Le doy play con Depeche Mode, “Home”. La voz, los acordes, el ritmo y la melancolía cobran forma, qué más se puede pedir en una mañana gris y nublada como las de la mítica Londres. “Aquí está una canción procedente de la parte errónea de la ciudad… / Aquí está una página procedente del escenario más vacío / Una jaula con la cruz más pesada que jamás se ha hecho / Una medida de la trampa mortal jamás tendida… / Y te agradezco por haberme traído aquí… / Por cantar estas lágrimas / Finalmente he descubierto que pertenezco aquí”. Recuerdo que habían girasoles en el jardín ¿Eran girasoles o rosas? La felicidad no me dejaba diferenciar. Eran girasoles, si, y hiedras tapizando los muros. Las sábanas siempre olorosas a lavanda y para el desayuno tostadas con jalea de membrillo ¿Y el columpio en el roble? De ahí me caí un par de veces, pero nunca dije nada, me sentía volar y esa grandeza bien valía una inapreciable cuota de dolor. Por las noches la brisa hacía bailar las cortinas de la habitación mientras mis párpados colgaban el cartelito de “cerrado”. Al despertar las sábanas seguían oliendo a lavanda. En ese universo, jugando a descubrir nuevos mundos solitarios en un ático lleno de libros olvidados, aprendí a sobrestimar las sonrisas. Un día pasó que abrí el viejo portón de madera y remaches que daba a la calle por ir tras un dibujo que el viento arrancó de mis manos. Absurdo abrir una puerta, una caja o la boca sin estar dispuesto a enfrentar los demonios liberados, demonios que ni sospechabas habitaban en ti como parásitos. No podrás volver hasta hacerte con el último de ellos... y para cuando eso pase ya no serás el mismo idiota del columpio. Los girasoles se habrán entregado a su ídolo, la hiedra no será más que briznas, las sábanas un hedor a ciénagas y el ático un espacio en negro. Abrirás el libro en la página procedente del escenario más vacío, la trampa mortal jamás tendida. Finalmente descubres a donde perteneces: a ningún lugar, a ningún corazón… a ningún alma.