INTRO:
La infidelidad entre la pareja es uno de los actos más despreciables que se puedan imaginar. Un acto que conlleva mentira, desconfianza, decepción, desamor, odio,...
Eso en cuanto a sentimientos.
En cuanto a los siete pecados capitales, con una sola acción, infidelidad, se desprenden cuatro de los siete citados.
Por una parte y en primer lugar, la lujuria de la persona que comete la infidelidad, el abandono de la fuerza de voluntad, el aumento del deseo carnal. A raíz de aquí nacen y se desarrollan en la persona defraudada y engañada la envidia, la soberbia y la ira. Una de las cosas que crean más temor en el ser humano es el abandono y remplazo, de ahí nace la envidia hacia la tercera persona de la escena. Ira y soberbia se combinan y trenzan de nuevo en la persona puenteada, apuntando indiscriminadamente hacia la persona amada y su amante. Las consecuencias son múltiples e impredecibles y abarcan desde la autodesesperación hasta el crimen.
En el siguiente relato corto, se pretende expresar estas emociones, desánimos, sentimientos y pecados.
CUENTO:
Son las siete de la tarde y Teresa se dispone a abandonar la oficina, de repente, suena su móvil y le recuerda que tiene cita con un viejo amigo. Se despide amablemente de su secretaria y se encamina apresurada hacia el ascensor, la puerta de éste está a punto de cerrarse. Un joven que está en el interior se da cuenta y mantiene la puerta abierta haciendo que tenga sentido la pequeña carrera de Teresa.
- Gracias -dice Teresa-.
Y pulsa el botón de planta baja.
- Odio el silencio de los ascensores -comenta el joven-.
Teresa sonríe y agacha la cabeza levemente sonrojada, mientras baja la falda de su traje subida ligeramente debido a la pequeña carrera. De nuevo se hace el silencio entre los dos y tras dieciséis pisos, al fin, llegan a la planta baja del edificio, Teresa sale del ascensor con decisión
- Hasta luego –susurra tímidamente-.
- Espera -responde el joven-.
El largo y lacio cabello moreno de Teresa hace una media verónica siguiendo el giro de su cabeza.
- ¿Estás en el departamento de ventas? -pregunta el joven-.
Teresa alza sus ojos esmeralda hasta encontrarse con los oscuros ojos del joven
- Sí,..., y ¿tú? ¿eres nuevo? -responde de nuevo de forma tímida-.
- Sí, empecé el lunes pasado, estoy en la gerencia de marketing.
“¿Tan joven?”, piensa Teresa, a ella le había costado seis años llegar a ser la directora del departamento de ventas. Teresa decide cortar la conversación, de alguna manera se sentía intimidada por la mirada del joven, y dijo:
- Ya nos veremos, tengo un poquito de prisa, hasta mañana.
Sin dejar responder al joven da media vuelta y se aleja, caminando con paso firme por el lujoso hall de la empresa. Sus tacones resuenan por todo el hall gracias a su forma abovedada.
En cuanto sale por la puerta giratoria se siente mucho más aliviada y mientras se dirige a su coche piensa en voz alta:
- ¿Cómo es posible que me haya quedado tan apabullada por un chaval así?. Debe ser muy joven,..., y supongo que inteligente,..., ¡guapo es evidente! -y esboza una sonrisa mientras arranca el motor de su coche-.
Durante el camino hacia "La Dolce Vita" el bar donde había quedado con su amigo, no para de pensar en aquel joven, era excesivo, por dos minutos de ascensor, llevaba pensando en el más de media hora. Llegando ya a su destino, encontró un aparcamiento, todo el tiempo que se había demorado en el trayecto lo había recuperado al encontrar aparcamiento tan rápidamente. No había estado nunca en ese local y cuando entra queda gratamente sorprendida, un local muy bien decorado al estilo de los años cincuenta, con mucho estilo. Encuentra a Álex, su amigo, detrás de la barra. Han pasado nueve años, pero lo reconoce en el mismo instante en el que lo ve. Su rostro se inunda de sorpresa, no esperaba encontrarlo trabajando allí, pensaba que habían quedado en ese sitio igual que habían podido quedar en otro, pero pronto, su cara de sorpresa se torna en satisfacción por volver a ver a su viejo amigo. Cuando están ya lo suficientemente cerca, Álex comenzó a hablar:
- Hola María.
- Hola Álex, hacía tiempo que nadie me llamaba así -responde Teresa-.
Su verdadero nombre era María Teresa.
- Eso es que hace tiempo que no nos veíamos -replica él mientras sonríe-.
- Te ves bien, no sabía que trabajases aquí.
- Cambié derecho por la hostelería, este lo inauguré hace un mes.
- ¿Es tuyo? -pregunta extrañada-
- Sí, tengo otro aquí en Madrid y dos más en Valencia, procuro ir al menos un fin de semana al mes a verlos, son como mis hijos.
- ¡Vaya! ¡si que te han cundido estos nueve años!.
- Ya ves, no me quejo.
- Bueno, cuéntame ¿Qué hay de tu vida...?
