LA ESPERA
Pobre ángel caído desde
el cielo, aunque me quede
en este infierno de olvido
pronto tú me verás perdido.
Era una mañana muy fría a pesar de ser ya noviembre, yo no podía controlar los nervios, pero aun así un destello de esperanza mecía mi corazón, iba a verla y su promesa, la de darme un abrazo cuando yo regresara, estaba en pie. Una semana sin ella y no porque yo quisiera, el clásico viaje de promoción de todos los quintos me arrastro con cadenas a Huaraz alejándome de lo único bueno en este mundo en putrefacción.
Ahora, contando las horas para verla pienso que jamás la había abrazado, seria la primera vez, y dicen que la primera vez nunca se olvida. En el alma llevaba la pena de amarla y el dolor de no poder olvidarla, el año ya se acababa, terminaba mi quinto año de secundaria y el inicio de una nueva vida sin ella era inevitable, indispensable. Y sabiendo de que esto no tenía sentido estaba allí en el pasadizo del tercer piso, esperándola.
Aun no recuerdo como la conocí, si me la presento una amiga o yo mismo me di a conocer, lo único que sé es que en las noches que siguieron después de conocerla,
de haber oído su voz, supe que esa chica marcaría mi vida y todo lo que haría hasta el fin de mis días ; en realidad tampoco recuerdo el día en que empecé a escribir sobre todas las cosas del universo, al darme cuenta no hacía otra cosa mas que convertir su nombre en poesía , su alma en inspiración. Me bastaba el solo verla para que el mundo y mi existencia se diera por justificada, cada palabra que escribía en mi cuaderno de escolar me hacían sentir un escritor realizado que ha encontrado su musa.
Fue casi una tortura ir al viaje de promoción , una semana conviviendo con gente a la que apenas había conocido en toda la secundaria, todos los días pensaba en el amor de colegio, en ese lugar donde cielo y tierra se fundía en uno solo.
Mas aún en mi corazón se libraba una batalla a muerte con la razón, decirle lo que sentía equivalía a desvelar una verdad guardada por mucho tiempo, o callar para siempre. Eran ya las 10:45 AM, su clase ya había terminado y en cualquier momento se deslizaría ante mi sintiendo por fin sus brazos, después de nuestro reencuentro le enseñaría lo que escribí allá en Huaraz, cerca de las ruinas de Chavin:
‘’ Hoy la noche cae con lentitud, y tu recuerdo me acaricia los cabellos con suavidad, le pido perdón a la soledad y ella me dice que no volverás. El humo de un cigarrillo envuelve tu rostro acercándose a mí, y un beso añorado nace desde el más profundo silencio sellando el letargo de un tiempo que aunque a vuelto se ensaña con las heridas del pasado que se niegan a cerrar.
Hoy ando entre las calles, pensando en el ayer, susurrando su nombre en mis ratos de locura, amándola desde el fondo de mi ser con mi nostalgia, besándola lentamente con mi ternura desatada y soñando una y otra vez que vive, y que no esta enterrada en el yugo de mi memoria .Pienso en ella y lloro, por el amor de ese momento, por los días a mi lado y las noches en mi cuarto…’’
Bueno, exactamente ella nunca había estado en mi cuarto, ni siquiera conocía mi casa, solo era mi amiga, mi amiga del alma. Y es que aprendí amarla por su forma de ser, siempre tenia su compañía para mi soledad, su alegría para mi tristeza, la adoraba porque aun en mis momentos de mal humor se quedaba a mi lado sabiendo de que podía herirla con mis palabras, hasta que con sus ocurrencias (También decía cada payasada), me arrancaba una sonrisa y adiós al mal humor...
- Gabriel.- dijo una voz aguda.
Mi cuerpo se estremeció por una corriente eléctrica, mi mente se volvió un torbellino de palabras, de anécdotas; pero en ese momento las palabras estaban de más. Voltee lentamente y mis ojos quedaron deslumbrados ante la presencia de un ángel, ni siquiera pude decirle hola cuando ella se abalanzó sobre mí y su cuerpo junto al mío, unidos por primera vez, emanaban un calor similar al de un volcán.
