TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Aramis / Cronicas de la oscuridad NUMBER TWO

[C:343129]

TUS FOTOGRAFIAS


A mediados de octubre ocurrió un hecho sin precedentes. Nuestras oficinas de prensa recibieron la información de que en una revuelta popular un profesor de escuela y una niña fueron asesinados por la muchedumbre en un pueblito del que nos habían comentado era: “desconcertadoramente extraño” a menos esa fue la información de primera mano que obtuvimos. No pasaron ni cinco segundos desde que leí informe cuando oí la vos estentórea del director de prensa articulando mi nombre. Fui enviado de inmediato junto a, Claudia Vera, una de las mejores reporteras de todo el país, entusiasta e inteligente, bellísima y seria, así podría describirla, por aquel entonces era la flamante y mas importante contratación, en el medio, de nuestro pequeño y emergente matutino; yo seria su guía según ordenes expresas del director. Pensé: “con esto me gano el premio al reportaje del año”



La niebla espesa no permitía ver más allá de diez metros, en aquel pueblito. Los pobladores eran taciturnos y sombríos. Había una biblioteca abandonada con gárgolas en piedra negra, donde pude constatar con el zoom de la lente de mi cámara que vivían familias enteras de murciélagos. Todo era antiquísimo y polvoriento. La gente del campo vivía en cabañas alejadas ocultas en la bruma espesa de la noche. Muchas veces sentí estremecer ante algunas miradas, mi colega Claudia sintió lo mismo. Ella resulto ser risueña y carismática, solíamos conversar todo el día sobre nuestras vidas, me gusto su sonrisa y la forma en que me miraba, empecé a sentir algo por ella pues resulto ser diferente a como me la habían descrito los celosos reporteros gráficos antes de su llegada, era la sencillez personificada a pesar del reconocimiento y prestigio que había obtenido, era joven y preciosa como ya lo eh dicho y yo era (y sigo siendo) tímido y torpe. Cierta noche los hilos invisibles que nos juntaban nos zurcieron de súbito, hicimos el amor hasta el hartazgo, a cada instante, en cada momento a solas, sentíamos que nos quedaría corta la vida para seguir haciéndolo, su inteligente mirada me daba una señal y yo acariciaba su suave cabellera de ensueño, eran enigmáticos y alocados nuestros encuentros de amor. Me jure que la protegería hasta la muerte pues la gente era injusta con ella.

Tome muchísimas fotografías del lugar de los hechos; en algunas esquinas de la plaza quedaban manchas de sangre, talvez de algún revoltoso sangrante o algún civil golpeado por la autoridad, aunque esta no parecía existir, nada parecía existir. Fotografié casi todo el pueblo, me parecía impactante la cruz en la torre de la catedral donde la niebla parecía dispersarse con temor, las casas antiquísimas que parecían estar desabitadas, oscuras por dentro, reflejaban extrañamente vida y eran pocas las luces que se encendían por la noche. De ves en cuando me espantaba ante una repentina mirada iluminada como brasa en la penumbra. Lo atisbaba todo sintiendo una sensación de extrañeza y de desencanto que me acompaño en pesadillas, en ellas los pobladores nos agredían en tropel y tras ellos estaban el profesor y la niña levitando en el aire cual si fuesen almas en pena.

En casa del profesor y en casa de la niña divise el símbolo que suele usarse en rituales sangrientos, ambas casas estaban abandonadas. Y nadie hablaba, todos parecían ser mudos.



…Ese 20 de octubre el revelado de las fotografías mostraron a la niña y el profesor fallecidos en circunstancias no aclaradas, dichas imágenes fueron tomadas póstumamente con mi cámara, apareciendo, incomprensiblemente, ambas personas en todo el tiraje…. En una de ellas aparece la niña frente a las casas de la plaza… Ella esta… esta bañada en sangre, probablemente los golpes en la revuelta… aunque tiene cortes… quiero decir…cortes de rito…en otra jugando en el trampolín del parque… asechando a los sombríos niños del pueblo y en otra a escasos centímetros de mi lente tratando de… sujetarme… si…en otra tomando a Claudia de la mano, Claudia esta distraída mirando la torre de la catedral… la inmensa cruz de bronce… su mirada siniestra y sonrisa macabra me hacen suponer que algo planeaba hacerle. De las fotos del profesor me cuesta trabajo hablar pues su solo recuerdo hace que quiera escaparse el alma de mi cuerpo.... Estaba desnudo y ensopado de sangre, llevaba una estrella ritual inmensa en el pecho sangrante. Me miraba fijamente…sus ojos eran dos brasas ardientes y furiosas…





…Los enfermeros me traen mas sedantes, yo, estoy tranquilo, pero reacciono mal ante la falta de consideración pues no piden consentimiento para inyectármelos, solo actúan como bestias que no entienden mis negativas. Arrojo la camilla y la charola con el almuerzo, golpeo a uno, le muerdo el brazo a otro e intento estrangular a un tercer enfermero, siento placer al imaginar verlo morir en mi merced, destrozarle el cuello, pero luego me vuelven a sujetar y me aprisionan con una asquerosa camisa de fuerza como si, yo, estuviese loco, no lo comprendo, los quiero asesinar a golpes pero la camisa me lo impide, pienso en Claudia y siento una preocupación y furia irresistible, me zafo de la camisa, corro hacia los barrotes, trepo en ellos, me vuelven a sujetar, me tumban y me quieren tapar la boca con una mordaza, grito y grito, algo en mi esta que emerge, aúllo con todo mi ser: “¡tengo que buscarla, esta viva, esta viva, la están torturando como lo hacen conmigo, se donde esta; vean las fotos son monstruos, son monstruos!”

Claudia desapareció en la noche, en una de nuestras valientes y “románticas” caminatas a rededor del río. Abajo, las lúgubres cabañas de los campesinos. Desde lo alto sentimos la furia de sus miradas a través de la niebla espesa. De pronto Claudia gritó tan estentoreamente que sentí las ondas recorrer todo mi ser, voltee y ya no estaba a mi lado, la linterna se me cayo al río y se apagó, y yo caí presa de un sudor frío como la muerte y me dormí viendo colores y sintiendo martillazos en mi cabeza. Se que debo regresar a buscarla a ese pueblo maldito, siento que la torturan. Oigo sus gritos implorando mi nombre, la oigo gritar en la penumbra. Estoy seguro que ellos la martirizan.

Y yo aquí encerrado.





Texto agregado el 18-03-2008, y leído por 256 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
08-05-2008 WAO!! EXCELENTE NARRACION...ME PASAS LAS PALOMITAS DE MAIZ POR FIS!!! MUY BUENO. EFIMERA
15-04-2008 Atrapa desde el principio esta historia, la ambientación del pueblo misterioso muy bien lograda. Un saludo. galadrielle
12-04-2008 Terrorífica historia. Atrapa el ánimo. margarita-zamudio
12-04-2008 Justo sonó el teléfono cuando la niña tomaba la mano de Claudia, ya te puedes imaginar que salté hasta el techo. Muy bien hecho. Felicitaciones. avefenixazul
10-04-2008 wow....me encanto....muy bien trabajado el tiempo, se hace de muy facil lectura, realmente lo disfrute....saludos y estrellas!! MarMaga
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]