Sonó el móvil, no reconozco el número pero si lo hubiera hecho tampoco hubiera creído quién llamaba, ¿si? ¿Te extraña que te llame? Por supuesto que no, (siempre miento si me intimidan).
Y de repente estaba escuchando rock y mirando alrededor por si había alguna cara conocida, todos desconocidos excepto la mano que me abrazaba, un poco fría pero siempre serena y dispuesta a echarla al hombro de cualquiera. La música se colaba en nuestro sistema nervioso invadido de música infernal, de peces.
Destellos de Roberto en mi memoria, por cierto te dedico este cuento (aunque no lo leas nunca), fueron 4 minutos.
Y los espejos devolvían mi imagen, eran 6 y un timbre, la habitación de Moulin Rouge, un caballo y un baño limpio, no había conversación, cada uno tenía su vaso y el objetivo era acabarlo pronto, dados, cartas, miradas disfrazadas de ironía, lo siento no pillo el sarcasmo, algún día me tienes que explicar que tienes en la cabeza, por más que lo intento no consigo llegar a comprenderte pero soy buena chica, creo que ya lo sabes.
Los cuatro sabíamos como terminaría la noche, pero es aquí donde empieza la verdadera historia:
Otro flash de memoria me lleva a un bar lleno de gente, una copa, otra vez el objetivo es acabarla pronto.
Bebo un sorbo, dos y de repente el bar se queda vacío, no hay nadie allí, no hay música, no tengo nada en las manos, no oigo ninguna voz, subo las escaleras y no hay nadie fuera, busco en otro bar, nadie, las calles pasan bajo mis pies, taxis que no me ven y el metro vacío, estaciones unas iguales a otras, nadie me mira, nadie esta a mi lado y por fin la habitación de Moulin Rouge, abro la ventana y sus labios me queman el cuello.
Ahora soy campanilla que mira unos ojos verdes y esta a punto de ver nunca jamás, allí solo hay caricias, una voz dulce y un brazo que te abraza durante toda la noche, allí la gente duerme tranquila y si te paras a escuchar puedes oír como roncan las ranas que se convertirán en príncipes si logran encontrar a su princesa, otros velan pero es un desvelo agradable de aquellos que recuerdan la cara de la noche anterior, y que prefieren no dormir por si se les va de la memoria, porque al final eso es lo único que tienen de ella. Allí la luz del sol entra por la ventana aunque te acabes de acostar siempre es de día, tienes un vaso de agua en la mesilla y suena la música que esperas que suene, allí dormir 20 minutos es descansar para toda la eternidad, allí las camas son interminables pero usas muy poco espacio porque siempre se duerme muy juntos, nunca tienes hambre ni sueño, nunca tienes frío hay una manta zamorana para quien la necesite y los colores se difuminan en tu memoria haciendo que el viaje parezca más lejano, los besos nunca se agotan y siempre parecen sinceros.
Me despierto en mi habitación, todo esta desordenado, ¿es de día aún? Son las 5 de la tarde, pienso que nunca había soñado nada parecido, suena Bob Marley voy al baño me quito la férula y me miro al espejo, legañas en los ojos, me duele la cabeza y el estomago, me miro al cuello y allí esta, luego recogeré las alas, ahora tengo demasiada hambre.
01/03/2008, memorias de campanilla.
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