Me he decidido a hablar desde mí, desde mis recuerdos, desde mis vivencias, desde mis visiones, desde mis sensaciones.
No se trata de abandonar la razón como esquema ordenador (esa Razón con mayúscula de la que hablaban los pensadores ilustrados), pero sí de poner como punto de partida no los parámetros "objetivos" de la realidad sino la realidad que se cuela desde mi propia subjetividad.
A lo mejor esto sucede simplemente porque se cayeron todos los grandes relatos o ideologías que hasta hace algunas décadas permitían ordenar y dar coherencia a las opiniones de cada cual (y entonces el paso a lo subjetivo es sólo un movimiento transitorio mientras surge un nuevo discurso que nos ordene) o tal vez se trata de algo mayor y estamos en el medio de un cambio civilizatorio tan profundo que no nos hemos dado cuenta (y entonces el paso a lo subjetivo es tan sólo la expresión visible de una transformación mucho más radical, la del "Ser" humano como tal).
El punto es que ahora para escribir parto por buscar en mí para compartir una palabra con el mundo. Hace cinco años, hubiera buscado en "el mundo" para dar sentido y coherencia a mi voz.
Pues bien, los blogs son parte de esto. O vamos, dejemos de hablar en génerico, lo cierto es que yo empecé hace algún tiempo a escribir en un blog para darle cauce a estas fuerzas caóticas, casi telúricas, que ahora intento verbalizar. A lo mejor a alguien más le hace sentido, o a lo mejor sólo es una volada mía.
Pienso en todo esto mientras leo que Pac-Man cumple 27 años. Un mono japonés tan simple pero de manera misteriosa tan metido en nuestra adolescencia.
Yo tenía entre mediados y fines de los '80 a varios compañeros de curso -entre niños y púberes- que podían saltar en un mismo día de la resistencia urbana callejera contra Pinochet a la guerrila virtual de un Pacman, de un Space Invaders o de un Donkey Kong.
Antes del internet ya combinaban el arriesgar su pellejo corporal -no lo digo como metáfora sino en un sentido crudamente literal- con el navegar alucinados por las incipientes carreteras virtuales. Eran verdaderos mini-héroes, aspirantes a futuros protagonistas juveniles de una revolución que nunca llegó. Y además eran secos para estos juegos tipo Atari.
Cualquier dirigente juvenil de izquierda que hubiera entonces tratado de establecer algún nexo entre ambas esferas de realidad -la "real" y la "virtual"- al rato hubiera pensado en voz alta "pero qué huevadas estoy diciendo" (o se lo hubiera dicho algún dirigente de mayor rango). En gran parte hubiera tenido razón, en la vida real se perdía la vida y no había vuelta. En la vida virtual, después del Game Over siempre se podía volver a cargar el juego de nuevo desde el principio y no pasaba nada.
Pero pienso en el fenómeno de estos niños, como yo mismo, de 11, 12, 13, 14 años, jugando el juego verdadero (como dicen los Tiro de Gracia) de la resistencia y luego jugando al juego también verdadero del "Comecocos" en la pantalla del ordenador, y no puedo dejar de sentir que algún vínculo extraño conectaba ambas esferas. Tal vez, la misma sensación de buscar vitaminas y ser seguido por fantasmas. |