Érase una vez una Patata llamada Doña Papa, no era una patata normal, sino una gran patata, tan grande era que ella sola llenaba casi un saco de 10 kg.
Allí estaba ella, el orgullo de todo el cultivo, y tan extraña era, que su dueño en vez de venderla decidió ir de pueblo en pueblo como si de un circo se tratase para mostrar a su enorme patata, gritaba éste: “ ¡ aquí la tienen, la más grande y hermosa patata del mundo, todo un papón...!
Pero ese día en el pueblo también llegó otro agricultor con un inmenso huevo de gallina, tan grande como su cabeza... era don Huevi, el pobre sufría con estos viajes, pensaba
“ como se me resbale a mi dueño, me casco seguro...” y también gritaba: ¡ el megahuevo, el gran huevon, el ovoide!
Pero en el mercado retumbaba otra voz: ¡ esto no es una aceituna, es un aceitunón! Gritaba un olivarero refiriéndose a una enorme aceituna del tamaño de un melocotón, era Olivita, que no sabemos porqué, también había crecido una barbaridad...
Sus tres dueños recibían monedas de los curiosos, pero ellos estaban tristes por que no querían ser monos de feria, ellos deseaban servir para lo que nacieron...
Así que aquella noche, en la oscuridad escaparon juntos, la patata tenía tanto calor que se mondó la piel, el huevo se levantó la cáscara para refrescarse y la aceituna exprimió su aceite que tanto le pesaba y uniéndose a una hermosa sartén de base tersa y teflón, decidieron tramar el plan de su venganza en contra de la explotación y la esclavitud:
Olivita vertió su sudor sobre la sartén, Doña Papa se abrió de piernas ( tenía muchas la joía) y Huevi se la cascó...
Al día siguiente al despertar el pueblo, en la plaza central se podía leer entre manchurrones de aceite sobre un muro:
Caciques del mundo, abajo la explotación, las papas, los huevos y aceites hemos creado ¡ la comida del Cabrón!, vamos, las papas fritas con huevos, ¡ lo “mejón"!.