“Lo que jamás te dije”
“El Amor es el momento preciso en que, espacio y tiempo, quedan retenidos ante el encuentro de dos soledades…”
I
La noche avanzaba rápidamente, finas gotas de lluvia caían al suelo, ella estaba parada en la azotea de su casa de dos pisos, parecía no sentir que el polo que llevaba puesto se iba humedeciendo poco a poco. La chica tenía la vista fija en el horizonte, se aliso el cabello, unos cabellos largos y rebeldes de color negro, mientras se hacía una trenza con ambas manos pensó en el, en porque tenia que ser así; el viento corría y su mente aun seguía analizando su rostro, “es feo, pensó, y también es chato”. Sin embargo había algo en él, no es que sea especial, tampoco que le gustara, eso ni imaginarlo, pero aun así no dejaba de oír su voz por todos lados, aquella mirada tan cálida y llena de ternura.
“Son apenas tres meses que lo conozco, definitivamente esto no es amor, es inaudito, él es muy diferente a mí y…”
Estaba equivocada, aunque le daba rabia eran parecidos en la vida que llevaban, la forma de expresarse y de hacerle frente a las adversidades. Además él poseía un don, podía leer mis sentimientos, casi siempre sabía si estaba felíz o triste. Fue casi un juego el como lo conocí…pero para entenderlo a él es indispensable entenderme a mí, saber lo que soy y lo que suelo hacer.
Me llamo Yamira y curso quinto año de secundaria, mi último año en un colegio llamado “…………..” ; en el distrito de San Luis. El colegio al cual pertenezco se encuentra ubicado en una esquina, exactamente en el cruce de las avenidas A y B; abarca casi dos manzanas inmensas pintado recientemente de color celeste con azul lo que le da aspecto de baño público pero en fin…es mi colegio., casi mi segundo hogar. En esas aulas he pasado mas de diez años, mi vida entera. Y hablando de mi vida en particular no tengo padre, solo mi madre, una mujer valerosa a la que respeto y venero mucho, pero no la quiero pues no me enseñó a hacerlo, su carácter frío quizás le impide ver que soy una mujer como ella y que tengo derecho a la fragilidad. De mi padre no se gran cosa, solo que nos abandono a mí y a mi madre por ir detrás de una ramera, eso me consta, yo no estaba hecho para él, y menos aprendió a ser padre. Desde pequeña tuve que arreglármelas sola, mis tareas, mis trabajos; mi madre solo vivía para trabajar y conseguir así el sustento. Aunque vivíamos en la misma casa somos independientes en nuestras cosas, apenas si hablamos. Así fui creciendo poco a poco descubriendo los secretos del mundo a través de los libros, ellos son los verdaderos y únicos amigos que conservo desde que aprendí a leer. Pero tuve un problema, un problema que me llevo a convivir en la soledad: crecí demasiado. Desde primaria fuí la mas alta de todo el salón, hasta ahora lo soy, al chico mas alto le llevo una cabeza entera, una chica “jirafa” como dicen. Este defecto hizo que todos se alejaran de mí, mientras ellos conversaban, jugaban, yo leía. Cuando entendí que ellos me ignoraban por mi tamaño decidí dejarlos así, pues al principio luche por todos los medios para que me hablaran, de acoplarme, pero todo fue en vano. Si no me querían por lo que era por demás estaba mi lucha y, a partir de primero de secundaria, me aislé de la sección por completo. Ya no los busque para trabajos grupales, prefería hacerlos sola, esta de mas decir que a nadie le importo, yo era innecesaria.
Pasaron tres años cuando llego un chico nuevo al salón que desestabilizó el mundo que yo había creado para huir de mi soledad. Me enamore de él, Bryan. Era guapo, de mejillas rosadas y pelo rubio, todas las chicas se morían por él, entre ellas yo. Me di cuenta de que por primera vez era parte del todo.
Como era su primer amor pensó de que podía conquistarlo, pobre ilusa. Bryan nunca le hizo caso a pesar de mis esfuerzos; un día, harto de que yo lo buscara a cada rato me dijo delante de todo el salón: “Por las puras Yamira, yo nunca me enamorare de tí”…Finos trocitos de sueños y esperanzas cayeron poco a poco y mientras corría al baño de chicas los ojos no hacían mas que derramar lagrimas de sangre, me destrozo por completo. Y hasta hoy la herida que provoco Bryan en mi corazón aun no cicatrizaba. Fuí una tonta, no soy bonita ni agraciada, aunque quisiera era estúpido tenerlo para mí. El era libre, yo no. A partir de ese entonces mi rutina fue ir cada rato libre que tenia al tercer piso, generalmente evadía clases pero había ciertas ocasiones en que el profesor no venía; en primer lugar subía por la bulla, necesitaba paz; y en segundo lugar para encontrarme con mi soledad. Me gustaba estar sola, pensar y leer en silencio.
Sin embargo hace tres meses paso algo que volvió a desestabilizar el mundo que tanto me había costado reconstruir. Recuerdo que fue un viernes, yo subía al tercer piso como siempre cuando decidí quedarme sentada en la mitad de las escaleras que comunicaban el segundo con el tercer piso, leía una novela de Tolstoi, es entonces que sentí una presencia, alguien que me miraba fijamente, recelosa volteé y allí estaba él; en un principio me pareció un energúmeno, luego un enano y finalmente un latoso, no me dejaba en paz. Cada vez que yo subía al tercer piso siempre lo encontraba, parecía adivino, yo lo trataba con indiferencia y algunas veces hasta con cierto desprecio, pero nada, cada recreo lo encontraba allí esperándome. Una semana después subí llorando al tercer piso por un problema que no consigo recordar, me senté en las escaleras y no me di cuenta que como de costumbre estaba allí, con una guitarra. Y fue entre mis sollozos que escuche una voz desentonada que cantaba:
“…Si ayer tuviste un día gris, tranquila, yo haré
canciones para tí haber si consigo hacerte
Sonreír…” *
Y me reí. No supe si fue por su voz o la guitarra. Me reí a carcajadas y él, poco a poco, sintiéndose quizás ridículo terminó riéndose también, nos reímos como tontos, no hablamos en ese momento. Nos quedamos en silencio largo rato, él miraba su guitarra y tocaba ciertas melodías, yo miraba al suelo limpiándome disimuladamente las lagrimas que quedaban en mi rostro.
Sonó el timbre que anunciaba el fin del recreo, nos paramos, yo le llevaba por lo menos unos cincuenta centímetros, con algo de timidez tome su hombro y le agradecí por sacarme de ese estado de tristeza, él con esa sonrisa tan pura y divina me dijo:
- Yo debo estar aun mas agradecido, a Dios y al mundo por haberte conocido,
Yamira.
Antes de que yo lo detuviera para preguntarle como sabía mi nombre él se fue corriendo con su guitarra. ¿De donde me conocía? ¿En que grado estaría? Me quede de piedra al asimilar mis preguntas, parecía que estaba interesada en él, ¿Cuál sería su nombre?
Fuí a clases pero no tome apuntes, ni siquiera sabía que cursos eran, estaba pendiente de las horas, hasta que llegó el segundo recreo, salí disparada del salón empujando a la profesora que recién se iba, llegue al tercer piso y él ya estaba esperándome, al verme sonrió y en un tono arrogante y bromista me dijo:
- Parece que estabas desesperada por verme…
Me sentí entupida, era más que evidente pero no podía irme, le pregunte su nombre mas no me lo quiso decir, insistí pero se negó.
