estaba el oso frente a mis ojos. no era una película ni un dibujo ni foto, no, era un oso vivo frente a mis ojos... me pregunté en cómo diablos había llegado a estar en aquella bizarra circunstancia, pero, nada, allí estaba el oso frente a mis ojos. no podía dar un solo paso pues éste movía la cabeza de un lado hacia otro como si fuera el tronco de un árbol gris de pelos, y luego, abrió el hocico y gruñó tan fuerte que mis pelos se erizaron... ¡corre!, escuché una voz dentro de mí. ¿adónde?, respondí a la voz interior. no lo mires, y échate al piso y arrástrate como una culebra, respondió. lentamente comencé a agacharme hasta estar al nivel del piso, y, luego allí, me arrastré buscando la salida de aquel lugar... llegué a un riachuelo y allí recordé el cómo había llegado. sí, me dije, fui un tonto, un loco... ¡cómo se me ocurre bajar de la montaña solo, sin conocer a nadie ni siquiera el lugar en donde andaba!. pero, ya estaba fuera de peligro. me levanté y en ese instante vi nuevamente al oso frente a mis ojos. esta vez se venía hacia mí. lanzó un fuerte rugido y como si fuera una bola de pelos grises, se lanzó hacia mí. recordé el consejo de la voz interior y me tumbé al piso... sentí el peso del animal, sus manasas y garras por todo mi cuerpo. luego vi que se llevaba algo en el hocico, y vi, con gran tristeza, que era mi corazón... cierto, estaba muerto, ya hacía mas de unos segundos... miré los restos de mi cuerpo y seguí mi camino. no sentí pena pero sí sentí ganas de correr, y corrí, y no supe con qué parte de mi existencia lo hacía, pero corría hasta que vi una cueva y entré. vi una manada de ardillas, y una de ellas me dijo: bienvenido... me gustó su vocecita y me quedé ojo a ojo frente a una manada de ardillitas...
san isidro, marzo del 2008
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