Mientras crea, se ramifica por el mundo. Narra; observa; seduce; se explaya. Las letras unen diferencias; nos igualan; invocan sentimientos, arrojándonos al mar de esas entrañas. Mira los espectros que nacen con sus dedos; se distrae bajo ostentosos tildes que flotan en bandada, mientras, la vida se desglosa en párrafos y sinos. Entonces se sumerge nuevamente en ese abecedario; hace de sí una recurrencia, cuestionando sus más puras inquietudes. Vuelve a mirarse entre las frases, y expuesta sin ninguna dignidad al mundo, se sonroja, adorando esos puntos y comas que se esparcen sobre un horizonte blanco...
Tras la escritura, sus finos silogismos se engarzan en una conjetura más del universo...

Ana Cecilia. ©