- ¿Entonces como te llamaré?
Él me dijo que se llamaría como yo quisiera. Un nombre, pensé, que difícil, un nombre que lo designe y resuma todo su ser, su ternura, ¿ternura?
- Ya sé, te llamaras Ángel.- le dije
El sugirió que no tenía alas pero le gusto, se quedo con Ángel.
Ángel era un chico de cabellos color ébano y piel bronceada, según él porque todo un verano la paso en la playa años atrás, sus ojos eran de color castaño oscuro y sus labios formaban una curvilínea perfecta, su rostro era risueño, cara de niño, bueno su talla lo ayudaba, solo media un metro cincuenta y seis, sus dientes eran blanquísimos, estaba en tercero de media.
Yo era delgada, cabellos negros y largos como alambres, mis ojos marrones como tierra…en fin, no soy buena para describirme, en síntesis no soy bonita ni agraciada, pero para Ángel yo era su princesa y él el sapo. Nos encontrábamos todos los recreos (en el colegio había dos recreos), en el tercer piso, conversábamos sobre las cosas del mundo. Una rara cualidad en él era de que tenía un sexto sentido para adivinar mis ratos libres, vagaba por los pasillos con la certeza de que a la vuelta de una esquina me lo encontraría; nunca me había sentido tan querida y por lo tanto algunas veces me agobiaba y harta lo mandaba a rodar. Pero el no era como los otros, siempre volvía, mientras que yo estaba de mal humor Ángel se quedaba a unos pasos de mí y no hablaba. Con su mirada me decía todo aquello que las palabras no podían explicar y yo terminaba aceptándolo. Las semanas pasaron y comencé a descubrir sus manías, una de ellas era escribir. Varias veces lo pesque evadiendo clases para irse a la biblioteca para escribir y cuando me aparecía a su lado ocultaba a toda carrera un cuaderno rojo. Yo le preguntaba y le pedía por favor que me mostrara lo que estaba escribiendo pero Ángel terco como una mula no me decía nada. Lo dejaba entonces con sus secretos y al poco rato ya estaba detrás de mí, hablándome de Dios, de Ángeles y demonios.
No puedo negar que este corto tiempo a su lado ha sido maravilloso, como que he recuperado algo que había perdido: la alegría de vivir y de saber que la soledad no era eterna. Mas aún, me sentí extraña, confundida por algo que paso hace tres días.
Jueves en la mañana, yo llegaba al salón y lo ví con unas hojas en las manos. Ángel se acercó a mí, tuve que agacharme para que él me saludara con un beso en la mejilla, me pidió que le guardara las hojas hasta la hora de recreo, tenía que hacer algo muy importante, yo no le pregunte que así que fuí a mi salón, me faltaba la tarea de trigonometría y tocaba justo las dos primeras horas. El profesor ya estaba adentro y dictaba con monotonía su clase a la que por supuesto nadie atendía, miraba los extraños signos que dibujaba en la pizarra. Yo trataba de imitar esos dibujos en mi cuaderno, pero mi mente se negaba a estar presente en la realidad, por lo que aburrida decidí dejarla volar, liberada de las cadenas de mi voluntad viajo a mil por hora desde el pasado hacia el futuro, imaginando cosas que jamás pasarían, visitando lugares únicos destruidos hace mucho tiempo. Jugueteaba también con mi lapicero cuando me fijé en las hojas que me había dado Ángel, eran fotocopias de corrientes literarias, estaba el Realismo, el Naturalismo y el Romanticismo. Ésta última era mi corriente favorita, tanto Dumas como Víctor Hugo eran escritores geniales. Pasaba ahora si hoja tras hoja concentrada, leía fechas, datos, obras, al llegar a la última hoja supo que no era una
fotocopia, era un papel de cuaderno y tenía algo escrito a lápiz que apenas se notaba, decía esto:
“El Amor”
“Si hablo las lenguas de los hombres,
y aun de los ángeles, pero no tengo
Amor, no soy mas que un metal que
resuena o un platillo discordante.
Y si hablo de parte de Dios, y
entiendo sus propósitos secretos, y
Se todas las cosas, y si tengo la fe
necesaria para mover montañas, pero
no tengo Amor no soy nada.
Y si reparto entre los pobres todo lo
que poseo, y aun si entrego mi propio
cuerpo para ser quemado pero no tengo
Amor de nada me sirve.
Tener Amor es saber soportar; es ser
bondadoso; es no tener envidia,
ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero,
ni egoísta; es no enojarse ni guardar
rencor, es no alegrarse de las injusticias
sino de la verdad. Tener Amor es sufrirlo
todo, esperarlo todo, soportarlo todo.
El Amor jamás dejará de existir, un día
Los hombres dejaran de profetizar, y ya
no hablaran las lenguas ni serán necesarios
los conocimientos. Porque los conocimientos
y la profecía son cosas imperfectas, que
llegaran a su fin cuando venga lo que
es perfecto…”
Corintios cap 13, 1-10
Un pasaje de la Biblia copiado por él, tenía su letra. Esa hoja no estaba allí por casualidad, Ángel lo había puesto a propósito, unos segundos mas tarde descubrí la verdad, me estremecí por completo.
La lluvia me estaba mojando por completo, aun así no me moví, la hoja en la que había escrito se encontraba arrugada en mi puño, apenas una pasta mojada irreconocible, pensaba en Ángel, en lo absurdo de haber algo con él, ya sabía que se había enamorado de mí, mi corazón era un torbellino de sentimientos desencontrados, su rostro asaltaba una y otra vez mis pensamientos. Ya estaba metido en mi vida, en mi mente.
Cuando la lluvia ya amainaba tome una decisión lógica, un remedio para matar eso que iba a nacer, tenía que terminar todo tipo de relaciones con él, ignorarlo, así se daría cuenta de que yo no era su tipo.
No se me ocurría otra cosa, desilusionarlo sería suficiente, el Amor no llevaba su nombre. De pronto Yamira supo que lo extrañaba y de alguna manera lo quería.
- ¡Ya basta!.- gritó a la noche imperturbable.-¡Esto no puede seguir, yo no
Puedo estar con él, es casi un niño, sería una burla, el hazmerreír de todos! No, no y no; Ángel, perdóname pero yo no te puedo amar…
Bajo a su cuarto y se metió a su cama desnuda, se quedo rápidamente dormida. Afuera, gruesas nubes oscuras cubrían el cielo lentamente.
