Es dificil confesar los secretos que existen en mi interior, secretos que van entrelazados con sentimientos oscuros, llenos de una soledad que debo disfrazar cada día.
El amanecer es parte de una obra de teatro, he aprendido a actuar ante la gente, a parecer uno de ellos, a ser parte de esa masa que funciona como a cuerda.
Pero ese engaño es mi grandiosa obra. Tras mis ojos soy otra persona, que vive encerrada aquí adentro, sola, sin luces que alumbren mis manos, ni que entibien.
Siento miedo de la gente, solo tras mi puerta estoy segura de ellos. No creo en las sonrisas de nadie, hace rato ya que no sonrío.
Es un abismo extraño, como con ondas, que te arrastra a veces hacia arriba y a veces hacia abajo, pero que nunca te permite salir.
Soy espectadora de mis actos, pero a veces siento que la gente me mira extraño, siento el desprecio de sus miradas, aquí ya no existen los lazos de ningún tipo...la sangre solo se encarga de ahogar la esperanza que algún día existió.
El afecto infinito que me ata a mis hijos no me permite pensar en morir. Soy un ente necesario por el momento, ellos necesitan de este rol, y yo necesito de sus aromas abrasivos. El resto es nada. El mundo entero salta sobre mis cruces, vomita sobre mis penas.
A nadie de importa nada. Yo soy nada. Soy una pared para golpear, un inodoro para cagar.
Pero sé disimular, sonreir y cantar...el infierno se mantiene candente por dentro, pero solo me intoxica a mí.
Me pregunto hasta cuando este cerebro soportará las presiones de la sangre enardecida.
Dejé de ser parte de todo, me cansé de buscar afectos, la verdad es que ya no me interesa.
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