- Uff señor, no sabe cuanto me ha aliviado este vaso de limonada. ¿Me da otro por favor?
- Pero claro, todos los que guste.
- Muchas gracias. ¿Cómo le va con el negocio?
- La verdad es que no muy bien, usted es mi primer cliente.
- Ah, entonces debes ser nuevo en el rubro.
- Pues no, hoy cumplí tres años.
Se quedaron en silencio por dos minutos. El viento era el único capaz de darles melodía en su roce con las latas, arena, y uno que otro papel.
- Yo creo que debe ser por la ubicación, ¿no se lo ha preguntado?
- ¿Qué cosa?
- Que no llegue gente a su local.
- ¿Pero entonces cómo llegó usted a parar acá?
- Porque bueno, desde antes que existiera su negocio que estoy acá en el medio de la nada. Y ahora que miro bien, ya había pasado antes por esta zona.
- Ve señor, este es un lugar muy transitado, si usted ya ha venido más de dos veces, no veo porque no lo vaya hacer alguien más.
- Sí, puede ser. De todas maneras fue muy sabia la decisión de poner un local en el medio del desierto. Creo que debería subirle el precio a la limonada. Por ejemplo, si usted me hubiese dicho que me cobraba el doble, el triple o mucho más que eso; de todas maneras hubiese comprado. Si ya me estaba muriendo.
- Ve que es buena ubicación. Aún así, no me gusta abusar de la gente.
El teléfono suena.
- Déme un segundo señor por favor. Puede ser un cliente.
Fernando le da la espalda.
Fernando: Local 1 buenas tardes.
Carla: (con tono aburrido) Fer, vente a casa por favor.
Fer: Tranquila Carla que estoy con un cliente.
Carla: ¿Un cliente? ¿En serio?
Fer: (entusiasta) Sí, ya se ha tomado dos limonadas. Las encuentra muy refrescantes y cree que deberíamos subirles un poco el precio. También me felicitó por la ubicación en la que estábamos, que era muy privilegiada. Además que me estoy llevando muy bien con él, quizás seamos amigos y quién sabe, hasta venga más seguido.
Carla: (con tono aburrido) Fer, vente a casa por favor.
Fernando se da la vuelta y el cliente ya no estaba. Algún día pensó Fer, algún día.
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