II
Lunes, completamente nublado, peor aun, un día más de colegio. Me levanté sin ganas de hacer nada, me cambie lentamente conciente de que la hora no se detenía. Al bajar y tomar desayuno mi madre ya se había ido a trabajar, suspire con resignación, siempre sola. Llegué al colegio faltando cinco minutos para las 8:00am o sea casi tarde; como era lunes había formación de todas las secciones tanto de primaria como de secundaria. Por un segundo mi mirada dio un recorrido a todo el patio buscándolo, no lo vi o quizás fingí no verlo, es que hay tantos chicos de primaria que fácilmente podría pasar como uno de ellos. La formación fue toda una ceremonia, hubo sermón religioso, himno nacional y del colegio, finalmente “Cara de buey” (el director, así le decíamos de cariño) parloteo unos minutos en el micrófono diciendo tontería y media, termino diciendo: “Pasen a sus salones”
Las cuatro primeras horas pasaron en total aburrimiento, llego el recreo y estaba apunto de salir pero me detuve a tiempo, si salía Ángel al no verme en el tercer piso me buscaría y podría encontrarme si vagaba por los pasillos, no, mejor me quedo. El sonido del timbre anunciando el final del recreo lacero mi alma. Durante esos eternos veinte minutos trate de hablar con un par de conocidos, cosa rara en mí ya que no quería estar sola, desde que Ángel apareció en mi vida aprendí a odiar mi soledad, esa soledad que en tiempos de antaño fue mi gran amiga. El sopor de la siguiente clase se hacía asfixiante, casi sin pensarlo fuí donde el profesor para pedirle permiso de ir al baño.
- No señorita Gutiérrez, esta prohibido salir de clase, vaya a sentarse.- dijo con voz seca.
- Profesor.-dije irritada.- Estoy con la regla.
El profesor se ruborizó, su rostro adquirió un rojo tomate intenso mientras que del salón salía un zumbido como de abejas furiosas.
- Bueno, vaya de una vez y rápido.
Salí del salón ante las miradas horrorizadas de mis compañeras, sonriendo pensé que esa treta nunca fallaba. Camine en línea recta y entre al baño de chicas que se hallaba al final del pasillo, solo para hacer la finta, luego subí por las escaleras al tercer piso , un lugar perfecto para evadir sin ser descubierta ya que solo había laboratorios de ciencia en desuso; estaba a punto de regresar al salón por donde había venido pero me detuve la percibir un ruido extraño: ¿Alguien?, me acerqué cautelosamente a las escaleras donde me reunía con Ángel, lo que ví me dejo helada, un dolor apareció de la nada al verlo, allí sentado estaba Ángel, arrinconado contra la pared, con la cabeza apoyada en sus rodillas…llorando, ¿Llorando?¿Él? Me acerque rápidamente y me senté a su lado, no sabía que hacer para sacarlo de ese estado, tenia que saber la razón de su tristeza. Él pareció no darse cuenta de mí presencia, acaricié sus cabellos con mi mano, levante su cabeza y vi su rostro, antes alegre y ahora acongojado por la pena.
- Ángel, ¿Qué tienes? No llores por favor…
Me miro con frialdad y no dijo nada. Yo sentía que todo mi ser se conmovía.
- Ángel, ¿que te pasa?
El siguió mirándome sin decir nada, al ver aquellos ojos brillantes y profundos como abismos, esos ojos que sabían hacerse entender a través de una mirada; un momento después lo comprendí, tome sus manos y dije:
- Lo siento Ángel, no pude venir porque estaba ocupada, no termine la tarea de ciertos cursos, tuve que hacerlo en el recreo, entiéndeme. Si tienes algún problema cuéntame, y si esta en mis manos ayudarte lo haré.- le había mentido, pero a fin de cuentas era una mentira blanca, todo por no destrozarlo mas de lo que estaba. El no escuchaba, miraba ahora sus rodillas.
- Ángel.- susurré
- Me fallaste.- dijo él con voz ronca.
- ¿Por qué ?.- pregunte mirándolo, mas él miraba a todos lados menos al
Frente.- ¿En que te falle?
- Te espere aquí todo el recreo, pensando que vendrías como siempre, más tú
no viniste y yo ya estaba triste.
Yamira ya estaba conmocionada con cada palabra de Ángel. Seguía llorando.
- Pero Ángel, yo ya estoy aquí.- sabía que no debía estar allí, se acordó de lo
que podía pasar, pero el verlo así, no, ahora no.- Ángel ya no llores por favor…
- Un día como hoy murió mi padre.- dijo con la voz entrecortada
En verdad yo le había fallado, era eso. Su padre.
- Ángel no estés triste, tu padre esta en el cielo mirándote, cuidándote. El no
Quiere que llores por su muerte, tu debes ser feliz, vamos sonríe.
Ángel siguió llorando. Le prometí que a la salida le compraría un pedazo de torta de chocolate, su dulce preferido, pero nada, sabía que nada de lo que dijera o hiciera tendría el poder de traerlo del mundo de su nostalgia, a menos que…Si lo iba a hacer estaba loca, no se me ocurría otra cosa, estaba al igual que él, desesperada por su misma desesperación, no lo pensé mas, me acerqué a él, levante su cabeza con mi mano, lo mire por unos segundos y lo bese, sus labios con los míos, yo me entregue por completo pues era mi primer beso, y algo así como una gran felicidad me invadió, me desbordo.
Cuando separe mis labios de los suyos el estaba atónito, poco a poco empezó a sonreír y termino riéndose. Bueno, por lo menos había funcionado, complacida vi que ya no había en su rostro rastro de dolor, sin saber porque pues apenas tenía conciencia lo abrace y prácticamente selle mi destino.
Al separarnos quise saber sobre su padre.
- Ángel…
- Quisiera hablarte a la salida.-dijo el cogiendo mis manos.-No puedo dejar de
pensar en tí, extraño tu presencia, toda tu esencia, tu vida entera.
Su voz me dio miedo.
- ¿Qué dices?
- Te amo
- ¿Estas loco?
- No, o quizás si, todos los enamorados son locos de una manera u otra.
Ángel hablaba de Amor y sus ojos brillaban, pero no por las lagrimas
- Ángel, yo…
- Pídeme lo que sea…Si quieres puedo bajarte todas las estrellas para
alumbrar tu camino.
Y sin decirme nada mas me volvió a besar, me agarro de sorpresa que no atine a rechazarlo, le correspondí; al abrir la boca sentí su lengua, sus dientes, los dos sentados besándonos porque parados ufff, ni aunque quisiera hubiera podido. Perdí la noción del tiempo, él no me dejaba de besar y yo tampoco quería que terminara pero todo tiene un fin. No pude hablar, y menos mirarlo, desilusionarlo equivaldría a matarlo; aun así tenía cogido mis manos con las suyas, en un instantes se entrelazaron.
- Gracias Yamira, por haber venido y estar aquí conmigo.-dijo
Sus palabras, su voz ya no eran la de un niño, parecía mas bien un hombre enamorado
- Llegue tarde.- atine a decir.- Perdóname
- No Yamira, tú llegaste en el momento preciso para salvarme. Tu amor me
salvo.
Me dio un beso en la frente y desapareció escaleras abajo. Yo me quede allí, alucinada, pensando en lo que había pasado, Ángel era un chico especial, una huella ya imborrable, yo la princesa y él un sapo pero ahora ya no lo veía así, un hermoso príncipe lo reemplazaba, pequeño pero príncipe de todas maneras. No es que sea cursi pero pensaba así, soy una mujer y la sensibilidad forma parte de mí, puedo llorar con un poema y ser feliz con un ramo de rosas.
No recuerdo ni como me levante y camine hasta mi salón pero al darme cuenta ya estaba dentro, pues aunque uno este en otra dimensión el mundo sigue girando. Como si otra chica hubiera estado esa mañana en las escaleras salí del letargo, mi razón se despertó y se puso a mover los engranajes del raciocinio y la lógica. Las imágenes del beso, el abrazo y las lágrimas pasaron como estrellas fugaces. Empecé a sudar frío.
