no nos moriremos
no mientras no nos quedemos encerradas en vasos
con cerveza hasta los bordes, rebalsando
nuestros días sentimentalistas de laguna sucia
en la quinta normal,
de yogures de damasco con galletas de a cien.
no sé
igual decir esto es como una falsa alarma
es como la gente vieja que entraba en bares minimalistas
con lámparas minimalistas, de acrílico naranjo
con garzonas minimalistas de uniformes minimalistas
poniendo música minimalista.
no por eso nos moriremos,
no.

igual a veces me río de cosas tontas y de pensar
que quería que no le pusieran hielo a la coca cola light
también porque mirábamos desde arriba placas dentales
y la piedra dibujada que se desaparecía después,
entre los neones rojos medios rosados
como los del setenta y tres para acá, seis al otro lado
igual no importa mucho ese "otro lado"
porque de todas maneras ya se me quitaron las ganas
de que me hiciera el amor
a las doce de la noche,
a las cinco de la tarde
y que acabara lento en mí y gemirle al oído
para que supiera que lo provocó él,
que siempre lo provocó él
desde acá, desde
la ciudad que no tiene ni contiene,
que se excita erguida maniobrando su sexo,
su sexo, su sexo. su olor a
humo y a paredes meadas en huérfanos con san martín.


me cansa llegar sucia, ocho y media de la noche
gran avenida, hombre muerto atropellado.
que ella me mire con el cigarro en la mano y seguir
insistiéndole en los cambios, en todo lo que siempre aborrecí
porque era como una mancha azotándonos desde
lejos, que no nos dejaba más que polución en el pecho
y nos abría las bocas tristes disimuladas, mascaritas
que nos compramos como huevonas estúpidas
para evitarnos el dolor de mirarnos de frente
como espejos rebotines, huevonas tontas
huevonas pavas.
no confíes, negra. mira que a la primera
te clavan los dientes de tiburón, te sacan
hasta la médula de los huesos y te dejan así,
sentada pagando a medias una botella de austral
un viernes a las siete y pico de la tarde.