Mi vida,
arrecife conciente
donde se estrellan las circunstancias
y se aniquila el destino.
Bitácora que atesora
una prosa
que en silencio agoniza
viendo disolver sus letras
en el cáustico hielo
de la indiferencia.
Poema que nunca
se escribirá.
Vida, la mía,
arrebol torbellino
cuando la pasión
surca la sangre.
Sensible bestia,
carne carne,
carne del animal humano,
poeta y lobo,
felino en celo.
¡Que de abrazar abrazo,
cual cien pulpos desesperados!
¡Y de besar,
de besar que decirte,
si cada beso
es un viaje encendido
entre el infinito y la muerte,
es viajar en mi alma
por las cálidas mejillas de dios!
Y he sido amigo,
y he fallado,
por ignorante he fallado,
pero lo soy.
Y como amigo que soy
he entregado todo lo mío,
mi vida,
para tomar un poquito de vos,
quizás solo tu mirada.
¡Sí, tu mirada,
con eso me bastó
para sentirme reconfortado!
Gracias te doy.
Mi vida,
canción de cuna
que espera murmurar
la muerte.
Lo inevitable,
portón a la nada
que temo y supongo.
Camino natural
de un orden biológico
que mi intelecto resiste
y mi conciencia reprime.
No quiero podrirme,
que mal huelan
mis sentimientos,
menos que mis ideas
sean un charco putrefacto
y mi pasión y mis deseos
engorden gusanos espantosos.
No quiero perdurar
en un cajón de chapa
hediendo cual mil infiernos.
¡No, no quiero morir así
ni de ninguna forma!
Quiero seguir en el viento,
en los pájaros, en las flores.
Quiero seguir,
no detener el tiempo,
estar, aunque sea, acurrucado
en algún rincón
de tus recuerdos.
Si no,
habrá sido mi vida
la triste ilusión de un muerto.
Es mi vida un sonido atónito,
que late y late,
de un corazón que duele
en el ombligo
de mi universo.
|