Al tocar el timbre de la salida fuí la primera en salir, camine hasta el balcón del segundo piso y lo vi en la explanada del patio, exíguo, pequeño, indefenso; esperándome en la puerta principal, donde el mar de alumnos amenazaba con aplastarlo. Ángel, al verme me hizo una seña para que viniera justo antes de que la ola uniformada se lo engullera. Suspire y baje a encontrarme con él. Ya en la calle lo encontré a un costado, feliz. En todo el tiempo en que lo conocí jamás había visto una sonrisa como aquella. Le pregunte si me acompañaría a mi casa, “claro, vamos”, me dijo. Mi casa quedaba al otro lado de la ciudad por lo que teníamos tiempo de sobra para hablar y “aclarar” ciertas cosas. Empezamos a hablar de tonterías, de los profesores y de Dios. Hasta que en un momento dado el me tendió una hoja.
- ¿Qué es? .-pregunte
- Léelo, es un poema que me gusta.
Yo cogí la hoja, sabiendo muy bien que no debía, pero aun así lo leí.
Hoy ya no quiero escribir, tan solo
quiero reír y pensar en ti. Jurarnos
mutuamente que aunque los mares se
sequen y el cielo se caiga pedazo por
pedazo, siempre habrá un día, un
tiempo para decir te quiero.
Hoy ya no quiero morir, deseo vivir
fervientemente por tí, porque eres la
razón de mi existir. Abrazarte y no
soltarte aunque el mundo se acabe y
decirte que,
con tus defectos y virtudes ,
eres la persona que amo.
Hoy ya no quiero hablar, quiero que
nuestras miradas se hablen y nuestras
bocas se entiendan. Amarte sin temor.
caminar juntos entre las piedras cogidos
de la mano para no tropezar.
Hoy ya no creo en la distancia, porque
este amor que siento te ha atado a mí
sin saberlo, pues donde tu vayas mi
corazón estará contigo. Y cada día te
susurrará mis versos, mis mágicos sueños
Hoy ya no creo en el tiempo, porque
el tiempo al estar los dos juntos se
desvanece. Porque al estar los dos
juntos poseemos la serenidad del
universo y la tranquilidad del cielo.
Hoy ya no se quien soy, porque lo que
soy es por tí sin dudar. Porque tú eres
la inspiración de mis días y mí
máxima ideología…
- Es precioso.- dije
- Lo es.- contesto
Lo miré de reojo, ¿estaría en lo cierto?
- Ángel, ¿este poema lo hiciste para mi? ¿Tú lo inventaste?
- No.- dijo sin mirarme y casi sonriendo.- Es anónimo.
Mentía, lo leí en sus labios, pero no quise insistir más. Me limite a observarlo, definitivamente algo en él había cambiado, o algo en mi corazón se había abierto.
- Yamira, no quiero ir a tu casa aun. Vamos a pasear. Te llevo al fin del mundo, ¿Qué dices?
Yo solo sonreí ante su ternura. Caminamos por la calles de ese inmenso distrito una y otra vez, contemplamos parques, iglesias y un atardecer. Nuestras manos se rozaron y, sin que ninguno de los dos sugiriese algo, se entrelazaron nuestros dedos, los últimos rayos del sol y las primeras estrellas diminutas del reino oscuro celebraron nuestra unión. A las seis de la tarde nos detuvimos al frente de mi casa.
- Me voy Ángel, adiós
- No te vayas, aun no es la hora.
- Es tarde, de seguro mi madre me matara.
Nos quedamos en silencio, parados uno frente al otro.
- Prométeme que mañana vendrás a la hora de recreo, necesito de tí para
poder soportar este mundo en putrefacción.- dijo
Me reí. Algunas de sus tonterías tenían sentido.
- Ay Ángel, eres único en tu especie,¿ lo sabías?
- Si, y justo el último de mi raza se viene a enamorar de tí.
La hora había llegado, tenía que aclarar las cosas, me puse seria y adopte un tono de voz indiferente.
- Ángel, no creerás que somos enamorados,¿o si? Esta tarde fue maravillosa,
pero yo no puedo estar contigo, es imposible, no arruines estos buenos momentos, dejemos las cosas así, como si nada hubiera pasado.
Él se quedo perplejo, el brillo de sus ojos se esfumo por completo.
- Creo que he escuchado mal.
- No.- dije y mi voz tembló porque estaba mintiendo.- Yo no puedo estar
estar contigo, mira, hagamos de cuenta que todo fue un sueño.
- Pero ¿y el beso que me diste y el que yo te di?
- Yo te di el beso en un impulso, fue algo impensado. Te vi allí llorando y no
sabía que hacer para que dejaras de llorar, tú te aprovechaste de la situación, me besaste en un momento de debilidad.
Ángel estaba pálido, yo iba a decirle que lo sentía pero no me dejo, dio la media vuelta y se fue despacio, quizás esperando que yo lo llamara pero no lo hice. Antes de que desapareciera tras una esquina entre a mi casa, no quería ver sus ojos cuando volteara.
III
Paso una semana, y aunque seguimos hablando él no menciono ni una palabra de Amor. Hasta que una tarde caminando hacia mi casa él mencionó a la soledad.
- ¿Por qué te gusta estar sola?
- ¿Yo? Bueno, necesito tiempo para disfrutar mi libertad
- Se que odias tu soledad
- No la odio, solo que…
- Aparecí yo, y te demostré que ahogarte en tu soledad hace daño, ¿Por qué
No aceptas tu destino? ¿Por qué no quieres amarme?
Yo mire a lo lejos, no quería bajar la mirada y ver sus ojos.
- Tu no eres mi destino Ángel, no te amo, simplemente te quiero como un
amigo.
No sabía porque hacia eso, pero no debía enamorarme de él, no funcionaría. Todo empezó así, como un juego y como un juego debía continuar.
- Ángel, tienes que conformarte con mi amistad.
- Se que tú me amas, y estas luchando contra ese Amor que Dios te muestra
generosamente.
Yo no dije nada, terminando la conversación
Días más tarde lo encontré algo inquieto, muy pálido.
- ¿Qué te pasa? .- pregunté
- Nada, no te preocupes, son cosas de la vida.
Pero si me preocupaba.
- ¿Qué cosas?
Él calló.
Yo salí primero de mi última clase por lo que tuve que esperarlo en la puerta principal, Ángel salió al último, tranquilo, pero con una tranquilidad muy fría casi calculadora. Salimos y yo le iba a pedir que me contara la historia de los caballeros templarios cuando un chico mas alto y con cara de pavo le cogió el brazo por detrás y lo tumbo al suelo.
- ¡Párate imbecil, pelea conmigo!.- grito el chico.
Al instante se formo un círculo de curiosos alrededor de los tres. Ángel se levanto, respiro profundamente y me dijo:
- Vamos Yamira.
El chico se quedo atónito con la actitud de Ángel pero reacciono al instante, nosotros apenas avanzábamos unos pasos cuando el chico lo volvió a empujar, esta vez con ambas manos y con más fuerza mandando a Ángel a rodar a varios metros por delante. Ángel se paro y volteó, mirándolo fijamente le dijo:
- No quiero pelear, por favor, vete en paz.