Nos abrazamos y el tiempo pareció desaparecer, la palabra tiempo perdió su significado, estaba en sus brazos, fusionado con el universo, compartiendo una paz celestial, gracias por tu amistad amor mío. Abrazada a mi, y como si no quisiera soltarse, me dijo;
- Te extrañe horrores, Gabriel.
- Y yo a ti pequeña , no sabes cuanto ….- le conteste
- Aunque no me creas, he contado los días, las horas y los segundos para verte, ay Gabriel, tengo miles de cosas que contarte, pero sobre todo , quiero hablarte de mi nostalgia, porque cada lugar del colegio me hacia recordar a ti, Gabriel. Te quiero mucho, y tú, ¿Cómo la pasaste? Cuéntame.
Nos soltamos y por fin vi su rostro como en mis sueños, como nunca. Sus ojos brillaban, su rostro completamente ruborizado, sus labios serenos.
- Maria….-dije.- Me parece un sueño que estés aquí, conmigo.
- No es un sueño Gabriel.-tomó mis manos con las suyas y bajo la mirada.-Como te lo prometí, te di un abrazo…
- Pero tu bien sabes que no hay primera sin segunda.
Y sin decirle nada volví a abrazarla, con un poco mas de fuerza tal vez, porque quería recordar esa sensación para siempre, ella no opuso resistencia pero con una sonrisa maliciosa me susurro que ese momento no se repetiría muy a menudo, aun así, a pesar de su comentario, se estrecho mas a mí, como si también ella quisiera recordarme por toda su vida.
Una hora mas tarde los dos conversábamos animadamente en las escaleras que dan acceso al tercer piso, ya me había contado las cosas locas que había hecho en una semana, en verdad era loca y no bien pero de cierto modo yo también estoy ligado a la locura, ella me contagio.
- Ahora cuéntame las cosas que hiciste allá en Huaraz, debió haber sido chévere, una semana con tus amigos y amigas, habrá pasado algo, una anécdota. –dijo ella con su voz preciosa
Yo miré a lo lejos, ¿le diría la verdad? No, como siempre, le mentiría. Su felicidad era la suya.
- Bueno, que te puedo contar Maria, bien, veamos las estadísticas .En toda la semana fue el comienzo y el fin para muchos, unos para mal y otros para bien .-Calle un momento y dije casi riéndome .-Síntesis del viaje de promoción del 5 to “A” de secundaria, del Colegio Nacional de Lima: En primer lugar seis chicos perdieron la virginidad en una noche de discoteca, la mitad del salón se metió en el infierno de las drogas ,lastimosamente una pareja va a salir con su certificado de estudios y siendo ya padres de familia, uno desapareció en Pastoruri, o se perdió o cayó en una grieta y murió congelado, en fin …
- Basta , basta, tú si que eres payaso, Gabriel
- Solo quería hacerte reír.
- Bueno, ¿y como es Huaraz?
- Una tierra bellísima, como era verano, me levantaba a las 6:00am y el sol ya estaba en lo alto. El cielo azul, no como en Lima que es opaco, su aire es limpio, purísimo. No te imaginas, el clima, durante esa semana hizo sol, llovió, hasta tormenta y granizada hubo.
- No te creo.- dijo ella sonriendo.
- Enserio, Huaraz es lo máximo.
Se quedaron en silencio unos instantes.”Si te contara sobre mi soledad, sobre toda esa semana en la que en realidad mi cuerpo estaba allí, pero mi corazón se quedo en Lima, junto a tí.”
- ¿Que te pasa?.-pregunto Maria.
- No, nada, solo me quede pensando, discúlpame.
- Algo tienes, te conozco, Gabriel. Dime que tienes.
- No Maria, no tengo nada, es imaginación tuya.
- Bueno, si tú lo dices.
Gabriel acarició su mejilla, ella bajo la mirada sonriendo.
- ¿Qué haces Gabriel? No seas coqueto conmigo, no te va a funcionar
- ¿Ah sí?
