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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 635) Los encuentros solitarios.

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Se encontraron dos seres solitarios en un parque una mañana nublada de otoño, más húmedo y sombrío que de costumbre y se vieron durante largo rato. Después de dudarlo lo suficiente, fue él quien se acercó.

-Hola, ¿Puedo sentarme?
-Puedes- respondió ella como restándole importancia.
-Te he estado observando...- empezó a decir cuando ella lo interrumpió.
-Lo he notado, yo también te observaba.
-Supongo que no te importa mi nombre, porque bien podría estármelo inventando.
-Lo sé, ¿qué es lo que quieres entonces? -preguntó ella levantando por fin la mirada del libro que tenía en las manos.
-Quiero platicar.
-¿Eso es todo?- Dijo ella como incrédula de que un extraño se le acercara sólo para eso.
-Sí, eso es todo. Eres atractiva y todo, y por eso llamaste mi atención, pero en realidad me interesa platicar, platicar para conocerte y saber por qué estás aquí tan sola.
-Entonces no quieres sólo platicar, quieres saber algo de mí, y deseas conocerme, acaso podríamos platicar sin llegar a conocernos.
-Sí claro, pero eso lo hacen todos. -respondió él algo agobiado.
-¿Entonces a qué esperas? ¿A que platique yo contigo y te diga cómo soy sin acaso conocerte?
-Quiero que vos me conozcas.
-Eso esta bueno...
-Soy mucho más de lo que puedes ver, y sé que eres más que esa imagen que te montas de chica ruda, que se la pasa sola porque quiere, leyendo en los parques.
-Ah ¿si? ¿Y qué más sabes de mí o de las mujeres que leemos en los parques sabiondo?
-No lo sé, pero supongo que estás sola...
-¡Listillo!
-Dejáme terminar.
-Vale...
-Supongo que estas sola porque esperas a alguien, pero como no sabes lo que quieres terminas donde no quieres estar, y ahora te has alejado de todos los que creías no necesitar y te has quedado sola, en un país extraño y lejos de aquellos a los que ahora extrañas, entre aquellos a quienes aborrecías...
-Pero... ¿Quien te has creído? -alegó exaltada como si le hubiese leído el pensamiento, o le hubiere estado espiando desde hacía mucho.
-Sólo digo lo que creo, es obvio que no eres de por aquí, yo soy oriundo y te habría visto antes, como paso a diario por aquí y se me quedan siempre las caras, pues...
-Empezarás a presumirme que eres bueno con las caras pero no con los números, que no memorizas pero aprendes por asociación, ¿no? Blah.
-Pues sí, en efecto me pasa eso que dices, y no te presumo, te repito que quiero que me conozcas.
-¿Y qué si no quiero conocerte?-respondió de modo algo descortés intentando no prestarle demasiada atención al hombre que empezaba a intrigarla verdaderamente.
-Pues sé que querés, de lo contrario no me hubieses estado mirando hace casi media hora, y al acercarme yo, me habrías despachado al instante. Seguro estabas pensando cómo sería mi voz...
-Sí claro...
-Y ahora te haces la interesante como para que piense que los hombres como yo no te hacen la menor falta, que estas segura de lo que quieres y estas bien así, mientras por dentro sientes un cosquilleo que te calienta un poco la cara.
