7. LA LLEGADA DE LAS NINFAS
Se desviaron bastante del camino con tal de despistar a la Montoya que les perseguía. Hacía días que la habían dejado atrás, pero sin embargo no dejaban de moverse. María estaba inquieta, pues todos aquellos bosques estaban demasiado lejos de lo que ella había conocido como su hogar, cuando de pronto escuchó una voz en su oído Puedo leer vuestra mente. María se quedó perpleja y asustada y dejó de caminar, detrás suya había un pequeño ser de diez centímetros más o menos, como una enorme roca con pronunciados labios, dos ojos y un par de cuernos. De su espalda surgían dos hipnotizantes alas de fuego que hacían que te olvidaras de lo horroroso que era aquel ser.
-¿No me conocéis? dijo aquel extraño ser. - Pues me presento: yo soy la ninfa de invierno, consejera de los descendientes de los dioses. Uno de mis susurros es capaz de cambiar la voluntad por completo la ninfa de aspecto rocoso revoloteó por la zona - controlo todas las acciones, de este y otros mundos. Muchos me conocen como la mala conciencia, pero no tengo nada de mala, sólo transformo pensamientos en voluntad. Bakal me encerró en su urna como castigo por hacerle confesar a su esposa Heaven más de un asunto que ella desconocía. María y Miranda no podían articular ni una palabra, no sabían si era cosa de la ninfa, o era el propio miedo lo que les hacía permanecer en silencio.
Por lo visto pretendeis llegar a la Columna Albina- dijo la ninfa cambiando de tema En ese caso tendréis que esperar todo un año para entrar a la gruta de la Columna Albina. Quizás no hayáis oído hablar de nosotras, pero sin la ayuda de las cuatro ninfas no podréis abrir la entrada, y nosotras aparecemos repartidas en el año, sólo coincidimos de dos en dos durante un breve momento. Esa puerta solo podremos abrirla de una en una
¿Sabes cómo llegar a la Columna? preguntó Miranda
Por supuesto, me dirigiré hacia allí si queréis, así que podéis seguirme. Antes podía hacerme invisible, para susurrar sin que nadie se enterase de nada, pero Bakal me quitó este poder para que no pudiera eludir mi castigo. - Miranda y María se miraron durante unos momentos, pero en cuanto volvieron a dirigir la mirada hacia la ninfa, ésta ya volaba entre los árboles del bosque. Ambas la siguieron, hablando del tiempo que tendrían que esperar para llegar a los templos si aquella ninfa estaba en lo cierto.
Llevaban horas caminando a paso ligero, de modo que le rogaron un descanso a la ninfa, pararon entre los árboles para descansar y charlar un rato. Intentaban evitar hablar de Dean, pues resultaba muy doloroso para ambas. A mitad de conversación, un ruido de ramaje les interrumpió, era como si alguien se acercara a toda prisa hacia ellas. María se esperó lo peor, pues tenían a la Montoya detrás suyo, de modo que hizo un amago de levantarse y echar a correr. Miranda se levantó, pero no vio a nadie.
- No es una Montoya dijo la ninfa ellas no corren, caminan, nunca harían ese ruido.
Pronto oscureció, e hicieron noche allí mismo. Miranda lloraba antes de dormir, porque pese a su aspecto de chica fuerte, añoraba mucho a su hija, e incluso a Dean, aunque apenas lo había conocido. Su única solución por el momento era llegar a los templos para encontrar a su hija y resucitar a Dean. Sólo la ninfa durmió esa noche, María estaba muerta de miedo, por los enemigos que la acechaban en esos territorios.
Amaneció un día precioso, el sol filtraba luz verde a través de los árboles, y la gran cantidad de luciérnagas típicas del lugar, seguían allí, revoloteando en el aire. La ninfa se levantó y alzó la vista al Sol para orientarse y saber hacia que dirección deberían partir. Miranda comenzó a preparar un desayuno a base de unas manglas, una fruta proveniente de un árbol que al parecer solo crecía en determinados lugares fríos y húmedos, y afortunadamente ese era uno de ellos, así que aprovechó para preparar un poco de néctar.
