de la playa, entre dos mundos,
caminando herido, pero con una justificación que sacabas
cuando te reclamaban tanto descuido en las calificaciones
o en las metas para vivir acá.
Ir a buscarse, a encontrarse como siempre lo recomendaron los antiguos
¿qué paso con la obediencia?
¿Dónde fue a dar todo aquello de ser diferente
mudarse de la tierra de la queja, la disculpa y la miseria?
Pensabas que el tiempo era lo de menos
respetabas las cosas invisibles
escribías y eras feliz –aún sin lectores-
caminabas por Mérida, una ciudad para unos melancólica
con los niveles más altos de suicidio,
para otros una excusa para alzar la vista
y andar lento centrándose en las cosas abandonadas
en los torpes borrachos
en las putas-maestras
en los locos por tanto amor y tanta soledad
¿y ahora qué? ¿uno se cansa de tanta poesía?
Hubo una vez que no tenías ese ojo de adulto cansado
y que la paz estaba aquí, en mitad de los disturbios, en el medio de la crisis
donde tu signo predilecto era el punto y seguido.
¿Dónde esta aquello de hablar diciendo algo?
¿Cómo quieres ver el día de tu funeral?
Me has invitado a tu casa y veo que voy solo
sin tu locura de ir a lo que no es seguro
donde quizá no acoplemos por hablar del arte
sin hacer arte.
Yo aún suplico –como dijiste antes de partir-
y coloco botellas que lleve el mar o el viento
yo aún creo en ti
yo espero, como lo hacías
yo no debería, pero quiero
yo solo te lo recuerdo como me lo pediste
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