UNAS CUANTAS FOTOGRAFIAS
Solía tomar fotografías, lo hacia seguido, lo hacia enfermizamente. Me encantaba, realmente amaba tomarlas, hacer click a la cámara. No ahora, no ahora que estoy solo y encerrado en cuatro paredes como en una cárcel. Todas las noches lloro, todas las noches maldigo y me ciento mal. Me atan de pies y manos, me inyectan no se que medicamentos en las venas, a veces me golpean o me jalan fuertemente el cabello, no me duele, solo siento una furia irresistible.
Solía viajar por el mundo, disfrutar distintos climas, distintas culturas. Por aquel entonces era fotógrafo de uno de los diarios mas importantes de la capital ¡mi sueño hecho realidad!, era el premio a tanta dedicación de mi parte.
Esos años los gocé y mucho, celebre a mas no poder, fueron para mi un ir y venir constante. Tome tantas fotografías que ya ni calcularlas puedo. Mas de un millón, creo.
Conocí China, Japón, Irak, Brasil, Tailandia, el Congo, Panamá, Hawai; creo que lo vi todo. Visite lo paradisíaco y lo terrorífico en Irak, aquello fue suspenso absoluto del que gracias a Dios pude salir airoso junto a otros compañeros de profesión.
Es mas, gane algunos premillos y condecoraciones por mis hazañas en el mundo y mis fotografías habitualmente ocupaban las portadas de mi periódico.
No se en que momento todo se derrumbo, no entiendo por que el destino frente a mi se hizo una mancha trágica y oscura, estaba cerca, sentía que me llamaba, que me inquietaba el alma como una vos profunda que dice “ven y mírame”
A mediados de octubre ocurrió un hecho sin precedentes: hubo una revuelta popular, un profesor muerto y una niña asesinada por error en un pueblito olvidado del que me habían comentado era: “desconcertadoramente hermoso”.
Fue lamentable, mi corazón dio un brinco al conocer la noticia. Fui enviado inmediatamente junto a Jessica Farfán una entusiasta reportera novata.
Quedé deslumbrado, el sol y la luna parecían convivir en el mismo cielo y las estrellas nocturnas con el día. Habían edificaciones antiquísimas pero favorables, los pobladores parecían ser gente refinada y altiva. Había una biblioteca con ventanas coloniales y gárgolas de piedra pulida, una mixtura arquitectónica en cada calle, en cada morada. La gente del campo vivía en cabañas alejadas. Muchas veces sentí estremecer ante algunas miradas, Jessica sintió lo mismo.
Tome unas cuantas fotografías del lugar de los hechos, en algunas esquinas de la plaza quedaban manchas de sangre, tal ves algún estudiante accidentado o algún profesor golpeado por alguna autoridad. En casa del profesor fallecido, Jessica se encargo de entrevistar a la viuda mientras yo contenía mis impulsos por fotografiar a la sollozante mujer. No pude con mi genio lo hice a hurtadillas.
En casa de la niña vomite. Ahora entiendo el porque, en aquel entonces me avergoncé por mi falta de compostura. Nos dijeron que el asesino los había amenazado meses antes mediante notas pasadas por debajo de la puerta. Jessica quiso saber que hacia la niña en plena revuelta ellos no lo sabían.
Me traen mas sedantes, yo estoy bien, pero reacciono mal ante su prepotencia, no piden mi consentimiento, solo actúan como bestias que no entienden palabras. Arrojo la camilla y la charola con mi almuerzo, golpeo a uno, a dos pero luego me vuelven a sujetar y me aprisionan con una asquerosa camisa de fuerza, como si yo estuviese loco, no lo comprendo, los quiero asesinar a golpes pero la camisa me lo impide, pienso en Jessica y me da una furia irresistible, me zafo de la camisa, corro hacia los barrotes, trepo en ellos, me vuelven a sujetar, me tumban y me quieren tapar la boca con una mordaza, grito y grito, no paro de gritar, algo en mi esta que emerge, “ ¡déjenme decir mi verdad!” grito con todo mi ser “tengo que buscarla, esta viva, esta viva, la están torturando como lo hacen conmigo, yo se donde esta; vean mis fotos la niña aparece en ellas y el profesor también, vean sus miradas, son monstruos”
El 17 de octubre de este año, el revelado de mis fotografías mostraron la imagen de una niña y un profesor de secundaria fallecidos en circunstancias no aclaradas, dichas imágenes fueron tomadas póstumamente apareciendo ambos en casi todo el tiraje.
En una de ellas aparece la niña frente a una de las ventanas en la plaza; en otra aparece sentada en el trampolín del parque; en otra la veo a escasos centímetros de mi lente. Del profesor no hablo pues el solo recuerdo de su imagen me pone muy mal de salud.
Jessica desapareció y de alguna manera algo me dice que debo regresar a buscarla, siento que la torturan. Estoy seguro que ellos la martirizan.
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