Todo está por acabar. Y yo que no recuerdo la fórmula de la dinamita. Con mis nervios hasta se me confunde en la memoria si el agua son dos partes de hidrógeno o dos de oxigeno. La profesora me mira desconfiando. Cree que en el pañuelo escondo escritos de combinaciones químicas. Si me pide el pañuelo solo encontrará la transpiración que sequé de mi frente. Ah, y las lágrimas de anoche. ¿Pueda ser que a esa mujer se le ocurriera dejarme justo antes del examen de química? Mis lágrimas son fáciles de descomponer. Un tercio es dolor. Otro el amor propio herido. El restante es la angustia que me produce estar solo. Tres. Faltan tres minutos para entregar. ¿Tenía que anunciarlo así esta mujer? Lo anunció mirándome a mí. Como me lo dijo Andrea, mirándome a los ojos. ¿Se regodearan estos ángeles femeninos en el sufrimiento de un hombre como yo? A ella no se le escapó ni una lágrima. Estoy seguro que esta profesora presiente mi angustia pero no le importa. ¿La dinamita se hace con azufre? Me da lo mismo. Si en este momento fabricara una bomba me sentaría arriba y haría desaparecer esta inmunda aula. Yo exploté anoche. Y dije un montón de cosas que debí haber callado. Ella dijo que entre nosotros había una química que no funcionaba. Esta visto que la química no es mi fuerte. Me tiembla todo. Como anoche. Algunos se levantan a entregar como si tal cosa. Tengo un presentimiento y garabateo una fórmula. Mi compañero de banco la mira de reojo y me hace un gesto como que no le parece sea correcta. Yo sospecho que ella conoció otro muchacho. Maldigo una y mil veces. Están recogiendo los escritos. Mi nota será pésima. Se termina. Pienso que antes que imaginar a otro besándola preferiría que se acabe el mundo ya mismo. Si la existencia del hombre sobre este planeta dependiera de mí, ya mismo le bajaría el pulgar. Última oportunidad de contestar alguna pregunta, pero mi mente está en blanco, como mi corazón. Todo esta por acabar. Y en mi alma siento un vació listo para volver a llenarse en cualquier momento.