Una vez más, la noche es mi aliada. Esta oscura y extraña etapa del día hace que mi vida, cuerpo y alma sean extremadamente sensibles y sentimentales. Comienza el sacrificio. Sacrificio intelectual y personal. El primero de los sacrificios a los que me conduce mi aliada es a pensar y pensar, dar vueltas y vueltas, sin raciocinio ninguno y relacionado con esto, aparece el segundo, una falta de descanso que me produce el complemento del agotamiento por la falta de sueño.
La alianza con la noche se perpetua y hace más fuerte a la vez que la alianza con mi ser querido se rompe más y más y parece conducirse a la absoluta ruptura. Sigo sumergido en la desolación y desesperación de perder a quien más quiero observando como mi persona se pudre y desvanece, haciendo que nada ni nadie pueda remediar esta situación. La situación me conduce a uno de mis mayores temores, la soledad. Esa sensación inquietante de pensar que no existes, que no importas y que nadie está contigo. Se asocia con la infravaloración de uno mismo y a menudo surge la pregunta de que sentido tiene la vida, cual es el objetivo de la misma, qué debo hacer. Mi respuesta siempre ha sido el equilibrio, pero estoy tan mareado y desorientado que ni siquiera logro intuir por donde puede estar mi punto de equilibrio. Norte, sur, no sé, estoy completamente perdido, a oscuras. Tan a oscuras, que mi única aliada es la triste y desdichada soledad de la noche.