Un fuerte dolor de barriga, me despertó de un sueño profundo…me soñaba ya sin mas dolor.
Entonces partí entre la oscuridad absoluta de la montaña selvática…oscuridad sin estrellas ni lunas, oscuridad de las que castigan sin piedad, a buscar el sitio para evacuar seguramente otra de las tantas diarreas, muy comunes aquí.
Los grillos clamaban piedad, mientras mi cuerpo se iba en mierdas y en dolor…
Yo no era tan importante en ese momento, quizás ellos entendieron eso. Pero comprendían que era otro mas con dolor y diarreas a las 5 de la mañana en esta parte lejana del planeta(al menos para ti).
Comenzaron al principio a murmurar, luego a gritar…
Me invadió el viento fresco del mar y de la montaña…también me invadió El.
Era El?
O eran los efectos del antimalarico?
Llego hasta mi y me dijo: “capitán, cuide su salud, aquí todo es muy frágil”.
“¿Quien eres?” le pregunte. “Soy Bonifacio, su amigo”, me dijo.
Mientras me retorcía en dolor tomando con mis manos un pequeño tronco de Ceiba, recordé a mi amiguito de hacia unos días.
Volví a mi nave, a mi cama.
Insomnio, pensamientos, insomnio, pensamientos…dolor.
A la mañana le comente a un soldado lo que me había sucedido, “se trata de un Mibili mi capitán”.
“¿Como?”, “que dices?”
“si mi capitán un Mibili Mizizin, ellos vienen por la noche y entran en nuestras almas, que ya no son nuestras, a veces cuando vamos a visitar a la muerte, o cuando estamos muy enfermos”
Mi cabeza daba mas vueltas que mis jugos gástricos…
Entendía pero no me entendía.
Un Mibili…pensé
Gracias Bonifacio.
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