Yo lo defendí, me puse entre los dos y le grite al chico:
-¡Oye abusivo, no lo molestes!
El chico me insultó
- Tú no te metas, escuálida.
Y con la rapidez de una fiera corrió y le tiró un puñetazo a Ángel con el que volvió a derribarlo.
- ¡Pelea, cobarde!
Ángel se levanto lentamente
- No la insultes.- dijo con voz fría, mas fría que el hielo, a mi me heló las
entrañas.
El chico se rió a carcajadas.
- Ella jamás te querrá. Eres chato y feo, debería darte vergüenza estar
caminando a su lado
Yo me sonroje porque las risas de los curiosos se desató en ese momento. Ángel cerró los ojos y murmuró:”Perdóname Dios mío, pero Jesús hecho a los vendedores del templo a latigazos”. Abrió los ojos y me asuste mucho, no había rastro de aquella mirada tan cálida. Sus ojos despedían odio, puro odio, y su cuerpo irradiaba una fuerza calorífica de un volcán.
- ¡Dios esta por mí y conmigo!.- gritó
El chico se quedo helado. Ángel se abalanzó sobre él y lo derribo, se dejo caer y allí empezó a pegarle como un enloquecido, destrozándolo. Por los golpes salvajes entendí que Ángel no quería pegarle sino matarlo y como nadie se acercaba a detenerlos yo cogí a Ángel alejándolo del chico que yacía en el suelo, quiso oponer resistencia pero yo no lo dejé.
- Cálmate Ángel, tú ganaste.
Al dejar el colegio varias cuadras atrás le dije que se limpiara la sangre de la boca pues allí le había caído el golpe. Salvo esto, el resto del camino no hablamos, me daba miedo dirigirle la palabra, no conocía ese lado oscuro, casi ni se despidió de mí; su comportamiento era muy extraño.
Ya en mi casa no tenía ganas de hacer las tareas por lo que me pase el resto de la tarde pensando en él.
Los días iban pasando, cada día era diferente, jamás caímos en la rutina, él se encarga de eso. Siempre tenía algo para enseñarme. Por eso me gustaba y no se lo decía.
Un día me invito al cine.
- Tranquilo pues romántico.- dije.
Dije que iríamos a ver una película romántica, tierna y graciosa.
- Bueno pues, solo si tu pagas.
El viernes en la tarde, después del colegio salimos a comer algo y de allí al Cine Aviación. Cuando vi en la cartelera reí a carcajadas. Yo también la había escuchado, era “Como si fuera la primera vez”
- Elegí esa porque es la primera vez que vamos al cine juntos.
Yo hice la cola para pagar las entradas, cuando llegue a la boletería dije: “dos entradas, una para mí y otra para mi hermano”, él sonrió.
Al entrar a la sala 2, todo estaba oscuro, a las justas encontramos sitio en el centro para ver mejor cuando empezó, yo me recosté en su hombro y el tomó mis manos. A mitad de la película me levante un poco y lo mire.
- Te amo.- susurré
Dos horas mas tarde termino y salimos, ya era de noche y hacia frío. Como había ido con uniforme al colegio por tonta no lleve chompa. Ángel, al ver que tiritaba se saco la casaca (había ido con buzo) y me la dió para que me la pusiera, claro no me quedaba, me la puse como capa, pero en fin, su intención valía. Hablamos de la película, el final había sido hermoso.
Por las calles la gente iba y venia, los carros avanzaban a toda velocidad, las luces de los faroles se encendieron, la noche caía y los pasos se asían eternos. Era algo raro, yo caminando y la bajar la vista verlo, ganas de abrazarlo me invadían pero me aguante. Al fin le pregunté:
- ¿Cómo te puedes haber enamorado de alguien como yo?
Ángel pensó unos momentos, me respondió.
- Por tu forma de ser.
- Mi forma de ser no es algo del otro mundo.
- Eres especial para mí y eso me basta
- Pero soy demasiado alta y tu eres muy bajo, somos incompatibles.
- La condición física no influye en el Amor
- Ángel, busca otra chica y enamórate de ella, conmigo vas a sufrir mucho.
- Todos nacen y mueren por Amor. Si alguna vez me dan a escoger la forma
de morir yo moriría por Amor. Tú y yo no somos diferentes. Yo estaba solo y tu también. El Amor es el encuentro de dos soledades
- Yo estoy bien con mi soledad
- Te estas negando a tí misma al aceptar algo que no es Yamira.
- Resígnate, es imposible Ángel. Yo no puedo amarte, pero mientras tanto,
¿Qué harás?
- Seguir amándote…
- ¿Y si te rechazo y te humillo delante de todos?
- Sin duda te odiaré. Pero amaré tu recuerdo.
- ¿Y si me muero?
- Amar y besaré la fría lapida que te encierra
- Estas loco. Te estas dejando llevar por la pasión
- Entiende que lo que siento no es pasión sino el mas puro Amor
- Entonces el Amor te esta cegando por completo. Yo no soy tu otra parte
- Tu eres la verdad que profeso: la simplificación de todas las cosas, del
mundo y de los sentimientos llevan tu nombre.
- Olvídate de mí
- Pídeme la muerte, mas no eso.
- ¡Eres un estúpido!.- grité y me fuí corriendo
Ángel se quedo parado unos instantes, no podría haber corrido tras ella, jamás la habría alcanzado, ella tenía las piernas mas largas y mucha carrera, por lo que empezó a caminar hacia su casa solo. Era pequeño y sin embargo no había en la tierra alguien como él, su padre no tuvo mucha altura que digamos, pero eso ya no importaba. Sino había crecido lo suficiente era cosa de Dios, de la vida.
Desde pequeño fue muy raro, hablaba con personas invisibles, dibujaba cruces, leía la Biblia; mientras que los niños de su edad corrían detrás de una pelota él prefería mirar la naturaleza, echarse en el pasto y ver el cielo. Nadie lo entendía, ni siquiera su madre pero aun con sus rarezas lo quería. Aun cuando hablara solo, “soy un instrumento de paz y amor, estoy aquí por una misión divina, salvar una persona de la muerte, una persona que el amaba: Yamira”
Caminaba Ángel sobre la vereda sintiendo como el frío invadía a Yamira poco a poco, el frío de la soledad. Decidió entonces pedir que la lluvia acabe para que ella pudiera regresar con algo de paz en su alma. Concentro todos sus sentidos su mente y su corazón en el Creador de todas las cosas he hizo su petición, “por favor Dios mío, ayúdame en esto”. De pronto su mente penetro en otro mundo, un mundo en el que todo era Amor, una voz entonces le susurró “puedes hacerlo”, Ángel asintió y clamó con una voz que no parecía la suya:
- Para lluvia…
Y la lluvia, como si hubiera escuchado se detuvo en eso momento, Ángel agradecido de todo corazón y llego a su casa en una calle apenas iluminada.
