Los febos se anuncian. Y yo te abrazo. Y... y me colmo de respuestas, me invaden. Me siento feliz. Por que me elegiste y me dejaste elegirte.
Ha pasado la noche, las noches, y de a poco, en instancias, nos curamos; uno al otro fuimos sanando llagas. Con suavidad, reconociendo primero, acariciando después. Con ternura y miedo. Con esas inseguridades hechas coraza a flor de piel, riendo y suspirando.
Y te dije la verdad.
Y vos me miraste, por primera vez, vencida.
No puedo con tu sonrisa, con tu risa, con tus "¡me desarmas!"; tu cabello, delicado, dibuja sombras y penumbras, espectros del amor que se llevan mi atención y la consumen, para siempre.
Y tuve que decirte la verdad, de nuevo; pero esta vez con otra expresión con el lenguaje que solo vos y yo hablamos.
Y todavía me acuerdo de como se quejaron tus ojos cuando me contaste de tus miedos, como temblaste cuando te sentiste vulnerable, otra vez y otra vez más. Y ahí me quedé, por vos.
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