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A principios de XX la juventud no se vivía como en nuestros días. Una joven no podía salir sin su dama de compañía. El encuentro con un joven enamorado era casi imposible. Sin embargo, a veces se podía arreglar alguna cita fugaz, clandestina; no sin correr serios riesgos.
Tal es el caso de aquella joven que salía del teatro con su criada. Era una noche hermosa para caminar... y para el amor. Todo estaba arreglado. Su criada también tenía sus propios intereses.
Ella sabía que no estaba bien lo que hacía, pero su despertar a la adultez le exigía cruzar los límites que le habían impuesto sus padres. Sólo sería un cambio de palabras. ¿A quién dañaría eso?
El eco de sus pasos se confundían con los de su corazón que azotaban su pecho. La calle estaba desierta. Sus manos se crispaban en su vestido y lo humedecían. Se darían cuenta en su casa: el ruedo tenía fango.
Se detuvo en el lugar acordado. Él no había llegado aún. La luna se filtraba por entre los árboles, estaba segura que allí no estaba. Seguro se había olvidado de la cita.
De pronto, algo detrás de si la sobresaltó y la hizo girar. Allí estaba, mirándola de una manera apasionada, voraz.
A la joven niña no le importaron las recomendaciones. Tenía derecho a sentir lo que sentía ¿o quizás no? Él supo aprovechar esa confusión y agregó más sensaciones a ese encuentro ciñendo con sus manos la cintura femenina. La joven tembló de miedo pero quiso resistirlo, el perfume varonil, la suavidad de la seda, la luna, el silencio, la brisa, todos serían culpables de su vulnerabilidad, de su mansedumbre.
Él la escondió entre su cuerpo cubriéndola con su capa. No le resultó difícil encontrar lo que buscaba: Un beso prohibido, un beso mortal.
Noche inolvidable. Noche audaz. Noche atrevida.
La joven mujer caminaba apurada al encuentro con su criada, debían llegar juntas a su casa y se había demorado demasiado.
Sentía que algo había muerto dentro de ella, no era la misma. El pañuelo cubriría las huellas de aquel encuentro, pero ¿cómo disimularía su extraña palidez?
Si duda tendría toda la noche para pensar, toda la noche de desvelo. Todas las noches para recordar ese encuentro.

Texto agregado el 16-03-2008, y leído por 95 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
05-04-2008 Aunque te remontas al siglo XVIII, su estilo y ambientación me han gustado. Reflejas bien la sensación de culpa y el despertar de las hormonas de una chica... de las que ya no existen en estos tiempos. Me gustó. 5* zepol
16-03-2008 zzzZZZzzz...ZZZzzzZZZ... Zetaequisye
 
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