Si todos amaran el mundo sería mejor, sin embargo su vida no hubiera sido esta sino otra, una vida común y corriente; por eso estaba, para cambiar y ser la oscuridad. “Tú y los otros que están aquí son Ángeles de Amor, ustedes son los únicos que pueden hacer la diferencia”. Con más razón rearfimo su promesa, su final se acercaba y aunque la pena lo invadía, dejar el mundo, no volver a oler la fragancia de las rosas, el sol de los veranos, las playas en el atardecer… “No, no puedo echarme atrás, Yamira es todo eso y gustoso daría todas mis vidas para alejarte del abismo en el que quieres arrojarte, ansias la muerte sin saberlo, pero yo te salvaré y espero que entiendas… Si, tu vida será muy larga”
Persignándose rezo un padrenuestro por ella y su madre, los únicos seres que verdaderamente iba a extrañar.
IV
El regreso a mí. Me pidió perdón por haber sido tan terco, yo, contenta, lo acepté. Sin embargo volvimos a pelearnos.
Ángel se hallaba una mañana en la biblioteca escribiendo en el cuaderno rojo, me entro el bichito de la curiosidad pero de esa curiosidad terca y que no pararía hasta quedar satisfecha. Como lo vi a lo lejos me acerqué con cautela, él apenas me vió entrar en la biblioteca escondió el cuaderno en su mochila.
- Hola Yamira.- dijo con jovialidad
- Dame el cuaderno rojo por favor.- dije sin preámbulos
- No te lo puedo dar
- Dámelo Ángel, quiero verlo, solo un momento.- insistí
- No
Insistí, sentí que se ablandaba y finalmente dijo:
- No es para tí. Es para otra persona.
- ¿Para otra persona? ¿Para quién?
- Es una chica, algún día entenderás…
Pero no quise entender pues los celos me cegaron por completo
- Así que seguiste mi consejo, ¿no?.- dije con furia.- ¿Y que chica es? ¿La conozco?
Ángel me miro con esa sonrisa diáfana que me mortifico aun más pero no tanto como sus palabras.
- Estas celosa.
Si, me moría de celos. Pero no me importaba ser tan evidente, en ese momento quería saber si la conocía, ¿sería del colegio? ¿De su salón?
- Responde, ¿la conozco?
- Lo dudo.- Ángel bajo la mirada y comenzó a dibujar con su lápiz muñequitos
en la mesa.- Vive por mi casa.
Lo que me dijo se clavo en mi corazón como una espada de los caballeros templarios. Antes de ponerme a llorar decidí herirlo
- Bueno sé feliz con ella. Ojala sea de tu talla
Fui demasiado cruel, pero él empezó. Di la media vuelta y salí de allí. Ángel salió detrás de mí, cuando trato de tomarme el brazo yo tiré bruscamente y con tanta fuerza que lo jale hacia delante terminando a un metro de mí todo abollado. Orgullosa y herida en lo más profundo dije:
- Es tu culpa, para que me jalas.
Seguí caminando sin mirarlo. “¿Se habrá golpeado mucho?, pensé. Me detuve a mitad de camino para regresar aunque no debía. Al voltear Ángel había desaparecido.
Fuí a mi salón y no me sorprendió verlo vacío, ya en mi sitio busque a los libros, a mis amigos de infancia y eternamente pero esta vez me fallaron, abrí los tres libros que traía en la mochila uno por uno, al leer las primeras líneas me sentí mal, las cosas que decían me parecieron tan triviales que me aburrieron en las dos primeras hojas. Guarde los libros. Sin saber que hacer deambule por el salón de un lado a otro; salí a vagar por los pasillos, lo menos que quería hacer era pensar en Ángel, que se quede con la enana de su barrio. Las lágrimas empezaban a ganarme la batalla por querer salir cuando corrí al tercer piso, apoyada en el balcón, cerré los ojos; el viento golpeó mi rostro, sacudió mis cabellos. Al abrirlos nuevamente la ciudad empezó a dilatarse; vi entre la realidad y el ensueño a los estudiantes recorriendo los patios, conversando entre ellos, riéndose de banalidades, ignorantes de que acá arriba estoy yo y los observo, envidiándolos del balcón por la vida común y silvestre que llevan; veo ahora las casas aledañas, unas abandonadas y otras no, los hombres caminan por las calles pensando quizás en los hijos, en la mujer que aman, en el hogar que los espera después de una jornada de trabajo, yo me pregunto ¿ quien me esperará?
Sigo observando, las palomas revolotean entre los árboles con libertad bajo el cielo gris de invierno limeño.
Algo llamo mi atención, una figura de mujer alta esta con los brazos abiertos, a ella corre un niño y se abrazaban tiernamente. Si el mundo aceptara que yo y Ángel nos abrazáramos así… Al darme cuenta ya estaba llorando y como no podía doblegar ese sentimiento deje que fluyera igual que un río.
Recogía mis cosas completamente cansada, la última clase de Física si que había sido pesada, y lo peor de todo es que la profesora, espesa dejo muchos ejercicios de tarea. De repente allí en la puerta de mi salón estaba Ángel. Yo no lo mire, seguí arreglando mis cuadernos.
- Te estuve esperando en la puerta de salida, hace milenios que toco el timbre.
Fingí no escucharlo y con la cabeza erguida, sin bajarla, salí del salón. Ángel corrió y se pudo en mi camino.
- Escúchame Yamira.
Yo seguí caminando, iba a embestirlo (no quería lastimarlo) pero felizmente se zafó en el último segundo
- No piensas hablarme ¿verdad?
Baje las escaleras, me dirigí a la puerta de salida.
- No hagas esto Yamira, ambos nos vamos a hacer daño.- dijo Ángel, desde
uno de los balcones.
Desde ese momento y los días que siguieron lo ignore por completo, me hacía demasiada falta o mejor dicho lo amaba. En mis noches como un hombre invoca el agua desde el desierto, así lo añoraba. Necesite de toda mi entereza y frialdad para no hablarle. Ángel, por supuesto, invento miles de excusas para hablarme pero no le hice caso obviando a mi corazón que deseaba lo contrario.
Una semana más tarde recibí una especie de carta que en realidad era una prosa, antes de romperlo decidí leerlo:
A Yamira:
“Si las paredes de mi cuarto pudiesen hablar, si mis días y
mis noches te contaran sobre mi dolor, no habría juglar ni
trovador que hallara un historia tan triste de amor.
Voy solo por las calles indiferente a los detalles que el otoño
me ofrece, y en cada árbol que apenas crece veo reflejada
mi tristeza que me invade y amenaza devorarme.
Si el sol inconsecuente y la luna bella, de una esencia divina
estuvieran llenas, no cesarían de llamarte y hablarte de
un corazón solitario que deambula como un alma en penumbras
Pienso en los momentos, únicos y eternos, de esos
minutos retenidos en mi memoria, los dos hablando de Dios
y la vida, compartiendo una historia y ciencias antiguas.
Como espectro vago en los pasillos, te veo a lo lejos y
tu ignorancia me enfría las entrañas. ¿Por qué mutuamente
nos hacemos daño? Ven Yamira a disfrutar conmigo del
hogaño.
Ahora la vida que llevo me parece tan vana, tan vacía;
todos los días te busco, aunque sea una palabra o mirada
pero tú, semejante a Cariátides olvidas que existo, que fui dueño
de tus labios, que llene tu vida y pinte con esperanza la
soledad que te encerraba, abrí tu mundo con mi amor y llene de
alegría tu existencia.
Y saber que después de ser casi enamorados, vernos como por
arte de magia convertidos en un par de extraños.
