Para Luga
Ella sólo acató. Sabía que su vida entraba en una etapa difusa. ¡Que pavoroso saber que todos aquellos asideros que rumbeaban su existencia, dejarían de serlo en el preciso instante en que ella tomase el avión junto a su esposo e hijos! Pero era parte del acuerdo que se habían juramentado a cumplir. Ambos delante de Dios, en esa sobria ceremonia que los enlazó en cuerpo y alma. De eso, hacía largos años…
Esto era demasiado sin embargo. Mientras el avión se elevaba, ella iba despidiéndose de ese paisaje llano, de esas nubes arreboladas que parecían dibujar una gigantesca postal en su homenaje. Cuando la tierra que tanto amaba desapareció de su horizonte, vivas lágrimas corrieron por sus mejillas y los rostros de aquellos que tanto amaba se fueron diluyendo en ese líquido sanador que la invitaba a desahogarse.
Su nueva existencia no era desagradable pero de todos modos el germen del desarraigo comenzó a enlazarle los pies, sus días se transformaron en una monocromía gris que algunos llaman nostalgia y otros depresión. No tardó en convertirse en un ser anodino, monosilábico. Era lógico. Su cuerpo había viajado muchos kilómetros. Su alma irreductible, llanera, libertaria, la depositaria de todas sus vivencias, se había negado a partir y ahora vagaba en ocultos pasajes. Era su cuerpo el que permanecía anclado a una promesa que cada día se hacía más vulnerable. Arrastraba sus pies, en actitud de desapego, realizaba sus labores mecánicamente, lo poco y nada que la sostenía en ese terreno absurdo, le permitía ejercer oficios reiterativos, trapeaba y trapeaba el piso como si con ello intentara adelgazar la capa que la separaba de su pasado.
Hasta que un día pensó que debía reunirse con su alma. Los suyos no bastaban, eso le dolía, pero era la verdad. Divagó una tarde completa, no es fácil extinguirse. La vida es soberana y rebelde, quien desea la muerte se encuentra con la premisa que es difícil cortar el vínculo, que el instinto de conservación le coloca a uno mil y una trampas, todas conducentes a permanecer, a respirar, a continuar en este mundo sobre todo predicamento…
El tiempo transcurrió pese a todo. Las heridas a veces tardan en cicatrizar, pero tarde o temprano, la sanidad llega. Mas, las secuelas permanecen, el dolor aflora a goterones cuando el recuerdo se niega a transar…
Las letras, el simple expediente de escribir para desnudar el alma, fueron la panacea para que se fuera aquietando y las ideas se depuraron para verterse sobre el teclado. Al principio fueron simples relatos, vivencias pretéritas, cartas enviadas a un anónimo destinatario. Luego, la marea creció y el instinto desbocado buscó el cauce amplio de la escritura. Y las letras fueron su sangre y el relato sus venas y arterias que se ramificaron para crearle un abanico de sueños e inquietudes…
Hoy ella ha encontrado parte de su centro, es hasta cierto punto feliz. Sólo desea ubicar el oculto mecanismo que la lleve a desentrañar el misterio de su alma en pena, esa entidad transparente que aún se niega a permanecer del todo dentro de esta nueva existencia…
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