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Estar allí frente a él y sentir su presencia en aquel viento que acariciaba mi rostro, buscando las huellas del dolor en mis ojos, respirar su perfume y escuchar su voz en el bramar del los árboles me hicieron estremecer mucho más que la última vez que estuve a su lado.

Etéreos, los sueños que me llevan hasta él y me hacen sentir que aún existe. Sublimes palabras elevadas al viento suplicando su partida, un abandono de espíritu que no llega a mi alma y me condena a un pasado ajeno.

Hace tanto tiempo de aquella noche que ya no logro recordar sus últimas palabras, he dejado salir de mi mente recuerdos que me ataban a un amor inexistente.

Hoy, acepté la invitación a visitarlo, y me encontré con dos almíbares que reflejaban mi cuerpo, y una cereza que buscaba mis labios. Debo aceptar que en algún momento, fueron sus besos mi delirio, y su cuerpo mi más fuerte vicio.

Esta vez ni la dulzura de su sonrisa, ni la pureza de su mirada lograron captar mi atención. Mi presencia no era para dejarlo invadirme, al contrario, fui decidida a dejar cada recuerdo, cada instante vivido, cada noche, cada día compartido, cada lágrima derramada, las sonrisas que él hizo florecer en mi rostro, las caricias que aún permanecían en mi piel. Esa es mi decisión, dejarlo todo con él.

Ha sido un fantasma que va tras mis pasos asaltando mi presente y ya, hasta hoy se lo permití.

Me había convertido en la más cobarde de todas las mujeres al pretender dejarle todo en sus manos, estaba segura que algún día se daría cuenta de todo lo que nos separaba, rindiéndose para siempre.

Quizás algún día regrese a conversar con él y a contarle de mi vida, pero hoy no quise ser amistosa, mis ruegos solo pedían su desvanecimiento en mis días, su partida definitiva, y es eso lo que fui a buscar.

Pedí la ausencia de su esencia, la partida de su espíritu, el abandono de su imagen. Sé que él no lo hará por si solo, es por eso que hoy al estar a su lado, le hablé de mi lejanía, de mi abandono, de mi necesidad de dejarlo partir, y de comenzar a vivir.

Hoy finalmente fui capaz de enfrentarlo y decirle adiós.

Sé que tienes un gran puesto de honor en el cielo y es por eso que después de cuatro años, suelto mi pasado y te vas con él, a donde Dios te haya enviado.

Que en paz descanses, porque a partir de hoy, en paz viviré!

Texto agregado el 12-04-2004, y leído por 139 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-04-2004 Rito por siempre necesario...enfrentar y vivir el duelo. Solo de ese modo, somos libres! misterioso
 
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