- Si
- Esta bien
Hablaron entonces de otras cosas, de los amigos que tenían en común. Mientras hablaban Gabriel era un torbellino de dudas y apuestas, no sabía si declararse a Maria en ese momento, habían sido amigos durante casi dos años, dos años compartiendo momentos felices y tristes .También hubo un tiempo en que se pelearon a muerte, y es que dos personas no se podían considerar amigos si antes no se peleaban. Conocí en ese momento su lado oscuro, su frialdad y su facilidad para ignorar a las personas, pero felizmente tenia corazón. Una semana después de haber discutido a gritos y habernos declarado la guerra, fui donde ella con bandera blanca en el corazón dispuesto a pedir perdón, decirle que estaba arrepentido y humildemente reconocía mi error. Ella me miró y luego sonrió, se acerco a mí, estuvo a punto de abrazarme pero se lo pensó mejor, retrocedió unos pasos, adoptó un aspecto solemne y me tendió la mano, yo se la estreche con emoción aunque también algo serio y triste por el abrazo no dado.
En fin, Maria era mi todo, buena amiga, sabia consejera.
Maria estaba feliz de verlo, una semana sin él, vaya que lo había extrañado, ¿Cómo no extrañarlo?, Gabriel era un chico lindo, atento, caballeroso; lo estimaba bastante, lo quería como un hermano. ¿Podía haber algo entre los dos? No, para nada, ellos eran buenos amigos, se destruiría todo si lo hicieran.
No lo conoció en el colegio sino en la calle, en una esquina, la de la Av. Canadá con San Luis, sentado siempre en un muro, siempre, todos los días, con la mirada fija en el horizonte; parecía esperar a alguien .Cuando terminaba mis ensayos con la banda del colegio era ya un poco tarde, las 4:30pm, mi casa quedaba en las Torres de San Borja, por lo que el paso era obligatorio en esa esquina. Yo pasaba por allí apuradísima y sin querer notaba su presencia; al principio lo ignoraba pero poco a poco me fui acercando a él, su soledad, su mirada perdida, su actitud resignada, su espera eterna. Entonces un día del que ya no recuerdo me acerqué y le pregunte a quien esperada. Gabriel sonrió y me dijo que a mi; empezamos a conversar y sin querer lo conocí mas de lo que me imaginaba. Vivimos muchas cosas juntos, el tiempo fue testigo de todas las cosas que hicimos.
Por aquellos días Gabriel ocupó todos mis pensamientos, pensé de que aquello era amor, pero no, él era un amigo verdadero, sabia todos sus secretos, al tener un problema no dudaba ni por un instante pedirle consejo. A pesar de estar en quinto de media era muy maduro, seguro de sí mismo, dispuesto a arriesgar su pellejo por mí; también tenía su lado raro, mejor dicho, oscuro. De vez en cuando lo escuchaba decir cosas extrañas, murmuraba oraciones en latín, invocaba a Dios, le pedía fe.
Lo respetaba por ser tan creyente, y aun por eso lo quería más.
- Maria, basta de mentiras. He sido un hipócrita contigo.
Las palabras de Gabriel resonaron nítidas en su mente, y tardó unos segundos en asimilar esa frase.
- Gabriel, no te entiendo…
- Te he mentido, perdóname.- dijo él, torciendo la vista
- ¿Perdonarte que? No me has hecho nada
- Te mentí
- ¿Qué?
Gabriel, me miró directamente a los ojos, no pude retener el contacto visual, su mirada era muy penetrante, por lo que desvié la vista.
- No me divertí en Huaraz. Fue una pesadilla.
Maria quedó estupefacta. Gabriel se levantó de las gradas y subió al tercer piso apoyándose en la baranda. Yo me acerqué a él, preocupada,
- Gabriel, que...
- Estuve toda esa semana en Huaraz aburrido y solo, ni siquiera fui a conocer los lugares turísticos, me quede en el hotel diciendo que estaba indispuesto, para leer y escribir.
- ¿Por qué lo hiciste? Tus amigos…
- Ellos no son mis amigos Maria, hazme el favor, aunque haya pasado seis años en el mismo salón no hable gran cosa, apenas si cruzábamos tres palabras.
