Lourdes….

Pensativa, con su cabeza apoyada sobre sus rodillas se dice a si misma:
”…la noche se inicia temprano, el miedo se desliza suavemente con su manto e inunda todos los espacios, las tinieblas van desplegándose poco a poco sobre la ciudad...”

Lourdes a través de la pequeña ventana del segundo piso de la gran casona que es el Hostal, observa el mundo exterior.
Puede seguir tranquilamente con su mirada, todo lo que ocurre afuera, perfectamente acomodada desde este mirador, a los hijos del Rana, con sus brazos y espaldas adornados de tatuajes, con el dorso desnudo, haciendo aspavientos de su hombría intentando abordar a dos muchachas que asustadas caminan raudas por lo avanzado de la tarde a sus casas, ellas pasan por la acera de enfrente con la vista baja sin nada en sus manos mas que la prisa del miedo, de ese que recorre la espalda.

Las camionetas avanzan a gran velocidad con su carga humana. Un hombre de labio leporino ,de aspecto indígena,, llamado el gritón por su oficio, en la puerta con destreza mortal grita desde la puerta el destino de la misma…” Al Trébol….al Trébol...”, casi no se le entiende, la bocina saca su voz con violencia, la camioneta continua tragando las cuadras.

El cielo pocas veces se nubla, pero una fina lluvia comienza a caer desde el firmamento, calida, no hace frío.

Ella, sentía que en esta tarde, su luna estaba envuelta en la nostalgia, en la desesperanza, en el sin sentido, como muchas veces divagaba, desde aquella soledad de la tarde. La invadía esta sensación de cautiverio, alza sus vidriosos ojos y vuelve a reencontrarse con la alambrada, la que adorna la casa esquina, la que contrasta con los colores de las rosas, los hibiscos, el gran Jacaranda que reparte lluvia lila de Marzo hacia la calle, sobre ellas se levantan con las puntas hacia el cielo la gran alambrada, como blasfemando o vociferando desde allí….desde el inframundo.





A lo lejos, gritos, carreras, balazos, el miedo se le acurruca de nuevo en la panza. Los hijos del Rana corren en morbosa actitud hacia la escena. Les escucha gritar:…” Hey muchä, otro secuestro...”Ocurre a diario, se repite a si misma Lourdes, entre la desesperanza y la rutina, ya no hay esperanza. Solo quedarse allí, inmóvil, espectadora de la vida, que pasa a diario ante sus ojos juveniles.

Entonces en un rayo de luna que se filtra a través de la ventana viene la magia, sonrisas de niños que juegan, en el dormitorio a la par de donde ella se encuentra, sonríe, esto le devuelve la paz, un lucero en lo alto anuncia un rayo de luz, los niños salen al corredor a juguetear sin tener idea de lo que sucede desde la ventana, en el exterior. Acá seguridad, juegos, alegría, ¿será que la esperanza esta protegida entre estas murallas?