¿Cuánto tiempo hace ya que no estas a mi lado? ¿Hace cuanto que el fantasma de tu recuerdo me persigue por las noches?... Perdí la cuenta de los días enteros en que tu rostro, traslucido, marchito por el tiempo, me observa, me persigue, con esa mirada asediada por las sombras del olvido.

Desde hace ya mucho, me dejo de preguntar el porque de tu regreso; lo sabia, lo intuía dentro de mi, me aterraba. Algo en mi alma me decía que te olvidara, que apartara de mi lado, que te expulsara de mi corazón; pero simplemente me era imposible. Estaba atado a tu recuerdo. Mi mente lo sabía muy bien, pero no hallaba apoyo alguno para este sentimiento.

Me estoy volviendo adicto a tu nombre; a tu olvido y a tu desprecio. Mis días son una sucesión de todos los momentos que vivimos juntos; interminables. Nos conocemos desde pequeños -siempre fuimos muy unidos- y sin embargo, desde que te fuiste, muchas han sido las veces que he intentado volver contigo sin ningún éxito; siempre fracasando miserablemente. Es como si alguien o algo me estuviesen llamando y deteniendo, ni siquiera mi alma me hace ya caso, complotando contra mí para que te deje.
Pero tu recuerdo es muy fuerte; tan vagamente hermoso, lleno de aromas, colores y sonidos, que me hacen tratar de volver.

Como cada noche, recorro el parque que tantas veces hemos visitado en nuestros ratos de ocio, esperando encontrarte aquí. Y como cada noche, vago por las calles de esta ciudad, buscando en aquellos lugares que tanto nos gustaba frecuentar, juntos: pareciera que hubiesen pasado años y años de no vernos, pero solo han pasado unos días -¿en verdad es tan poco el tiempo que hemos estado separados?-. Mi corazón llora ante el recuerdo de lo que alguna vez fuimos, y en cada lugar que visito, dejo un beso y un suspiro sueltos en el aire, por si acaso regresas, para que me encuentres.

Soy conciente de que esta terquead –por momentos absurda y descabellada-, solo causa mas dolor a la gente que amo y que solo quieren lo mejor para mi. No me lo dicen, pero yo veo en sus ojos como esta pena, esta lenta agonía, solo los hace sufrir. Pero, ¿debo, acaso, sacrificar mi búsqueda de ti, por conservar su calma? ¿Debo marcharme y dejar todos estos recuerdos atrás, sin mas miramientos? Si estuvieras aquí, seguro que te enojarías conmigo para luego reírte y decirme, tan calmada como siempre, que no sea tan egoísta, que debo pensar en que ellos solo desean mi felicidad y que todo el sacrificio que ellos han hecho por mi fue por mi bienestar.
Nuevamente escucho aquel murmullo que me dice que me tranquilice, que olvide todo lo pasado. Que me pide que deje descansar a mi pobre y agitado corazón. Tal vez deba hacerle caso, tal vez sea lo mejor para todos.

Estoy viviendo un tiempo prestado; hace mucho que tendría que hacerme a la idea de que mi momento ha llagado a su fin; que debo liberar mi corazón de toda pena y remordimiento. Mis pendientes, ya no hay tiempo de resolverlos; tal vez, si hubiese aprovechado mejor mi tiempo mientras te tenia -vida-, esta inquietud no me estaría carcomiendo. Pero el ‘hubiera’ –así como el ‘habría’- no existe: el ‘hubiera’ es efímero, algo irreal, utópico: “hubiera pasado mas tiempo con mi familia y mis amigo”, “hubiera hecho esto, hecho aquello…”, “¿qué ‘habría’ pasado si yo…?”. Nadie debería vivir, para luego arrepentirse de no haber hecho todo aquello que en realidad deseábamos con todo nuestro ser.

Es tarde, lo sé, pero me iré para que ya nadie sufra así; esta agonía de ver si algún día volverás.

Por siempre yo te recordares y amare; siempre te extrañare. Pero ya es hora.

Gracias “vida” por todos esos momentos hermosos que pasamos juntos; gracias, también, a todos aquellos que nos acompañaron y los hicieron más especiales.

Gracias y adiós a todos…




Adiós vida…