Hubo un día en el que creí
que tú estabas ahí
para ser mi felicidad
maravillosa e inmerecida.
Mis ojos enamorados, y tú cercana
mi alma absorta
y tú a unos pasos míos.

Hubo un tiempo en el que fui
como agua dominada por tu viento
cautivado ante tu ser,
tu cara de belleza indescifrable,
yo hechizado insalvable ante tu voz.
Tu presencia parecía esconder
el anuncio, la promesa
de un paraíso de dicha
jamás soñado.

¡Cuán luminosa era mi ilusión!
Tan brillante, que tal vez
se acercaba a lo inmenso
del amor mío por ti.
¡Qué extasis enfermaba mi espíritu
Cuando ambos convergían!
¡Y qué maravilloso era
Perderme pensando en ti!

Mas tu advenimiento
no me dió nada concreto.
Y yo (no fui capaz) no pedí cosa ninguna.
Nada llegó a realizarse.
Aunque para llegar
a ese país de nuestra fantasía
la llave estaba
en mi voluntad, tímida y tonta
y en la fuerza ominpotente
en tu alado corazón.

Nada hubo.

Y así solamente pasaste
frente a mi vida.
Hoy no sé
si estabas allí
para ser mi alegría
o para dejarme este tormento.
El tiempo de hacer fue ayer,
ahora mi espíritu
solo anhela la cura,
un nuevo aire, nueva luna.
La llegada del tiempo
cuando de la redención
hablará mi pluma.