El mundo insensible te ha transformado Yamira
Pero a pesar de todo, te amo…”
Tu Ángel
Llore en silencio por ser tan estupida. Yo no le hablaba, lo ignoraba de la manera mas vil, le estaba haciendo daño a el y a mi. Pero Ángel seguía escribiendo en el cuaderno rojo, lo veía a la distancia en la biblioteca o en su salón, imparable.
El tiempo paso lentamente, el frío se extinguió y la primavera llego, todas las noches calidas me dedicaba a pensar en Ángel, el corazón me gritaba que ese chico era a quien yo amaba; la razón me decía que haría el ridículo saliendo con el. Todas las salidas eran tristes para mí. Estar caminando por una calle, bajar la vista y no verlo, nunca antes el camino a mi casa me había parecido tan largo. Extrañaba el sonido de su voz susurrándome que me amaba, extrañaba el calor de su mirada, el sabor de sus labios, la esencia de su alma, sus manos suaves y tibias, sus cabellos negros como el ébano que tanto me gustaba desordenar. Extrañaba su aire de misterio, su inocencia de niño, su perfil de sabio, su corazón de hombre enamorado, extrañaba su sinceridad, su manera de escribir, su forma de amarme…ni unidos del mundo entero los mares y lagos, ni el universo sin limites elevado al cuadrado se comparan a la falta que siento al tenerte a mi lado …”
Todo me hacía recordar a él. Las calles parecían un poco mas grandes sin Ángel, el sol me hablaba de sus poemas, el viento de su locura. Los árboles me hablaban de Amor, las nubes de su tristeza y mi corazón de mi estupidez. Lo amo, lo amo con todas mis fuerzas, lo amo aun con mi miedo al que dirán, lo amo con el odio a mi soledad perpetua.
Ahora si estaba segura, ya lo había meditado, nada me detendría. Yo amo a Ángel, no me importaba que él fuera pequeño y yo una giganta, lo amaría con sus defectos, nuestra historia no tendría un final triste sino uno felíz. A la salida del colegio lo espere, sin embargo, no salió. Ya me iba a ir, triste, cuando una chica se acercó a mí, me dió un papel y se fue. Abrí la hoja reconociendo la letra de Ángel al instante.
“Quiero que sepas que te amo y siempre lo haré. Dejemos esta
guerra sin sentido de lado. Vengo a ti buscando tu perdón y
tu amor. Olvidémonos de las personas y sus leyes, que ellos
no sean un impedimento para nuestra felicidad.
Te espero el lunes a primera hora.”
Ángel
Claro que si, Ángel. Que ellos no sean la montaña entre tú y yo. Guarde la carta en mi bolsillo, respire felicidad, mariposas burbujeaban en mi estomago y no de hambre. Era Amor.
Nadie se comparaba con él, escribía hermoso, ni Neruda ni Bécquer podrían expresarse así. Aquel niño con corazón de poeta y alma de escritor me amaba y, después de tantos impedimentos tontos estaríamos juntos. Como era viernes pase el fin de semana elaborando algo bonito para decirle, ensaye varias veces en el espejo para no equivocarme, hice también una lista de actividades que aun no habíamos hecho, escogí varios libros de poesía, casi todos de amor para compartirlo con el, aliste mi ropa completamente limpia; quería que ese día fuera perfecto.
Llego el lunes y, como una adolescente de once años me dirigí al colegio por primera vez en días, felíz. Dijo a primera hora por lo que vine tempranísimo, di la vuelta al patio entero fijándome detenidamente entre los chicos de primaria. No. Aun no venía. Claro, hoy toca formación de todas las secciones, ya vendrá. Me ubiqué cerca de la puerta y espere, vi miles de rostros, de niños, adolescentes, algunos tristes, alegres, serios y huraños. Tocó el timbre de las 8:00am, la puerta se estaba cerrando poco a poco, los auxiliares comenzaban a arrear a los alumnos a formar filas, Ángel no venía.
Algo intranquila fui a la formación. Llego la hora de recreo y lo busque por todos lados, hasta entre al baño de varones sorprendiendo a los que estaban allí haciendo sus necesidades fisiológicas. Finalmente interrogue al auxiliar pero después lo mande a rodar, Ángel no es su nombre, quería buscar en la lista de asistencia de tercero para saber si había venido. No me deje decepcionar y espere ese día, mañana vendrá sin falta, lo se, me lo dice mi corazón.
No vino. Ni el martes, ni el miércoles, ni el jueves. Ya en la salida me dirigía triste al portón de salida cuando me encontré cara a cara con el chico con quien Ángel se había peleado, lo cogí de la camisa con ambas manos.
- ¿Por qué no viene Ángel? .- le pregunte furiosa
El chico me empujo y se fue corriendo. Camino a mi casa rogué con todo mi ser para que viniera al día siguiente.
El día viernes me desperté con un raro presentimiento. Al llegar al colegio casi tarde contemple con estupefacción a todos los alumnos formados en el patio y entre ellos reinaba el silencio, se denotaba apenas unos murmullos, cuchicheaban entre si. Sorprendida por la inesperada formación (solo había los lunes por ser inicio de semana, a menos que haya algún anuncio especial) Al ponerme en mi fila note que en vez de la bandera del colegio la reemplazaba otra de color negro. Y el pabellón nacional se encontraba izado hasta la mitad. Aquellas banderas flameaban con un ligero viento, todo parecía una señal, como de duelo.
Alrededor mío los murmullos no cesaban, traté de escuchar algo pero las voces eran bajas. No me anime a preguntarle a alguien pues con nadie hablaba, solo con Ángel, con la mirada trate de buscarlo en el mar uniformado, imposible distinguirlo. El director salió al frente y hablo del dolor y la tristeza, que el colegio estaba de duelo general. Un chico que cursaba el tercer grado de secundaria llamado Gabriel Llanos había fallecido atropellado por un conductor ebrio.
Al principio me sentí sorda, quería estarlo, pero la verdad retumbo en mi ser, el pecho empezó a dolerme, el corazón mismo por cada latido creí que sangraba, de pronto el piso no fue mas piso y comencé a caer al vacío penetrando en otra dimensión; de golpe regrese a la realidad tirana. Pase de la incredulidad al miedo, del miedo al terror y del terror a la histeria. Las lagrimas salían de mí a mares, “Gabriel Llanos, Gabriel, es él, es Ángel…”
V
Llore de dolor. Quería morir también, de nada me valía vivir, odiaba el mundo y a los conductores ebrios, me odiaba a mí por haber callado, por haber negado el Amor y por haber esperado. Dios me esta castigando, me arrebato el único sentido de esto, el universo con él era y sin él nada existía. Nada importaba. Todo era vano.
Sentía remordimiento, no haberle revelado, no haberle repetido aquello que tanto quería escuchar, que lo amaba, que no viviría sin él. Ahora estaba muerto, lejos de mí, en alguna parte del cielo. Yo no creía en Dios pero en ese momento creí y oré por él, rogando que no haya sentido alguna pizca de dolor. Gabriel, ¿Por qué simplemente no me dijiste que te llamabas así? Es tarde, es mi culpa. Yo origine esto. Ángel murió amándome en silencio. Yo moriré gritándolo. Ya nunca mas seré la misma, él me enseño a no estar sola, él fue mi primera vez y la última.
