Se amargó pensando en lo que debía esperar para dejar de perder el tiempo. Pasó un largo interludio de nada y optó -antes de pretender levantarse a caminar- por mirarla un segundo. Minutos después quiso marcharse antes que sus deseos lo abandonaran temporalmente. "Hace rato que no me sentía así" pensó, mientras veía a lo lejos la figura de momentos moviéndose, ya no a su lado, pero sí en la misma dirección que él intentaba tomar con falta de voluntad; no encontraba la hora de abandonar sus sueños, pero seguía perdido en su atemporalidad. No obstante, así sin más, un día puso fin al lapso de descanso en tan sólo una milésima de segundo, y con mucho esfuerzo pudo comenzar a dar sus primeros pasos.

Luego de un periodo, se cruzaron los caminos antes de tiempo, pero el reloj estaba a su favor. Revueltos horas, minutos y segundos, ellos dejaron de querer quedarse para quedar queriendo dejar. La esquina de ese camino dice que los vio juntos por un nuevo sendero, y que después de ese instante, un nuevo ciclo quiso ser su hijo. "¡¡Tiempo!!", gritó mi conciencia.