-Muy bien, suponiendo que tienes razón, ¿por qué habría de importarme que alguien como tú se me acerque?
-Pues porque tenés ganas de ser vos misma, pero de modo diferente de como eres con las amigas a las que acudes a las fiestas, donde tienes que fingir siempre un nuevo logro, donde ningún hombre se va de ti sin que hayan pasado la noche juntos, y vos seas la que lo ha despachado.
-O sea ¿que tengo pinta de se ese tipo de chicas? ¿Que van con las amigas de ronda por los antros incitando a los chicos para que las aborden y paguen los tragos?
-No pretendo insultarte si es lo que piensas, pero más o menos. Aunque no lo creas, y aunque lo dudes, te he visto en acción...
-¡¿Me has estado espiando?!-dijo ella, ahora sí molesta de verse vulnerada por momentos.
-Te repito que nunca olvido una cara, pero si vos así lo deseas, haré contigo una excepción.
-A ver, a ver, cuéntame entonces que es lo que según tú, yo estaba haciendo cuando me viste "en acción".
-Incitabas, te dabas a desear. Primero unos ligeros coqueteos y dejabas que el chico te abordara, más avanzada la noche, tocabas, pero no permitías que avanzara, a lo que él obviamente reaccionaba algo molesto y se apartaba de vos.
-Para no espiarme no perdiste mucho detalle, ¿cierto?
-Me llamaba la atención tu rostro extraño, tu cabello, más adelante el juego que iniciaste, el cómo terminó lo desconozco, pero puedo imaginarme.
-¿Y por eso te acercaste?, ¿Para eso querías conocerme o que te conociera, para filtrear conmigo? ¿Para ver hasta dónde llegabas?
-¿Cómo dices? -preguntó él extrañado pues desconocía el significado de esa palabra.
-Olvídalo...
-No es para nada lo que piensas, en realidad es todo lo contrario. Trabajo por las noches en el bar que hasta hace poco frecuentabas con esas "amigas" tuyas, pero supongo que se han marchado y por eso no has vuelto sola.
-En eso tienes razón, pero no es un asunto que daba importarte.
-Claro, como nada de lo que haces vos, ¿cierto?
-Exacto.
-Pude ver soledad en lo que hacías, y tristeza en tu mirada.
-Y... Has visto mi alma desconsolada, ¿cierto?
-Algo así, pero no eso exactamente. Todos somos así, todos tenemos encuentros solitarios con gente que nos rodea, pero no se interesa en lo más mínimo en lo que realmente somos, en nuestros sueños, en nuestras soledades o nuestros miedos.
-Pero tú eres diferente ¿verdad? Mira, para serte franca no sé para qué me dices todo esto, no me interesa saber lo que ya sé de lo que los demás no hacen por nosotros, que estamos solos y así habremos de quedarnos. Se ve que eres una buena persona, pero yo no.
-Eso decís ahora que otros te han convencido de que así es, porque te has hecho a la idea de que eres lo que los demás dicen, y no es así, créeme.
-Es lindo de tu parte pensar eso, pero no me conoces y realmente dudo que te agrade lo que aún no puedes ver de mí.
-¿Puedo invitarte algo? Hace frío, ¿tomas café?
-Si, mucho. Me refiero a que si tomo mucho café, si hace frío y sí, puedes invitarme algo.
-Bien, adelante hay un café capuchino estilo italiano que está bastante bueno, el servicio es algo deficiente, pero la mezcla es buena, y no llevamos mucha prisa ¿verdad?
-Pues no tanta, te sigo, deja guardo eso en mi bolso.