Siguieron hablando largo y tendido durante un par de horas más. Por un momento Teresa había olvidado al joven del ascensor, aunque, por segunda vez en la misma tarde estaba fascinada por un hombre. No estaba acostumbrada a eso. Su vida, a decir verdad, desde que se casó con Antonio era más rutina que otra cosa: trabajar, estar con su marido, hacer viajes algún fin de semana que otro, ..., lo "normal" según estipula la sociedad. Al menos Teresa está conforme con su vida, se siente realizada y por supuesto quiere infinitamente a su marido.
De repente, Teresa pregunta:
- ¿Estás casado?
- De eso precisamente quería hablarte, me caso dentro de un mes y además de invitarte a mi boda, quería proponerte algo delicado.
Contentísima por la noticia, Teresa responde:
- ¿De que se trata?
- Verás, es algo delicado, ..., y por favor, déjame acabar sin interrumpirme para que no haya malos entendidos.
- De acuerdo, aunque me estás empezando a asustar -responde ella con una sonrisa enrarecida-.
- Bueno, como te decía me caso dentro de un mes, y la verdad, creo que tengo un asunto pendiente contigo. Sé que te casaste hace dos años, ..., cuando me enteré me destrozó el corazón. Sabes que siempre hemos tenido una relación muy especial y cuando pasó lo que pasó, ..., pues, ..., nos distanciamos, pero yo no he dejado de quererte nunca, es más, durante estos nueve años he pensado mil maneras de volvernos a ver y juntarnos pero siempre me echaba atrás en el último momento.
- Me estás dejando de piedra... –incide ella-.
- Déjame acabar, por favor, es muy violento decir lo que quiero decirte, así que te lo diré sin rodeos, ni tapujos,...
El silencio se adueña de la situación y un enorme nudo recorre la garganta de Teresa, tal vez, provocado porque no sabe por donde puede seguir la conversación.
- Quiero acostarme contigo -dice firmemente Álex-.
- ¿Qué?
- Sí, eres la única mujer que he querido de verdad en toda mi vida y cuando me case, te perderé para siempre, es una manera de sellar y terminar nuestro amor para siempre, ..., con un final feliz.
Teresa aparta sus ojos de los de Álex y mira hacia el suelo, atónita y sin saber qué decir. Ella sabe que la relación que tuvieron fue amor de verdad, y ella tampoco ha podido olvidar a Álex, pero es una situación de sentimientos encontrados. Álex le está pidiendo que sea infiel a su marido, también le está pidiendo algo hermoso, una despedida de amor. Esa hermosa despedida hace que tenga que cometer una infidelidad y es algo que ella odia, de hecho es una de las razones del fin de la relación que mantuvo con Álex.
- ¡No!, te digo que no. Haría mucho daño a mi marido, además de tener un enorme sentimiento de culpabilidad. -responde ella, con tono receloso por haber oído semejante propuesta aunque conmovida por la sinceridad de Álex-.
- Piénsalo unos días, por favor. -le ruega Álex-
- Me tengo que ir, son casi las diez y Antonio estará terminando de hacer la cena. Es mejor que no nos veamos nunca, este es nuestro fin de amor. –replica firmemente ella-
Teresa coge su chaqueta y su bolso mientras sale apresurada y consternada del bar. Llega a su coche y emprende el camino hacia su casa. Sus ojos están bañados de emoción y afloran las primeras lágrimas, lo único que quiere es llegar a su casa y abrazar a su marido. Olvidar todo cuanto antes.
Cuando llega al garaje y se dirige hacia el ascensor para subir a su apartamento, va limpiando sus lágrimas y se arregla en la medida de lo posible para que su marido no note nada. Se para el ascensor y saca sus llaves del bolso. Cuando abre la puerta ve que su marido no ha llegado todavía, es raro porque suele llegar de trabajar sobre las nueve de la noche, pero a veces se retrasa por el tráfico. Está más tranquila porque ya está en casa, pronto llegará su marido y volverá a su vida rutinaria y segura. Se dirige a su dormitorio y se quita la ropa para ponerse algo más cómodo.
Sin remediarlo vuelve a pensar en todo lo que le ha pasado, parece como si el destino la estuviese poniendo a prueba, primero con esa especie de flirteo con el joven del ascensor y después con su antiguo amor, demasiado para vivir en el mismo día. Se siente algo aliviada porque ambas pruebas las ha pasado y no ha dejado llevarse por la situación, así que procura dejar de pensar en el tema y se va a la cocina a por un paquete de palomitas, tumbarse en el sofá y ver un rato la tele para mantenerse ocupada, cuando se dispone a coger el mando de la tele, ve una nota encima de la mesa del salón, la coge y comienza a leer, es de Antonio y dice:
" Querida Teresa, sé que es una forma cobarde y rastrera de afrontar la situación, pero no tengo el valor suficiente para decirte esto a la cara. Te quiero mucho y he sido muy feliz contigo, pero he conocido a otra persona, lo siento. Con ella estoy sintiendo cosas que nunca he sentido y aunque al abandonarte sé que te voy a destrozar no puedo ir en contra de mis sentimientos, siento que si sigo contigo te estoy engañando porque pienso en ella continuamente. Lo siento de veras. Espero que me logres perdonar algún día.
Te quiere,
Antonio"
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