Caminaba, si, caminaba rumbo a mi casa en donde normalmente ella, mi mujer, me esperaba con la comida caliente, un buen café y unos cuantos secretos de amor… caminaba porque el final del camino representaba en mí, el comienzo del sufrimiento eterno, de las noches sin noches y los días sin su cuerpo al lado izquierdo de mi cama…
Y ahí estaba, tan bella como siempre, mirando mis pasos acercarse y desviando su mirada hacia el infinito, induciéndome a cruzar sin siquiera saludarla pero seduciéndome con el movimiento de su cabello negro del que emanaba un exótico y excitante olor a primavera.
Fue la primera vez que la vi después de haberle dicho que se largara…. Obviamente se fue, sin embargo aún no olvido la terrible estupidez que cometí esa mañana de sábado, cuando ebrio llegué a la casa, tiré un florero y me senté a escuchar música a todo volumen….
Era mi casa y estaba en todo mi derecho… yo pagaba el arriendo, los servicios, sus labiales y mis vicios, yo era el hombre, bueno…. Aún lo soy…
Ella, bajó con los ojos casi cerrados, una pijama rosada y encima… una cobija que fue negra y ahora… grisácea, herencia de sus padres y regalo de bodas.
Me dijo en tono fuerte y hasta intimidante…. “No aguanto más… no es posible que cada sábado sea la misma historia”… traté de responderle pero ella, ya gritando prosiguió:
“Eres un irresponsable que no entiende que la vida se forja desde las pequeñas cosas, desde el ahorro de mil pesos hasta el despilfarro de cien mil besos y en especial del amor que tu olvidaste cuando empezaste a beber en esa cantina de mala muerte”
Pero si te quiero, le dije….
Te quiero?... dijo en tono irónico… si me quisieras estaríamos durmiendo después de haber hecho el amor hasta saciarnos…. Te quiero?... no te creas inteligente viéndome como una tonta.
Estaba confundido, no sabía que hacer ni que decir… sus palabras habían hecho reflexionar a mi inflexible corazón, sin embargo, cuando quise levantarme y abrazarla para pedirle que me perdone, ella sacó unas maletas que estaban tras la puerta de nuestra habitación, se limpió unas lágrimas que habían brotado de sus ojos negros más por desesperación que por tristeza y me dijo… “me voy”…
Fue la primera y última vez que lo hizo…
La tomé del brazo para pedirle que habláramos, que se quedara y la respuesta fue la más rápida y elocuente que puede darse en estos casos… un tremendo bofetón de mano derecha que me enfureció y fue aquí cuando le dije… “lárgate de una vez por todas y no vuelvas”…
En este momento no me importó que ella tuviese cuatro meses de embarazo… traten de entenderme, estaba borracho y furioso…
Paró un taxi y con el tic tac de las cuatro de la mañana, cerró la ventanilla y la posibilidad volver.
Cerré la puerta con furia y me dije… menos mal se fue, alcé la botella y brinde por mi anhelada soltería, tan mía, tan nueva… brinde por mi futuro hijo y justifiqué mi acción mirando a tantas mujeres capaces de criar un niño solas… “no me necesitará”, repetía borracho y así terminé dormido en el sofá de mi casa hasta cuando comprendí que había cometido el peor error de mi vida.
Me eché agua en la cara tan rápido como pude y salí corriendo a casa de sus papas, golpeé con furia, pero nadie me abrió, pateé con más furia y un policía me llevó a compartir un calabozo con los ladrones que habían cogido la noche anterior….
Declaré que mi mujer se había ido, y que por cosas del amor desahogué mi furia contra esa puerta de hierro, que no quería incomodar ni causar daños a nadie y que por favor, me dejaran ir, pues ella, mi adorada Samantha, era mi vida…
El policía me miró entre consternado y furioso… Es que no entiendes, replicó… no te puedes ir…
Porque!!, le grité al oficial con rabia y él, en tono pausado pero firme contestó:
Porque ellas, murieron…
Murieron!!!…. Le dije llorando… pero eso no es posible…. Anoche salió de mi casa y tomó un taxi que supongo la llevó a donde sus papás…
Me tomé la cara y lloré con un profundo dolor, pues créanme cuando les digo, que la amaba… ¿Murieron?, quise preguntarle…
Fue entonces cuando el policía más furioso que consternado me tomó del cabello, me tiró al piso, me pateó y con su bota en mi cabeza grito con excesiva furia….
“Maldito bastardo… en su vientre había una niña”… siguió golpeándome en el piso mientras histérico y con los ojos enjuagados grito como nadie había gritado: Mírate…. Si tienes la ropa y las manos llenas de sangre…
Fue entonces cuando recordé lo que había pasado, las maté, es cierto y cuanto me pesa…, pero prefiero no contar como ocurrió tan desagradable suceso… más bien les diré, que hoy y desde ese día la veo en cada esquina, en cada calle, en cada atardecer y amanecer… sepan ustedes, que no se donde estoy, más su figura aún me esquiva y me seduce… y sepan también que ese extraño olor a primavera en su cabello negro, es mi condena.
Una niña se acerca….
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