Ahora si estaba asustaba, Gabriel no hablaba así, su voz temblaba. Yo lo tomé del hombro he hice que me mirara.
- Gabriel, dime que te pasa, ¿por qué estás así?
Gabriel miró el cielo por unos instantes, recordó entonces que a veces el amor requería de ciertas apuestas.
- Maria.- dijo él.- Prefiero demostrarte este sentimiento y quizá fracasar en el intento que callar una eternidad y morir enmudecido en mi soledad.
Ella retiró lentamente su mano de su hombro. No había escuchado mal, escuchó las palabras sentimiento y soledad. O no…
- Estoy enamorado de tí Maria, ahora recuerdo por fin como te conocí, antes de que llegaras a mi vida yo no tenía nada, contigo he encontrado las respuestas a todas las preguntas del universo. Yo aguardaba en esa esquina esperando a alguien que no sabía quien era, o cuando llegaría. Mi corazón me decía que al verla la reconocería y Dios se limitaba a pedirme fe, a creer, aunque sea una locura. Pero yo no era como los otros, si Dios me pedía fe en la espera, lo seguiría hasta el fin. Entonces espere y cuando me hablaste simplemente me enamoré de tí.
Maria tenía ganas de que la tierra se la tragara de una vez, no quería mirarlo, tampoco responderle. Se le había declarado su mejor amigo. Jamás supo de donde saco el valor de mirarlo y de decir aquellas palabras.
- Realmente me dejas sorprendida Gabriel, tú eres mi mejor amigo, conoces mi vida, todas mis cosas. Estar contigo no funcionaría, no te amo; te quiero como un hermano, ni siquiera tiene sentido que lo intentemos. Lo siento, enserio.
Dió la media vuelta y lo dejo allí, las piernas le flaqueaban, pero ya no podía dar marcha atrás.
La ultima llovizna de ese año caía al suelo convirtiéndose en una alfombra brillante, en el tercer piso de un colegio se pudo ver la sombra de un chico que vagaba de una lado a otro meditando y asimilando la verdad, casi faltando cinco minutos para la salida encontró un sentido para lo sucedido ese día, se dió por satisfecho y agradeció infinitamente por no haber enloquecido.
Gabriel y Maria, como era lógico después de que ambos afrontaran la prueba del amor sin superarla, se distanciaron mutuamente. Ella se dedicó a salvar los cursos que podían llevarla a capilla; él, se dedicó a escribir, no se volvieron a buscar, quizás para evitar un confrontamiento. Obviamente parecía lo mejor. Al término del año escolar apenas si se despidieron, Gabriel desapareció; Maria se cambió a un colegio particular por decisión de sus padres, algo que la alegro mucho.
En aquel verano que siguió del año que murió Maria descubrió que el negar los sentimientos contraía un castigo: no pudo olvidarse de él. Trataba de mantenerse ocupada, repasaba una y otra vez trigonometría y física, pero su rostro se infiltraba entre las formulas. ‘’ me he enamorado de Gabriel, lo amo y ahora lo he perdido para siempre, ’’ pensó. Lo buscó por cielo, mar y tierra, no lo encontró. Sus amigos de salón no sabían su paradero, donde estaba.
Lloró, esa noche y las que siguieron hasta el término del verano. Al empezar su último año de estudios se sumergió de lleno a ellos, conoció mucha gente, y estuvo con un chico guapísimo que se le declaró, sin embargo, como Gabriel, nadie.
El tiempo paso, los años avanzaron como hormiguitas en verano. Maria se convirtió en una mujer, logró ser alguien en la vida. Tenía todo aquello que una persona podía desear: dinero, casa, amigos, pretendientes, todo menos amor. Y ello la entristecía.
Caminaba una tarde de invierno después de la oficina, completamente cansada; llevaba una falda azul, blusa blanca y tacos en los pies. Odiaba usar tacos, le hacían doler los pies. Tratando de calmar el dolor sacó de su cartera un cigarrillo y lo prendió. Ni se dió cuenta de que caminaba por la AV. San Luis casi llegando a la AV. Canadá, ha conciencia nunca se animaría a ir por allí para evitar revivir viejos fantasmas. Al darse cuenta de donde estaba se le cayó el cigarrillo de la impresión. Sentado en el mismo muro estaba él, Gabriel. No podía creerlo, en la soledad del tiempo se hallaba ensimismado pensando sabe Dios que cosa, esperando, siempre esperando. Fue allí cuando comprendí con ese hecho tan sencillo sobre algo tan grande como la fe.