-Creo que las Momas nos llevarán directamente a la Columna Albina dijo la ninfa
-¿Las que? Preguntó María
-Las Momas son unas pequeñas luciérnagas del bosque que siempre indican la dirección que uno busca, ahí las tenéis - contestó la ninfa, y ambas alzaron la vista y allí arriba encontraron a las pequeñas luciérnagas que las habían seguido durante casi todo el viaje y que señalaban un pequeño sendero entre la maleza, que a simple vista, sería muy difícil de encontrar.
-¿Y esa Moma azul y grande? preguntó María - ¿Está ahí para dirigir a las demás?
-¿Qué Moma? - dijo la ninfa, y entre la multitud de Momas había una bastante más grande que las demás aunque no medía más de cinco centímetros, y que desprendía un bonito color azul.
-¿Moma? - Dijo el ser de tono azulado descendiendo hacia ellos - ¡Si no sabes distinguir entre una Moma y una ninfa, es que eres una ignorante!
-¿Eres una ninfa? - le preguntó María
-La ninfa del verano, encantada. Bakal me encerró en su urna...- comenzó a decir aquella ninfa, pero la otra ninfa le interrumpió
-¡Alto, alto, alto!, tú no puedes ser la ninfa del verano, si yo soy la ninfa del invierno ¡no podemos estar las dos en el mismo lugar! Esta debe ser una Moma más rechoncha que el resto.
-¡Ya te he dicho que no soy una Moma! Debemos de haber salido las dos al mismo tiempo de la Urna de Bakal. dijo la ninfa del verano. En realidad no se parecía en nada a la anterior ninfa, ésta era de aspecto humano, y tenía un par de alas como las de un insecto, además irradiaba una luz que la hacía confundible con una luciérnaga, o con una Moma. Ambas ninfas continuaron discutiendo durante mucho rato hasta que María se atrevió a interrumpir a las parlanchinas
-¡Bueno! ¿nos vais a presentar o os vais a pasar así todo el día?
-Tienes razón - dijo la ninfa de Verano - Soy la ninfa del verano, la ninfa del amor. Ya sabréis cual es el objetivo de las ninfas de las estaciones, yo leo vuestros sentimientos en lugar de vuestros pensamientos, y puedo modificarlos a mi antojo. Bakal me encerró a mí también en su urna, porque creyó que había tenido algo que ver con las infidelidades de la diosa Heaven, pero por mucho que le dijera la verdad, se negaba a admitir que Heaven no estuviera enamorada de él y me encerró en su urna. Vosotras debéis ser Miranda y María, supongo.
-Sí contestó Miranda pero creo que ahora deberíamos ponernos en marcha, aquellas Momas parecen tener prisa
-¡Esperad! les interrumpió la ninfa del verano - ¿es que estáis yendo a la Columna Albina? ¡OH! Tú y tu estúpida obsesión por hacer las cosas mal y pronto, ¡deben ir primero al templo de Regeos!
-Te equivocas, en el templo de Regeos no hay nada que hacer, ¡nadie sabe donde está! ¡Es una pérdida de tiempo!
-¡Las Momas lo encontraran! Iremos al templo y haremos que se libren de sus destinos, bueno, si de verdad es eso lo que queréis hacer...
María y Miranda, aun sin entender la conversación asintieron al mismo tiempo, y dijeron decididas que irían al templo de Regeos si hacia falta, aunque según la ninfa de invierno era algo imposible, al parecer tenían todo un año por delante.
El encuentro con la ninfa de verano fue oportuno, pues mientras estuvo con las Momas encontró una charca de mantí, el alimento de los animales del bosque, y les indicó a las chicas donde estaba, y tuvieron para comer. Aquel día anocheció pronto, y acamparon cerca del pozo de mantí para tener algo que desayunar al día siguiente. Amaneció un buen día, pues pudieron desayunar bien tranquilas, además cogieron bastante mantí para tener comida para varios días.
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