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Historia Alucinante

Héctor Jordinelli está sentado y observa, ¿que observa? nada que pueda verse, hasta que logra distinguir a la lejanía una figura que se bambolea, se le antoja verdosa con tonos grises en sus orejas. Es extraordinariamente preciosa la mano que ve asomarse desde detrás.
Desde detrás de su espalda, tocándole un hombro, un roce, nada más que un roce sutil, para que se de vuelta violentamente y sus labios queden pegados, por un tiempo indeterminado. Frente a sus ojos cerrados que, como sus labios, se han cocido para decir nada y decirlo todo. Lejos lo espera la mujer, que no es otra más que quien le tocó el hombro, lo haya visto o no, haya imaginado a su esposa o no, la mujer lo está esperando. Después que salió del hotel se dirigió apresurado a su departamento. Cuando entró, intentando no despertarla, la mujer, que sospechaba, le preguntó donde había estado. -Con amigos querida-, respondió Héctor, con voz queda. Por supuesto, la mujer no se lo creyó, y por dentro, se llenaba de bronca. Ni bien Héctor se hubo dormido, una llamada rompió el silencio de la calma noche. Atendió su mujer y una voz femenina del otro lado, dijo: Hola, ¿Héctor? No, habla Calipso, la esposa, y ¿usted quién es?, Hola- ¿quién habla?, ¿quién habla?- y la llamada se cortó. Veinte minutos después, escuchó duros golpes en la puerta de entrada. Abrió y delante de ella divisó una mujer de pelo rubio y ojos saltones.
-Hola, ¿está Héctor?,- preguntó. -Hola, ¿y usted quién es?
-Mire, yo soy la esposa.
-Perdone, no sabía que Héctor era casado, de haberlo sabido... Debo irme.
- Antes dígame, ¿entre usted y mi esposo ha pasado algo?
- No señora, no se preocupe, su esposo se encuentra bien.
-Mi esposo está en mi cama.
-¿Cómo? Creo que hay una confusión. Vaya y fíjese bien. La mujer fue hasta la habitación y encendió la lamparilla. -¡Quién es usted!- gritó espantada. La otra mujer entró a la casa. ¿Qué hace? Le mentí. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Quién es usted? ¿Quién es él? ¡Por dios! ¿Se conocen ustedes? Le dije que su esposo estaba bien, y que no sabía que era casado y que de haberlo sabido... de haberlo sabido. De haberlo sabido, ¿Qué? ¡No lo hubiera matado! ¿Pero qué dice? ¿Qué mató a mi esposo? Ambos, los dos. ¿Son cómplices?, ¿Usted y ese señor?, ¿me dice que mataron a mi esposo? No se preocupe señora, ¿Que no me preocupe?, su esposo es un... y suena el timbre. ¡Iré a ver! ¡No, no vaya! ¡A mí no me mataran! Señora, creo que en realidad no lo matamos! ¿Cómo que cree que no lo mataron? ¿Quién es? Héctor querida, abre rápido por favor que está diluviando. ¿Cómo? ¿No lo habían matado? En realidad el nos mató a nosotros, pero no se preocupe a usted no le hará daño, la quiere mucho. ¿Y cómo están tan seguros? Porque es su esposo. Abre querida, apúrate. ¡Espera querido! , ¡Estoy hablando por teléfono! , la mujer abrió la puerta, ¿Con quién hablabas querida? Con nadie amor. Ha sido una mala noche, ¿sabes? Vayamos a dormir. Por cierto, ¿alguna vez te dije que en este departamento, hace algún tiempo, mataron a una pareja? No me lo habías contado... me asustas. ¿Por qué? Tu cuerpo ha desaparecido, puedo ver tus piernas nomas. ¿Cómo? ¡Entonces era cierto! ¡Ellos te mataron! ¿Ellos quienes? ¿No recuerdas? No, querida. Tienes razón, solamente veo mis piernas en el espejo. ¿Pero que me está pasando? Tu cabeza si la veo bien querida, hay un volcán de sangre en tu pelo. ¡Estás muriendo querido! Deben quedarte pocos minutos de vida. ¿Eso quiere decir que en pocos minutos desapareceré completamente y ya no seré visible? ¡Me temo que si querido! ¡No se qué hacer! Antes que desaparezca cuéntame que te han dicho. Uh, muchísimas barbaridades, es una larga historia, lloré mucho. Una mujer y un hombre, y ella dijo que te conocía y que había estado en un hotel contigo! ¡Pero eso no es cierto, mujer! Entonces perdóname querido, pero tuve que matarte, porque de ningún modo iba a permitir que en nuestro aniversario de bodas, te acuestes con otra mujer. ¡Es que no me acosté con otra mujer! Siempre llevo conmigo tu foto en mi bolsillo. La mujer se puso de pie y tocó el hombro de Héctor Jordinelli. Por un momento creí que habías muerto, y tu también querida porque no veo tu rostro. Si veo mucha sangre. Ahora cuéntame sobre esos otros dos que tanto se parecen a nosotros. Ambos se miraron al espejo, pero ya no se veían. Tal vez seamos alucinaciones de nosotros mismos, tal vez, las mentes más retorcidas estén a nuestro lado, algunas veces como espectros sin que podamos verlos, en este mundo donde la cordura desapareció hace mucho tiempo.




Texto agregado el 18-03-2008, y leído por 282 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-06-2008 Muy bueno. Me gustó la tensión, la intriga y los giros que le vas dando a la situación. altorcan
 
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