En el ocaso de mi vida,
apareces como hidalgo caballero
rescatando y sanando mis heridas.

Te añoré en dulces primaveras,
deteniendo las agujas del reloj
en un compás de espera.

Y de pronto,
irrumpes en mi casa
llama ardiente que me abraza.
Me consumes,
en la hoguera del deseo
sos causa de placer y de desvelos.

Ven,
déjame perderme
en tus caminos,
en tus llanos, tus valles,
tus desiertos, tus montañas,
tus mares, tu destino
que por ser tan tuyo,
se cruzó con el mío.

Aférrate a mi cuerpo,
de sangre caliente,
andar felino y alas de libertad.
Vayámonos descubriendo,
amémonos salvajemente
en una simbiosis perfecta
entre tu andar y mi estar.