Pasaron dos semanas y su muerte solo parecía afectarme a mí, ahora solo vivía en el tercer piso del colegio, quería recordarlo todo, vivir todo otra vez. Algunas veces reía pensando en sus bromas, aquellas escaleras tenían impregnado en su cemento su olor, +su voz. Me estoy volviendo loca, amo a un recuerdo, amo un fantasma, amo a un espectro, amo una sombra…
Cogi una hoja de cuaderno y un lápiz, me propuse escribir y salio esto:
“Ojala pudiera olvidar el pasado
pero no puedo ya que el vive
en mí igual que ella, mi fiel
amiga y carcelera: la soledad.
Tratar de construir o mejorar
mi presente es un caso perdido
por que los cimientos de la fe
y la esperanza están desechas
así que de nada vale construir
algo sobre una base putrefacta.
Hacer frente al porvenir es en vano
es librar batallas perdidas,
emprender un viaje que jamás empezará
No tengo determinación ya que la
duda siempre ha estado allí
convirtiendo mi vida en un juego
de azar.
Corazón, no lo tengo, se hizo
trizas como un vidrio cuando cae
yo ya no siento nada, no se amar,
Ángel, tu eres una de esas cosas
que añoro del pasado…”
- Ángel, si puedes oírme quiero decirte que te amo, te amo como jamás pensé
amar, te amo mas que a mí misma, mas que a la vida misma, te recordaré siempre…
Un mes después de la muerte de Gabriel o Ángel me encontraba en mi casa como siempre sola, sin ganas ya de llorar cuando de pronto sonó el timbre. Preguntándome quien rayos sería abrí la puerta vieja y me encontré con una señora ya de edad, las canas asomaban entre sus cabellos negros. Su rostro me resultaba vagamente familiar.
- Buenas tardes, disculpe la molestia, ¿ Aquí vive Yamira?.- pregunto
Yo no conocía a esa señora, jamás la había visto, algo desconfiada le dije que yo era. Me tendió la mano con suavidad a la vez que esbozaba una sonrisa.
- Pues mucho gusto, yo soy la madre de Gabriel.
Quede atontada. Apenas si pude estrechar su mano
- Señora.- balbuceé.- Sinceramente siento lo de su hijo, yo lo conocía y…
La señora me interrumpió.
- Se que se conocían, él no dejaba de hablar de tí en casa, casi me vuelve loca,
mi nombre es Norma.
Me sorprendió ver que ella no parecía triste, tenía incluso el rostro sereno. Fijándome en su fisonomía no me quedo duda de donde había heredado el cabello negro intenso, el rostro y la estatura. Quise decirle algo sobre Gabriel, contarle algo sobre su vida en el colegio.
- Señora, yo quisiera…
- Se que Gabriel te amaba.- dijo la señora con una sonrisa maliciosa, sin duda,
Ángel no le ocultaba nada a su madre, una comunicación que ya desearía yo tener con la mía. Pero aun así me sonroje un poco.
- Nunca llegamos…
La señora hizo un gesto con la mano.
- También soy mujer Yamira, entiendo tus razones. No necesitas disculparte.
Gabriel era un buen chico pero algo raro, fuí su madre y la verdad es que nunca llegue a conocerlo del todo. Yo lo quería, aun sigo queriéndolo pero ya acepte que Dios se lo llevo y nada puedo hacer.
Esa fe y la religiosidad venían también de parte de su madre.
- Es por tí que he venido.- dijo ella
- ¿Por mí?
- Si, pues al final de la cosas te diste cuenta que lo amabas
Bajé la mirada
- Que lo amabas lo se por tus ojos hinchados de tanto llorar.
- Usted debe saber que cuando una mujer pierde al ser amado difícilmente
logra olvidarlo.
- Tienes razón, Yamira. Sin embargo hay algo que deseo contarte: Las
circunstancias fueron raras. Parece que Gabriel sospechaba que algo le iba a pasar. Cuando una semana más tarde fui a su cuarto todo estaba ordenado, dejo algo para ti, las cosas las había puesto encima de su cama más una nota y un sobre cerrado. La nota decía que eso era tuyo y que lo llevara a cierta dirección.
La señora me entregó una caja algo pesada y su guitarra junto al sobre
- Léelo.- dijo.- Y entenderás que su muerte será tu motivo. Se feliz hija mía.
- Espere.-le dije.- ¿Y ahora que hará?
Ella miró al cielo durante unos instantes.
- Supongo que empezar de nuevo.
Se marcho haciéndome adiós con la mano. Apenas desapareció abrí con desesperación el sobre, una hojita cayo al suelo, contenía unas lineas con la letra de Gabriel, decía:
Hola Yamira
Al leer esta carta yo estaré muy lejos de tí, fuera del
mundo físico. Perdóname por favor, las cosas tenían que ser así, te pido
que no reniegues de Dios si me aparto de tu lado; he aprendido que todo
lo que Él hace siempre tiene un porque y lo que puede ser un mal al principio
termina a la larga convirtiéndose en un bien.
Se que has llorado, se que has sufrido, pues ahora sabes que me amas y la
idea de ya no tenerme te es insoportable, créeme, si yo estuviera en tu lugar
mi vida perdería sentido. Es por esta razón que escribo esta carta, porque
incluso desde el mas allá te demuestro mi amor haciendo lo mismo que hacia
antes: cuidarte.
Te conozco demasiado bien y tengo la certeza de que habrás pensado en
alguna manera de calmar tu dolor y desde ya te digo que el suicidio no es la
opcion, tu debes vivir Yamira, la vida puede ser muy hermosa para quien tiene
sueños y esperanzas. Sobre todo los sueños. Te dejo esta caja y mi guitarra
para que puedas realizar los sueños que yo nunca pude realizar. Mis sueños
son ahora tuyos, prométeme que los realizaras. Siempre te amare, Yamira.
Vive y procura ser feliz.
Adiós
Tu Ángel
Abrí la caja con las lagrimas asomando en mis ojos, adentro encontré varios cuadernos, algunos escritos y otros en blanco. Había lapiceros de tinta azul y correctores; en el fondo un sobre de manila grande llamo mi atención, allí se hallaba el motivo de sus dudas: el cuaderno rojo. En la primera hoja sintió una dulce melancolía, era la dedicatoria y decía solamente esto: “A mi madre y a Yamira, las personas que mas amo en el mundo”. El cuaderno escrito desde el principio hasta la última hoja constituía una novela sobre los dos, una historia de nuestro amor. “Escritor, pensé, ese era su sueño”. Fijándome en la guitarra sobresalía del estuche un pequeño libro que explicaba detenidamente ejercicios, tonadas, arpegios, rasgueos, un libro para aprender a tocarla.
“Escritor y cantante”. Subí a la azotea, cuando de repente un viento soplo suavemente acariciándome el rostro, mire al cielo.
- Gracias Ángel…
Desde el murmullo de las aves, del viento, de los árboles y del cielo una voz confundida entre los sonidos me dijo:
- Nunca me olvides…
Sonreí como nunca lo había hecho, era él.
- Claro que no.
Baje las escaleras y traslade todas las cosas desde la sala a mi cuarto. Tome un cuaderno en blanco y empecé a escribir la historia sobre nuestro amor a mi manera, “Lo que jamás te dije”…
FIN
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