Antes los relatos de espíritus me hacían reír, pues no creía en ellos, pensaba que eran producto de la increíble imaginación de los colombianos. Sin embargo, en unas vacaciones de fin de año mi escepticismo cambió.
La historia toma lugar en una finca tan hermosa como inmensa de Cartago – Valle, propiedad de un mafioso de la región. Como es de imaginarse era una hacienda espectacular, rodeada de frondosos árboles frutales, piscina, columpios y demás adornos extravagantes. En el centro de la finca estaba la casa principal, la cuál contaba con una cocina monumental, tal era así que tenía un comedor con capacidad para unas 30 personas aproximadamente. La cocina tenia una puerta interior que comunicaba con las habitaciones, al frente estaba la habitación de los niños, posteriormente seguía un jardín interior, que separaba los dos pasillos por donde estaban las demás habitaciones, en el pasillo derecho estaba la habitación de los dueños y en el izquierdo había tres cuartos más, en el primer cuarto nos estábamos quedando mi madre y yo. Al salir de este corredor seguía la sala y el bar, cuyo ventanal daba vista a la piscina y a los columpios.
Faltaban dos noches para navidad y todos habían bajado al pueblo para comprar los regalos correspondientes, solo quedamos en la casa, mi madre, una amiga de ella y yo. Mi madre obsesiva con la limpieza, se puso a planchar en la cocina, mientras charlaba con su amiga. Como a mi no me gustan mucho las conversaciones decidí irme a ver televisión a la sala, pero cuando salí por la puerta interior de la cocina, una sombra alta y delgada pasó por delante de mi y sentí que volvió su cabeza para mirarme, sin embargo quise pensar que tal vez era el reflejo del vigilante, que al proyectarse con alguna luz hacia ese efecto, por ende me tranquilice y fui a la sala, allí prendí el televisor y me dispuse a ver una película, pero unos minutos después, escuché el ruido de los columpios, y aunque era raro, pensé que era el viento, no obstante el ruido aumento, por lo que me levante a mirar y no vi absolutamente nada, pues los columpios estaban quietos. Ya un poco inquieta decidí regresar a la cocina, el pasillo estaba oscuro y justo cuando pasaba frente a mi habitación sentí la presencia de algo y alce la mirada, sucedió lo que temía, la sombra estaba caminando a mi lado y como era muy alta me miraba hacia abajo, además no sabía porque pero sentía que era un hombre. Llegue a la cocina y le conté lo ocurrido a mi madre, por supuesto ella no sólo no me creyó, sino que me envió de regreso a mi cuarto para llevarle unos ganchos para colgar la ropa.
Aunque asustada, obedecí, pero como en tierra caliente se acostumbra a entrar, cerrar y luego si prender la luz para evitar que entren los zancudos, pues yo hice ese tanto, y he aquí donde comenzó mi pesadilla. Cuando cerré la puerta, sentí que la sombra estaba acostada boca arriba sobre mi cama, con los brazos cruzados bajo su cabeza, con una sonrisa burlona me esperaba para hacerme daño, quería violarme e intente gritar pero ni un susurro salió de mi boca, sentí que la sangre se me helaba, el tiempo pareció detenerse así como se detuvo mi respiración, quise salir corriendo, pero me paralice y no pude mover ni un solo músculo, además sabía que si salía me estaría esperando afuera, así que no tenía escapatoria de ningún modo, sólo movía mi brazo derecho buscando el switch de la luz para prenderla, pero era imposible, el maldito no aparecía, sabia que había otro al lado de mi cama, pero significaba entregarme en bandeja de plata a sus sucios deseos. Un escalofrió recorrió toda mi espalda y empecé a sudar frío como quien ve la muerte cercana, temblaba de pies a cabeza, pero no podía despegarme de allí, mientras tanto el me miraba sarcásticamente, disfrutaba mi sufrimiento, tenía todas las de ganar y lo sabía, por eso no se precipitaba. Era la lucha de un espíritu maligno contra una niña inocente, intente razonar para calmarme, por eso en medio de mi excitación, me preguntaba si realmente una sombra podría hacerme daño, y como si hubiese leído mi mente, la sombra se levantó y empezó a avanzar hacía mi, siempre con su socarrona mueca, todo parecía perdido, y por fin desesperada, invoque a Dios y el switch apareció y con este la luz. La sombra (se desvaneció) desapareció y pude gritar, con tan aterrador alarido que mi madre llegó al instante acompañada de su amiga. A punto de desmayo me reanimaron y pude contar lo sucedido.
Al otro día, el mayordomo ya enterado de lo ocurrido en la noche anterior nos contó la verdad. Efectivamente esa sombra era conocida por los del pueblo como “el acosador”, siempre se les aparecía a las mujeres jóvenes y castas. Nos narraron que se trataba de un narcotraficante que en vida disfrutaba de grandes orgías, y que siempre andaba con mujeres diferentes, pero que gozaba de muy mala fama entre las prostitutas, ya que si bien pagaba muy bien, era sádico a más no poder y siempre terminaba siendo cruel con sus acompañantes, pues no sólo las humillaba sino que además las golpeaba. Por este motivo, y ya cansadas de tal situación, ellas decidieron ponerle fin. Así un día, en el motel donde se encontraba llegaron enardecidas en manada y lo asesinaron, primero lo amordazaron y luego poco a poco empezaron a cortarle el cuerpo con un cortaúñas, luego le rociaron sal y lo dejaron allí hasta que murió al tercer día, de ahí que su alma nunca descanse en paz.
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