Caminaron unos cuantos pasos y cruzando una calle muy concurrida al dar vuelta a una esquina junto a una iglesia dieron con el lugar, un cafecito bastante colorido y acogedor.

-Aquí lo tenés. –dijo él sentándose y llamando al mesero con un ademán de quien es bien conocido.
-Gracias. –dijo ella al mesero mientras éste le colocaba la silla y le entregaba la carta.
-Nos trae dos capuchinos, un caramel macciato y un crema irlandesa por favor.-le dijo al mesero antes de que éste se marchara.-Deja la carta, no pierdas tiempo en buscar, esos dos que he pedido son lo que bien vale la pena de venir a este sitio, ya los probarás, y si no te agrada ninguno, pedís otro y pago el que quieras.
-Bueno, si tú lo dices, confiaré en tu buen gusto.

Tomaron el café y tras unos minutos de espera a que llegara la cuenta él intervino de pronto.

-Mi casa no está lejos de aquí, si no es molesta para vos la propuesta, te invito, quiero cocinarte algo, si tenés tiempo claro.
-Me lo he pasado muy bien con esta charla, y me encantaría probar algo de buena comida, ya que me lo ha pasado comiendo en expendios de comida rápida y ni con quien ir dentro de poco, pero debo hacer algunas cosas antes. En serio, no quiero que pienses que soy descortés pero esto no lo tenía planeado.
-No te apures, entiendo que vos tengas por hacer más cosas, mientras yo debo esperar hasta noche para acudir al trabajo, pero ya será para la próxima, sabés dónde trabajo, y podés ir a buscarme cuando gustes tomar un trago a cuenta de la casa y seguir charlando un poco.
-Te agradezco mucho el café, la charla y la invitación. Aunque quiero pedirte una disculpa por haberme portado tan renuente al inicio, en verdad lo he disfrutado mucho esta mañana y me gustaría tomarte la palabra para la comida o el trago.
-No te apures, yo también me lo he pasado bárbaro, me ha dado mucho gusto platicar con vos aunque no hayas dicho mucho, la siguiente ocasión, me tocará conoceros más a fondo.
-Desde luego, mi nombre es…
-No hace falta saberlo, es más no quiero saberlo. Es mejor seguir siendo dos extraños mientras tanto, ya llegará el momento donde podamos conocernos el uno al otro sin que importen los nombres aún sabiéndolos.-dijo él de pronto interrumpiéndola.
-Bueno, si así lo prefieres, por mí está bien. Así no hay compromisos, ni cita programada, ni falsos aparentes. Podemos vernos cuando queramos por el simple hecho de desearlo, así es mejor.

Y dando la vuelta, así de repente y sin despedirse, ambos se alejaron sin saber si volverían a verse, pero sintiéndose menos solos que esa misma mañana en que se habían realmente conocido, aún sin saber sus nombres.

Mientras ella caminaba, después de atravesar una avenida, escuchó unos gritos y vio como la gente miraba hacia sus espaldas, volteó de repente y lo vió desvanecerse en el aire.

-¡Oye, oye! Que has dejado tu guant…-Era el chico que iba tras ella el que gritaba, mientras por apresurarse sin darse cuenta entró en la avenida y un auto le golpeó a tal velocidad que lo hizo volar como si lo jalaran con un cable por la cintura.

Cayó varios metros más adelante del impacto, y la gente se arremolinó en derredor suyo, impidiendo el paso a la chica que corriendo se acercó al entrar en razón de lo ocurrido. El tránsito se colapsó por la muchedumbre que había surgido de la nada y ahora se lamentaba alrededor del joven caído, entre el morbo y la lástima, la sangre y el silencio que ahora precedía la aparatosa caída y el escandaloso rechinar de llantas de los automóviles que circulaban en ese momento.

Por fin pudo pasar la chica abriéndose paso entre el gentío, y al acercarse al cuerpo tendido vio al joven con el guante aún en la mano y rompió en llanto sintiéndose culpable, mientras empezaban los murmullos entre la gente.

-Pobre chico, ha salido volando.
-Sí, mírenlo. Se ve tan joven…
-Pobre, insensato, mira que cruzarse así la calle…
-Debía estar loco, iba corriendo a toda prisa gritando algo, yo le vi desde la otra acera.
-Háganse a un lado, no empujen. Dejen espacio a que respire.
-Llamen a una ambulancia, acaso se pueda hacer algo.
-Alguien use su móvil, el mío no tiene saldo…
-Pero si esté más muerto que una piedra, miren su cráneo destrozado…
-¿Alguno le conoce? Revísenlo a ver si trae credenciales.

-¡No le toquen!, ¡Aléjense malditos buitres! –Gritó la chica mirándoles con odio e impotencia, y arrodillándose ante el cuerpo desfallecido, le tomó la cabeza entre sus brazos y le besó tiernamente la frente manchándose el rostro con su sangre.

-Tonto, yo no traía guantes...-Dijo la chica en voz baja mientras tomaba su mano aún caliente.

Y ahí se quedó la chica junto al cuerpo sin vida, mientras uno a uno los curiosos se iban alejando, resignados, habiendo saciado su sed de morbo por aquel día, mientras a lo lejos se escuchaba el lamento de las sirenas.

Una pareja de chicos dio la vuelta y siguieron de nuevo su camino.

-Oye ¿Viste, viste su cara?
-No, estaba tan impactado que no vi detalles, ¿qué paso? Dime.
-Pues nada… Que el muerto estaba sonriendo… Y creo que traía un guante como el tuyo en la mano.

Texto agregado el 03-03-2008, y leído por 128 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
07-03-2008 que final triste!! july269
04-03-2008 El Final, esta extraño, como tu. Has estado raro estos dias. neuemich
 
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