En la oscuridad de la noche me confundo entre las siluetas de la gente. La gente está tan lejos aunque estire las manos y trate tocarles. Aunque les hable y ellos me respondan. Aunque intentemos sostener un vínculo para obviar la desesperación lenta que se forja cuando los intentos por realizarse, de alguna forma socialmente aceptable, se vuelven infructuosos. Luego caminas por la calle y el humo de las chimeneas, y el humo de los autos, y la neblina, se mezclan en una sola cosa que te entra por los ojos a la par que el frío se va metiendo hasta el centro de tus huesos. Caminas y el eco de tus zapatos sobre el asfalto crea una rítmica base para una música pagana que te transporta a otro universo. Avanzas a ciegas por la oscuridad viendo a lo lejos las sombras de los otros. Los otros que viven lo mismo, y que se esconden en lo mismo, y que desde sus deseos generan un halo de esperanza vacía que nunca se materializa.