Me acerqué despacio, elaborando ya una buena forma para iniciar una conversación.
-Hola.- dije
Gabriel me miró de pies a cabeza, se levantó. Había crecido casi igual que yo, pude ver en sus ojos aquella sombra de madurez de esos años. No dijo nada, solo me miraba miraba, al fin habló:
-Discúlpame amiga, ¿te conozco?
Quedé desconcertada, ¿tanto he cambiado?, pensé.
-Gabriel, soy yo, Maria, ¿no te acuerdas de mí?
De nuevo me estudio con la mirada, miro largamente mi rostro, ¿acaso se ha olvidado? Los escritores jamás olvidan.
-Discúlpame, sabes mi nombre pero yo no recuerdo haberte visto antes, ¿Maria?
Sin duda le estaba jugando una broma, una broma muy pesada.
-Vamos Gabriel, no finjas mas.- lo tomé del hombro.- Te invito a comer algo.
-No…
-Si es por el pasado, esta bien, perdóname, era una mocosa Gabriel, entiéndeme, no sabía lo que sentía, mi corazón adolescente era un torbellino de sentimientos. Aun ahora no estoy segura de que te haya amado alguna vez, pero la verdad si te he extrañado un montón.
Muy suavemente cogió mi mano que se hallaba en su hombro y la retiró, yo quedé sorprendida.
-Creo que estas equivocada, me debes haber confundido con un conocido.
Furiosa, le grite:
-¡Basta de bromas, soy Maria, nos conocimos aquí mismo, los dos estábamos en el colegio de la otra esquina, fuimos amigos, casi hermanos durante tres años! ¡Te enamoraste de mí y por eso nos alejamos! Hoy estoy aquí pensando en el amor de ese momento, no te he olvidado, lo reconozco, te amo, ahora por fin lo sé, todo este tiempo he tratado de encontrarte en otra persona, he buscado con ansiedad el brillo de tus ojos, tu mirada, tu forma de hablar y mi búsqueda ha sido vana. Estoy sola porque eres único, no he encontrado a otro amor, hasta olvide como besar. Dame una oportunidad para demostrarte que este sentimiento aunque haya dormido largo tiempo aun no ha muerto.
Casi le estaba rogando que me hablara y me aceptara, ese día, sin embargo, él definió mi vida para siempre, sus palabras simples quedaron grabadas no en mi memoria sino en mi corazón. Gabriel se sentó en el mismo muro y con voz profunda, me dijo:
-No eres la persona a quien yo espero.
Al oír sus palabras comprendí todo, mi tiempo ya había pasado, perdí mi oportunidad con él, otra ocuparía mi lugar, tenía la certeza de eso pues Gabriel estaba allí, esperándola hasta el fin.
Durante unos momentos miré su rostro ausente, su mirada pasiva. Retrocedí unos pasos, ya ni siquiera me dolían los pies. La nostalgia me invadió y recién sentí el peso de los años sobre mis hombros. Regreso sobre sus pasos y sin voltear la vista rápidamente se alejó de allí, pensaba ahora en como realizar los expedientes que le pidió su jefe, elaboró mentalmente una manera de cómo hacerlos de manera eficaz.
El trabajo era la mejor terapia para el amor.
Y mientras ella iba en el extremo de la esquina, en la otra, Gabriel se encontraba parado y fumando. Dos lágrimas resbalaban por sus mejillas, por cada pitada sentía que el corazón le reventaba.
-Siempre te estaré esperando Maria, siempre.
La luna llena emergió de entre las negras nubes y brillo en todo su esplendor. Gabriel iba por las calles tratando de olvidar sabiendo muy bien que jamás podría, entonces la noche comprendió su dolor: él la había reconocido y lo peor de todo, aun la seguía amando.
Lima, agosto del 2006
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