Llegaba el otoño. Faltaban diez minutos para las diez y seis horas. El apenas cálido sol de esa tarde, como en la tarde de ayer y la tarde de mañana, se apagará a la misma hora, a la misma hora poco más o menos.
La oscuridad lejos de la gran ciudad se adueñará del suburbio, como se corta el agua de un grifo del que escapa, por última vez, la última gota. Se apagará como se cierran los ojos que intentaron ver la luz , hasta quedarse opacos, con una tristeza infinita. Se apagarán como enmudece el reloj en el último segundo deteniendo el tiempo en su esfera; falsamente...
Pero el reloj de la cotidianeidad inexorable, se acerca a las diez y seis horas. Por ello, el sol de esta tarde otoñal y triste, como en la tarde de ayer, se apagó ya.
El miedo ha atenazado el tierno corazón de la niña, recosido en su cerebro inocente, que no llega a entender por qué. Por qué su tía no puede beber otra leche, la cual no haya de ir a buscarse a seis lejanos kilómetros.¿ Por qué ?.
Se pregunta la niña, en su inocencia, si cerca de casa hay una lechería.?.
... ¡ Calla tonta ¡ qué sabrás tú.
...¿Por qué tengo que andar tanto, responde la niña, con lo que pesa la lechera, si cerca de casa hay una lechería.?
...¡ Cállate !...coges la lechera y te vas; y no pierdas el dinero...
...Por qué no van los mayores, mis primos. Yo tengo miedo.
..¿ Miedo tonta, esmirriada,?. Tú si que asustas al miedo.
....Si, tengo mucho miedo, seguía la niña en su triste desamparo. Allí no hay casas, ni luces, tengo que cruzar por detrás del cementerio.
Gemía en vano; lo sabía. La intransigencia de egoísmo es dura, inconsciente, ciega. Sólo pudo añadir ! yo quiero ir ¡...si me acompaña alguien.
...Tengo unas ganas de que tu madre venga a por ti. ! Desgraciada, no sirves para nada ¡. Anda, anda, vete ya.
Luces y sombras, ruidos y silencios, calmas y zozobras, intranquilidad y pasmo, la acompañaron. El eco leve de sus pasos infantiles, resonaba en la ruleta infinita de los momentos perdidos, las circunstancias peregrinas, el lugar impreciso donde se oculta la siempre fría realidad de la nada, el contrasentido de la realidad indeclinable.
La ternura y el amor, perdieron otra oportunidad, el desamor como la incomprensión retornaron; aprovechando el vacío de la conciencia.
Entre las sombras del muro del cementerio, dos obreros tropezaron con ella. Dos lágrimas heladas, dos perlas de hielo, cubrían sus mejillas ateridas.
¿Infarto ? Infarto, diagnostico un médico.
El apenas cálido sol de esta triste tarde otoñal, igual como la tarde de ayer y la tarde de mañana, ya se apagó.
En qué parte del cielo habré de encontrarte para besar tu santa frente. Qué parte del cielo habré de recorrer para secar tus lágrimas inocentes. ¿ Estarás entre los ángeles ? Dime que sí. Dime que, ahora, estás sentada a la derecha del Padre. Pídele a Dios que me permita verte ; aun cuando después, tenga que volver a este infierno en donde arden todos los que, según ellos, somos supuestamente perfectos.
Robert Bores Luis
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