I-pod en modo de viaje interno ultra rápido. Me arranco con una de esas que te ponen contra el suelo, en tanto, transfundo a mis venas el frío y la modorra de enero… y me pregunto: ¿Será que alguna vez estuve de pie? Los amores disimulados bajo mi humanidad como si de basura oculta bajo un tapete se tratara indican que no. Sigo con el interrogatorio metido en mi papel de psicoanalista maldito: ¿Si Tomh Yorke tiene cabeza de radio la mía es un corazón en paro carcomido por el salitre? Sin alusiones personales, a quien le venga bien, “Creep” con la gente de Radiohead. “…No me importa si duele / Quiero tener el control / Quiero un cuerpo perfecto / Quiero un alma perfecta / Quiero que te des cuenta cuando yo no esté por aquí / Eres jodidamente especial / Yo desearía ser especial…”. Cuesta aceptarlo, pero no fui la realidad que buscabas, ni siquiera soy una realidad, no con este hábito antinatural de volverme ilusión, no en una conciencia que en la vida me hizo espacio. Tus oídos fueron los de un ángel de Bernini y mi boca la de una gárgola anónima. Me impusiste la mano perdedora e increíblemente juzgaste mi única acción permitida sin pruebas admisibles que me condenaran, no existió defensa, partir tal vez… mas a veces elegimos no defendernos ¿Quién lo haría sabiéndose de antemano acabado en la partida? Por eso los cometas se extinguían en mis manos y los cuervos buscaban descarnar estas cuencas henchidas de ti. Eras lo indebido, lo inalcanzable, eras una prisión… y tristemente -para mí- lo sigues siendo. ¿En verdad eras jodidamente especial o eran mis cuencas henchidas de ti o mis ganas de no levantar velas? ¡Diantre! Quiero el control. Es más, esta canción se pegó.