Inicio / Cuenteros Locales / AnaCecilia / La gloria y el espanto...
El hombre de mirada fría la observaba ante aquella orquesta del anfiteatro. Un aroma a perfume barato flotaba en el aire que se mezclaba con la gente. Sus cejas cubrían parte del tabique, donde una pronunciada nariz asomaba casi hasta rozar al escenario; debajo, el incipiente vello asomaba enmarcando su mentón, para culminar en esas patillas semejantes a dos rayos. Aquellas manos se extendían en largos dedos que aplaudían embobados, bajo ese perfil culto y envuelto por oscuros trajes. Desde el escenario, la voz negra de esa cantante seducía a una multitud, junto al hombre robusto de aspecto mafioso que era el manager. A su lado viejos músicos ejecutaban temblores de cuerdas y letras olvidadas. Ella sólo se contorneaba sobre una tarima endeble de madera, tratando de alcanzar la gloria con su canto; aunque íntimamente sabía la verdad. Sin embargo aquel hombre de ojos helados estaba ansioso por conocerla. Al terminar el espectáculo se acercó a su camarín, golpeando la puerta con sus pronunciados nudillos. Ivonne yacía exhausta sobre una silla despintada dentro de ese cuarto maloliente que habían improvisado. Lo miró con unos ojos tristes que mostraban su avidez de fama, mientras él se acomodaba sobre una banqueta. Aquel enjuto hombre era uno de los críticos más reconocidos de la ciudad; su imagen se reflejó junto a la de ella frente al espejo salpicado con lunares blancos. Una tenue luz hacía que pareciera más bella tras los años. Entonces dejó fluir sus más recónditos deseos, mientras la acariciaba sin retorno. Detrás, una cortina de lona entreabierta dejaba ver a la mirada libidinosa de su representante. Como de costumbre, clavó esos ojos desganados en un punto que equidistaba entre la pared y el miedo, compartiendo sus escasas sensaciones. Hasta que la espigada sombra que se movía dentro de su cuerpo estalló en un profundo gemido...
Esa semana la crítica de su espectáculo fue una de las mejores. Ivonne había pasado a ser otra de aquellas mujeres desconocidas que tocaban el infierno con sus manos...
Ana Cecilia. ©
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Texto agregado el 13-04-2004, y leído por 336
visitantes. (6 votos)
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Lectores Opinan |
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14-04-2004 |
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Ostras¡¡¡¡
me gustó mucho
Besotes, Anna monilili |
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14-04-2004 |
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Qué importa la repetición de dos palabras si el conjunto es una oda completa.
De tu calidad. rodrigo |
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13-04-2004 |
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Sigo golpeando a tu puerta para recibir tu último cuento, inusitadamente extenso. Se que estás enfadada y se te nota, me gustaría saber como ayudarte, pero no veo como, una huelga de teclados caídos, no se, algo habría que hacer. Pasando a tu cuento, me acordé de la Whitney Houston, no se porque. Y el tipo podría ser Robert de Niro, representando ambos sus respectivos papeles en una película musical. No se lo que sigue pero ya le tengo el título: "Al ritmo de las estrellas, nace una estrella". No sabes como desero que se regularice tu situación... Haré fuerza para ello. gui |
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13-04-2004 |
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muy bueno Ana, a veces la única salida, en finn, es la vida
besos india |
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13-04-2004 |
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Me gusta la sensibilidad que se desprende de tu denuncia. Esa mirada de comprensión hacia la victima, que no es admiración, ni mucho menos por ella. Simplemente pena, tristeza femenina, diría. Para él nada mejor que ese retrato de gallo " de gemidos precoces" maravillas |
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13-04-2004 |
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Uy!! Ivonne se vendió, y pensar que hay personas que para ellas es su única manera de subsistir, mis estrellas que se asoman jaja anemona |
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13-04-2004 |
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Sí, ya sé, repito al principio la palabra "Asomaba",pero hace 5 días que no tengo modo de editar ni borrar mis textos, ya no sé como pedirlo, gracias, Yo. AnaCecilia |
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