Aquel día, los 20 y pico minutos que duraba siempre el viaje en micro, se hicieron más largos que nunca. Afuera la noche envolvía todo en su oscuro abrazo, salvo algunas titilantes luces de foros o autos que pasaban por ahí. El cielo estaba despejado, mas en el interior del bus, la lluvia era incesante.
No. No era en el bus.
Era yo.
Solo en mí llovía, y si en alguien más también, no lo noté, ni me importaba tampoco.
Al llegar a mi parada, sentí que las piernas me pesaban el triple de lo normal. Probablemente, cada pedazo de mi quebrado corazón se fue por obra y arte de la fuerza de gravedad, directo hasta mis piernas, incrustándose ahí. Aunque en realidad, eran tantos pedacitos que bien pudieron haber abarcado todo mi cuerpo. Ahora que lo pienso, me costaba respirar también, entre hipo e hipo bajo esa tibia y salada lluvia que no lograba cesar. Caminé, el mismo trayecto de siempre hacia el otro bus, pero esta vez, pareció transformarse en miles de kilómetros a recorrer.
Las compasivas caras de quienes aún se encontraban en el paradero, intentaban ocultarse de mi rango de visión, pero fallaron en su pobre intento. Nadie dijo ni pregunto nada. Nadie siquiera se acercó a ofrecer un pañuelo.
Al llegar a casa, ya me esperaba el clásico discurso de un "te lo dije". Parece que, en realidad, me faltaba solo el traje de luto para terminar de completar el funeral. No hubo ninguna palabra ni comentario al respecto. Solo silencio. El mismo silencio que existió en ese par de cuadras que caminamos al irte a dejar a tu casa por última vez. Me desparramé sobre el sillón de la computadora, y sentía como poco a poco me iba deshaciendo y consumiendo desde mi interior. Junto con los pedacitos de mi corazón y de mi alma, se iban también los restos quebrados y pulverizados de miles de sueños corroídos y destrozados tras tu final adiós. ¿Hijos? No más, no contigo al menos, no como lo habíamos pensado. ¿Profesionales? Quizás, pero ya no complementaríamos nuestros trabajos. ¿Viajes? Tal vez, pero no solos tu y yo, y ni siquiera acompañados. ¿Intimidad? Adiós, me olvidé de ella.
Los días pasaron, muy muy lentos. Día a día sentía que la vida no tenía sentido, que no podía seguir adelante, que sin ti el camino se terminaba. Supliqué, luché, lloré e intenté reconquistarte con cierta indiferencia o lejanía, pero no resultó. Tu me cambiaste al poco tiempo por alguien más, y te sentías feliz a su lado. Irónicamente, la vida te enseñó después lo que era estar en mis zapatos, pero ni así cambiaron las cosas. Quizás fue para mejor.
Ya son 5 años de eso ya.
¿Morí? No, sigo con vida. Luchando, creciendo, fortaleciéndome y siendo cada vez mejor.
¿Amor? Por ahora, no lo pienso. No después de muchos tropiezos, quizás en parte provocados por los fragmentos que aún pesan en mi interior.
¿Viajes? Con mi familia, y muy aprovechados y disfrutados.
¿Intimidad? Por 20 mil, podría conseguirla, pero por ahora creo que voy a pasar.
¿Profesional? Muy cerca, solo 2 años más.
¿Hijos? Uno de mis tres sueños de vida.
El mundo siguió su camino. No cesó por mi, ni lo hizo por ti cuando estuviste en mis zapatos. Y sigue avanzando. Y fue mi deber y mi labor notarlo y levantarme, y dejar de quedarme atrás. Dejar la farsa e ir por la realidad. Ya no estás en mi vida ni yo en la tuya. No mentiré diciendo que no te extraño un poco aún, aunque quizás extraño lo que era cuando estaba contigo, pues ya no eres la misma que en aquel entonces.
¿Se puede seguir adelante?
Si. |